Desde el barrio La Concordia, ubicado en La Candelaria, aún se aprecia un recuadro de lo que un día fue la imponente naturaleza sepultada por la urbe que ahora es Bogotá. ¿Algo aún nos conecta con lo que es ahora la sombra de la biodiversidad?, ¿hay algo que nos conecte a lo que un día fueron nuestros ritos, orígenes y cultura ancestral? al menos, ¿algo nos conecta a otra cosa que no sea el enchufe de luz que carga nuestro celular? Como expresa el escritor y periodista Sergio Ocampo Madrid, “esta es una ciudad ajena a la historia, sin certeza ni interés por su origen, sin fiestas ni espacios sagrados”, algo que se refleja a la perfección en su narración El urapán que comía cometas, que hace parte de colección de cuentos publicados por Ocampo en 2009, llamada A Larissa no le gustaban los escargots.