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Johanna Verdugo Romero -

El anonimato de la discordia


Versión online columna NYT, tomada el 24 de octubre de 2018

Nunca una columna de opinión anónima había causado tanto revuelo. Alguien, de su misma ralea, hizo que Donald Trump sintiera como si una puñalada se clavara en su espalda. La Casa Blanca vivió, o vive, “días de furia” debido al texto publicado por el New York Times, la crema de la crema del periodismo mundial. Pero no solo tiembla Trump, sino también las bases que algún día forjaron el oficio periodístico, pues una columna sin nombre rompe todo lo que alguna vez se conoció como “ética periodística”.

Así entonces, el debate está servido sobre la mesa: ¿fue o no ético que el New York Times publicara una columna de opinión anónima? ¿La situación excepcional por la que está pasando Estados Unidos justifica la ausencia de firma? Argumentos de un lado y de otro no se hacen esperar. Sin embargo, creo que esto va más allá y hace entrever otros problemas que trae consigo el anonimato de la discordia.

Comulgo con la idea de que los medios de comunicación deben ser un espacio abierto para el debate público, en el cual se expongan las dos caras de la moneda. Pero ante tal ataque hecho desde el New York Times, no se ha presentado una opinión de la contraparte; dejando en el limbo una regla de oro del periodismo. También, profeso que el periodismo debe escudriñar y contrastar la veracidad de todo antes de emitir cualquier sentencia, y en este caso, el NYT se casó con las palabras de su escritor enmascarado, pasando por alto ese pequeño detalle.

Entonces, lo que hizo el diario más prestigioso del mundo fue una bofetada a dos manos. Con la derecha hizo arder en cólera al presidente de los Estados Unidos, y con la izquierda le dio un golpe bajo al periodismo; escudado en la “contribución al conocimiento público”. Esto solo provoca que el incendio en el que se está convirtiendo la relación de Donald Trump con los medios de comunicación se enfurezca en lugar de apaciguarse. Y no, eso no quiere decir que no se siga ejerciendo ese cuarto poder vigilante; sino que este se debe hacer con astucia, pero sobre todo con responsabilidad.

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