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  • Sara Prada // Periodismo Digital

El futuro de Venezuela se prepara en Bogotá


Universitarios venezolanos en Bogotá

La imagen del éxodo de los venezolanos se ha vuelto una constante al hablar de la crisis de Venezuela. Hasta ahora no hay un censo oficial del gobierno venezolano que dé a conocer el número exacto de las personas que han abandonado el país. Una investigación extraoficial, dirigida por académicos e investigadores sociales, arrojó un cálculo cercano a dos millones de venezolanos que se han marchado; el 20% corresponde a emprendedores, el 65% empleados y alrededor del 14% son estudiantes universitarios. Sin embargo, la cifra exacta sigue siendo incierta.

Los universitarios en Venezuela han tenido que sumar a la preocupación por las clases, los exámenes y las lecturas, la preocupación por el futuro, por el abastecimiento de sus hogares y por encontrar una forma de sobrevivir. Directo Bogotá contactó a tres estudiantes universitarios venezolanos que compartieron sus experiencias, la historia de su salida del país, y cómo están construyendo su futuro lejos de Venezuela.

Juan Daniel Villalobos, “la única forma de arreglar Venezuela es unidos y sacando al gobierno”

Son casi las 9 de la mañana, Juan Daniel acelera el paso para llegar a tiempo a una de sus clases en la Universidad Santo Tomás, donde cursa quinto semestre de ingeniería mecánica. Tiene 20 años y llegó hace tres de Maracaibo, porque ya “se veía venir la crisis que iba a pasar Venezuela y quisimos salir lo más antes posible”.

Llegó a Bogotá con su mamá, pero su papá y el resto de la familia continúan en Venezuela. Se comunica con ellos frecuentemente, esa es una de las formas que tiene para enterarse de lo que pasa en el país. Para él, la crisis venezolana es el resultado de “la mala gerencia del gobierno, todo lo que está pasando es por culpa de ellos, por la corrupción tan absurda que hay en Venezuela”.

Revisa constantemente las redes sociales, que se han convertido en su principal medio de información y que lo mantienen en contacto con sus amigos de Venezuela. “La mayoría de mis amigos ya se fueron del país, pero todos los que quedan allá me cuentan que es horrible todo lo que se está pasando”. Por eso, cada vez es más difícil mantener la esperanza acerca de una pronta solución a la situación de su país. A pesar de lo que enfrentan sus compatriotas, alberga la ilusión de que haya un cambio de gobierno; “si este gobierno se sale, que es lo que yo espero, el país se puede recuperar”.

Juan Daniel está convencido de la capacidad de movilización que tiene la juventud venezolana. Para él, es necesario que los universitarios paralicen el país; “cuando los universitarios allá se alzan, todo el mundo también lo hace, porque como los mayores siguen a los jóvenes”. La revuelta debe empezar por los venezolanos, y deben ser ellos los que movilicen a la sociedad para buscar un mejor futuro, pues finalmente el país que les tocará será el resultado de la situación actual.

La preocupación por su país se mezcla por la nostalgia que le generan las cosas que extraña de Venezuela. Las arepas rellenas y los tequeños le quitan el aliento y hacen que suspire profundo al recordar Maracaibo. Aunque se esfuerza para creer que su país será capaz de salir pronto de esta situación, Juan no piensa regresar cuando termine la carrera, al menos no si el régimen de Maduro se mantiene; “si termino mi carrera y el gobierno no sigue allá, sí pienso volver. Es lo que más me gustaría”.

Luis Miguel Valencia, “es muy fácil caer en una posición pesimista”

Luis Miguel tiene 25 años y estudia comunicación social y periodismo en la Universidad de la Sabana. Llegó a Colombia hace cuatro años, creció en Barquisimeto, estado Lara. Primero vivió con unos familiares en Pereira, a donde llegó solo. Los padres de Luis Miguel siguen viviendo en Venezuela.

Para este estudiante de sexto semestre es frustrante ver la situación que viven sus padres en su país. “Mis padres son profesionales y yo, un estudiante, estoy viviendo con mayores comodidades que ellos, eso es decepcionante, es súper desesperante”. Además, señala que tratar de enviar dinero o productos a su familia o amigos es difícil, porque nunca es seguro que lleguen a su destino.

Aunque al principio sus padres se opusieron a que Luis Miguel abandonara el país, hoy reconocen que fue una decisión acertada, pues en Colombia su hijo encontró educación de calidad y la posibilidad de construir un futuro para su vida, algo que la situación actual de Venezuela no permite.

A Luis Miguel le apasiona el periodismo económico y lo impresiona cómo la situación económica y social de su país se ha ido agravando rápidamente. “Es difícil explicar cómo ha cambiado tanto en tan poco tiempo, incluso en la parte monetaria. Yo no conozco los nuevos billetes y ya se me hace raro manejar nuestra moneda porque para mí es incomprensible que algo que a mí me costó 100 bolívares ahora cueste 3000 bolívares, es una cosa absurda”.

