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Comprando la fama

Natalia Rivero // Periodismo Digital


La corrupción se asocia usualmente a las entidades estatales. Sin embargo, este fenómeno también afecta a las industrias culturales y no permite el surgimiento de artistas emergentes.

El Terrible Tarantismo ha puesto a bailar a las personas con su Gypsy Swing. Fotografía: Natalia Rivero Gómez

“El gitano lleva mucho de rebelión, son los ingobernables. Ese sonido es sonido de rebelión. También importa cómo se percibe. No importa lo que dices si la gente no lo entiende como es”, dice Kero mientras toca algunas notas en su acordeón. No es de aquí. Tiene un turbante con estampado de leopardo café oscuro que le cubre parte de su cabeza. Canta. Es inentendible, no es español ni inglés. Es turco.

Antes se le veía tocando con El Terrible Tarantismo, su banda, por la carrera séptima, pero las exigencias de la nueva Alcaldía los hicieron dejar los andenes, su teatro. Hoy están parados sobre las tablas del escenario de L’Aldea, un centro cultural en donde se presentan los artistas independientes de la ciudad.

–¿Alguna vez han sonado en radio?, le pregunté a Kero.

–No, no somos comerciales. No venimos a traer música de los Balcanes para hacerlo como un género divertido. Traemos música para hacer una expresión de nuestra vida y la vida de todos. No voy a expresar mi molestia en música de circo.

Sus CDs los ofrecen a $5.000 pesos. No les interesa hacer montones de dinero, porque prefieren vender más discos para que mucha gente pueda escucharlos. Según un artículo de Cartel Urbano, han logrado ventas de aproximadamente 15.000 discos en las calles, pero aún son muy pocos quienes los conocen. La única forma de encontrarlos es por los eventos que crean de sus conciertos en Facebook o en el septimazo. No suenan en la radio. “Somos demasiado pequeños. Ya saben que nosotros no tenemos dinero para pagar”, explica Kero.

El acto de mover el arte con plata

Payola. Dícese del acto por el cual los productores de contenidos musicales –disqueras, managers o artistas– acuerdan con un medio -una emisora- el pago con dinero o regalos a directores y/o discjockeys por difundir sus producciones. Esto se considera como una práctica restrictiva de la competencia, pues quienes no cuentan con los fondos suficientes para hacer este tipo de tratos no suenan en las emisoras comerciales.

Pay to Play -pagar para sonar- es el término con que se dio a conocer desde los años 50 y proviene de Estados Unidos. En ese país ya existe una legislación que prohíbe este tipo de pactos. Los considera ilegales, porque se relaciona con la evasión de impuestos y la práctica desleal. A Colombia la Payola llegó entre las décadas de los 60 y 70. Actualmente continúa aplicándose sin normatividad alguna que la regule. Se habla también de la Antipayola, que es pagar para que alguien -la competencia- no suene.

En la comisión sexta de la Cámara de Representantes se radicó en 2017 el Proyecto de Ley N° 125. Con este se buscaba reglamentar el sector de la música como una “actividad artística y cultural en sus dimensiones simbólica y mercantil; regulando un marco general de actuación para las instituciones públicas, los agentes del mercado, los músicos y demás actores de la música”. En términos más sencillos: no querían prohibir la payola, sino buscar que los medios privados empezaran a decir públicamente qué contenidos se emitían por pagos acordados legalmente.

La iniciativa proponía que las emisoras empezaran a cobrar a los artistas por la difusión de sus producciones musicales. La tarifa de cobro iba a ser fijada previamente por la organización y debía hacerse pública. La Superintendencia de Industria y Comercio se encargaría de vigilar y sancionar este proceso. La principal condición era que no se podría tener más del 60% del contenido pago.

Esta iniciativa se hundió –para bien de los artistas independientes– cuando la Viceministra de Cultura del gobierno anterior, Zulia María Mena, le escribió al secretario general de esta comisión de la Cámara de Representantes pidiendo que considerara archivar el proyecto, porque se “corre el riesgo de conformar un espacio de privilegios y gestión burocrática al servicio de intereses particulares de un sector independiente de prácticas musicales urbanas”, señaló en el texto.

“La payola es corrupción, sin lugar a dudas. Sería la muerte de la radio. Quien no tiene dinero no va a pagar por sonar. Los que tienen muchos recursos sonarían. Sería la muerte contundente de la música independiente colombiana”, aseveró ‘El Profe’ Álvaro González, director de Radiónica, una cadena radial que hace parte del sistema de medios públicos (RTVC).

