Hace unas semanas se presentó por séptima vez ante el congreso de Argentina un proyecto de ley que pretende que las mujeres puedan abortar dentro de las 14 semanas de gestación, si así lo desean, eso sí, bajo las tres causales que se ha aprobado en el resto de América Latina: violaciones, riesgo de vida de la madre y malformaciones. Además, con la condición de que sea gratuito y respaldado económicamente por la EPS.
Manifestación por la despenalización del aborto en Argentina // Tomada de Flickr.com
Si bien es cierto que estas tres condiciones ya están estipuladas legalmente en algunos países, no son lo suficiente eficaces ni en Argentina ni en otro lugar de Latinoamérica. Según la Organización Mundial de la Salud, el aborto inseguro es una de las cuatro causas principales de muerte materna en el mundo, ya que 18,5 millones de mujeres abortan en países en desarrollo y el 13% de ellas mueren.
En Colombia la norma estipula estas tres mismas razones para poder abortar. Sin embargo, solo tres EPS de 2.500 que existen en el país dan total gratuidad a esta intervención. En las demás es necesario pagar en su totalidad o al menos parte del procedimiento. Por estas y más razones, no es extraño que se reabra el debate del aborto en diferentes países cuando no se les garantiza a las mujeres poder ejercer ese derecho con tranquilidad y gratuidad, lo que convierte el aborto legal en un privilegio, no en un derecho. Las mujeres de menores recursos están muriendo por abortar ilegalmente.
Así que mientras el Estado no garantice las condiciones para ejercer este derecho, las mujeres seguiremos informándonos y abortando por medios riesgosos que atenten contra nuestra vida y dignidad. Es necesario avanzar en educación sexual, generar conciencia de la autonomía reproductiva y superar la brecha del conservadurismo.
Durante años las mujeres hemos luchado por superar la gran distancia de equidad que existe en el mundo; por ello es importante reabrir este debate para poder decidir por nuestro cuerpo, decidir nuestro futuro y construirlo de acuerdo con nuestros sueños y convicciones. Despenalizar el aborto en estos tres casos es el comienzo de una liberación femenina necesaria para reducir los niveles de mortandad por esta práctica.
El aborto ya no es un tabú sino un tema de salud pública al que el Estado debe dejar de hacerle el quite; es cuestión de Derechos Humanos y debe alejarse de las convicciones religiosas y subjetivas de nuestros gobernantes y aferrarse a la ley, no debe desviarse hacia un tema de feminismo sino, como lo demostraron en las campañas de Argentina, hacia una petición colectiva, hacia un grito global.