Pero no solo le preocupa la situación económica, también ve con admiración el trabajo que hacen los periodistas venezolanos para contarle al mundo lo que pasa en Venezuela. Los venezolanos están preocupados por satisfacer sus necesidades básicas y eso puede poner en un segundo plano su interés por la información, “incluso para el periodista de allá porque el primer plano va a ser su alimentación, su seguridad y todas esas cosas”. Los periodistas luchan por contar la verdad, por enfrentar la censura y por mantener a sus familias.

Ve con poco optimismo el futuro de su país, ya que “las generaciones más jóvenes están creciendo con ese modelo político, social, con esa estructura, y como no conocen otra cosa, no pueden añorar un sistema distinto”. La situación de los venezolanos que siguen en su país está marcada por las carencias que les impiden buscar suerte en otro país. Sin duda, hay una epidemia de desesperanza en su país, que se refuerza en quienes, como dice Luis Miguel, “no van a luchar por algo que nunca tuvieron”.

La situación de Venezuela le hace pensar en la corrupción y la violencia, que se han desbordado hasta producir la explosión de la problemática social. Luis Miguel prefiere las redes sociales y los medios alternativos para seguir la actualidad de su país. Aunque valora el esfuerzo de los jóvenes y las movilizaciones que han hecho, siente que se quedan cortas para generar un verdadero impacto que ayude a cambiar la situación en el corto plazo. Y cómo no ve un cambio pronto, asegura que no piensa regresar a Venezuela, que el regreso a su patria no fue una opción desde que salió de ella para buscar un futuro diferente.

Pero el pesimismo no se convierte en indiferencia. Desde Bogotá ha participado en campañas para recoger artículos de primera necesidad para su país, y no deja de motivar a los amigos que le quedan del otro lado de la frontera para que terminen sus estudios, para que, a pesar de la desesperanza, hagan un esfuerzo más y se atrevan a soñar en grande. Luis Miguel es muy generoso en sus observaciones acerca de Colombia; la educación, por ejemplo, es algo que destaca al hacer comparaciones con su país. No es para menos, en este país ha encontrado oportunidades y en menos de tres años se hará profesional.

A eso se suma su afecto por este país. “Yo no me siento exiliado de mi patria, efectivamente a mí me gusta Venezuela y hay cosas que añoro y que echo de menos de mi país, pero también me gusta Colombia y eso lo cambia todo”.

Carla Florio, “¡Que no se enfríe la calle!”

Carla es una joven ítalo-venezolana de 24 años y está en décimo semestre de relaciones internacionales en la Pontificia Universidad Javeriana. Hace cinco años llegó de Maracaibo, después de las elecciones por la Presidencia en las que se enfrentaron Enrique Capriles Y Hugo Chávez. Acordó con su mamá que si ganaba Chávez se iría del país; “ganó Chávez y al día siguiente yo ya estaba aplicando a la Javeriana”.

La situación de su país es compleja y se remonta a problemas de vieja data que siguen sin ser resueltos. En su opinión, la crisis actual “es el resultado de instituciones que no son fuertes y de una oposición que es una mierda, igual que es el chavismo”. Le duele su país y por eso mismo reconoce que “aunque no debería, evito leer noticias de Venezuela porque me deprimo y lloro y siempre me siento muy mal”. Pero no hay posibilidad de escapar a la realidad; para Carla, las redes sociales y su familia son las principales fuentes para enterarse de lo que pasa en Venezuela.

Si la situación de su país al deprime, el valor de la juventud la enorgullece. Son ellos quienes lo han dado todo en las calles y se esfuerzan por mantener la lucha; “me gustaría que continuaran en eso y que no se enfríe la calle. Los adultos deberían apoyar más a los jóvenes porque ellos son los que están dando la vida por el país”.

La situación actual de su país también ha reforzado la desigualdad económica. Hoy, “los que están en una buena posición social o económica en Venezuela son las personas que han tenido dinero toda la vida o los chavistas”. Los extremos en la riqueza y en la pobreza hacen que la posibilidad de un consenso social para buscar la salida a la crisis sea más difícil. A Carla le preocupa la evidente destrucción de la clase media, pues no cree que esta se pueda recuperar en el corto plazo.

No solo las malas noticias de su país la hacen pensar en su tierra; la comida es el detonante de la memoria, y la traslada de inmediato a Venezuela. Además, guarda el recuerdo del puente sobre el lago de Maracaibo como la postal de recuerdo de su ciudad.

Carla Florio: su lugar favorito es el Puente sobre el Lago

Carla, igual que Luis Miguel, Juan Daniel y muchos otros venezolanos no piensa regresar a su país cuando termine la carrera. Es apenas normal que, como señala Luis Miguel, pensar en un regreso en la situación actual sea ingenuo y hasta insensato. Ante este panorama, qué le espera a un país que aleja de su tierra a los jóvenes; la historia será la encargada de juzgar a quienes causaron el exilio de la juventud venezolana y la obligaron a buscar un futuro lejos de su patria.


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