María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, además de ser artista plástica es Representante a la Cámara por la lista de Decentes. Pertenece a la comisión sexta de este organismo, la misma que impulsó el Proyecto de Ley en el gobierno pasado. Ella no considera que la alternativa sea prohibir esta práctica, sino que se necesita ser más ambiciosos en la legislación. “Es importante avanzar en una garantía de derechos de los profesionales del sector, en el tema de derechos de autor. Se trata de proteger a los pequeños productores y en general fomentar la creación y el arte en nuestro país”, aseguró la Representante.

Totó La Momposina afirmó en una entrevista realizada en 2017 por Publimetro que es muy difícil hacer música ancestral en un país donde no la ponen. “(...) No suena en la radio. Solamente en una que otra emisora porque yo no pago”, dijo la cantaora. Por eso, los medios públicos continúan siendo una alternativa para que los nuevos sonidos y los tradicionales circulen con libertad por el espectro electromagnético.

“Como radio pública tenemos una misión que está relacionada con las nuevas propuestas musicales en Colombia. Obviamente eso no es taquillero. La tarea es mucho más difícil porque hay que saber explorar, saber buscar”, cuenta Iván García, director del comité de programación musical de Radiónica.

De hecho, desde septiembre esta emisora va a implementar una nueva forma de escoger los sonidos que entran a la reproducción diaria de la emisora: los comités con oyentes. Actualmente, los integrantes del comité de programación se reúnen para mostrar sus nuevos descubrimientos musicales y escoger cuáles van a sonar diariamente. “La programación de una emisora no es lo que uno programa en la casa”, afirma ‘El profe’ Álvaro González. Al permitir que los radioescuchas seleccionen bajo su criterio y califiquen la nueva música colombiana e internacional que llega a la emisora, se podría eliminar ese rol del experto que decide qué va a escuchar su público. Sería una música escogida por el público y para el público.

–Prohibir la Payola es como prohibir la marihuana, eso va a seguir pasando–, dijo Santiago, el vocalista de Nicolás y Los Fumadores. Una banda de la escena independiente de Bogotá que estaba tocando para un público de doce personas en el cierre de un festival de cine en Zipaquirá. Entre los asistentes había varios ancianos, tres niños de aproximadamente siete años y una niña de la misma edad. Más sillas vacías que fanáticos.

Letras como “No me dejas fumar que porque tienes asma” de su tema Bruce y Margaret pasaron por ‘Demo Estéreo’, el programa de Radiónica que le permite a las nuevas agrupaciones mostrar su música al público en radio abierta. En esta emisora y en la Radio Nacional de Colombia, ambas de RTVC, tienen la misma dinámica para la selección de nuevos contenidos: un comité de radio musical que se reúne a discutir los nuevos descubrimientos de la música mundial no comercial. “Yo vengo de una radio cultural que siempre se ha preciado de lo que suena es por un criterio. Ese criterio no es económico, es artístico”, cuenta Juan Carlos Garay, periodista cultural de la Radio Nacional.

“Tenemos Deezer, iTunes y Spotify. De ahí no nos llega mucho, pero usamos Youtube y Facebook también. Para que tengas remuneración tienes que tener muchos seguidores. Todavía no nos ha ido muy bien en verdad. Tenemos esperanzas para crecer de otra manera”, explicó Kero, el líder de El Terrible Tarantismo.

En México, el modelo de regulación que se utilizó para regular esto incluye el establecimiento de tarifas públicas. En Venezuela, se promulgó una ley en donde se ordenaba que el 50% de los contenidos fueran nacionales, pero durante la madrugada transmitían todo lo que no podía sonar durante el día. En Francia se controla el número de veces que suena una canción al aire. La Payola está permitida, pero si exceden el número de veces que un tema suena al aire, los precios suben. ¿Para qué? Para que los promotores prefieran promover varios artistas, con esto no tienen que pagar de más.

“Legalizar la Payola me suena como legalizar la corrupción. Me parece un absurdo el mismo concepto. Quienes puedan pagar eso, son los que tienen o una casa disquera muy grande que los respalde o unos fondos privados que, dados esos precios, podrían ser incluso de dudosa procedencia-”, dijo Juan Carlos Garay.


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