María Jozame se fue a vivir a Brasil a los 10 años. Desde el primer día de colegio fue víctima de los estereotipos que Chimamanda Ngozi llama como la Historia única. Una reflexión a partir de la experiencia de una niña que debe adaptarse a una cultura que es distinta a la suya.
FOTO: Fotografía de Brasilia tomada por Tony Jozame
Tenía 10 años cuando empacamos las maletas y nos fuimos a vivir a Brasil. Sí, Brasil, el país de la samba, el fútbol y la gente alegre. Para mi era una novedad, no había tenido la oportunidad de visitar ese extraordinario lugar que describían mis padres cada vez que recordaban su luna de miel. Las Cataratas de Iguazú, el Carnaval de Rio de Janeiro, el Pao de Açúcar y el Cerro del Corcovado eran algunos de esos sitios de los que ellos me hablaban con asombro y mostraban bellas imágenes en revistas y programas de televisión. ¡Qué ansiedad tenía de llegar!
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Debo decir que mis expectativas fueron superadas. Efectivamente, Brasil es un país maravilloso, lleno de colores, sabores y, sobre todo, personas muy amables. El idioma no es tan fácil como creía, pero estaba segura de que poco a poco lo iría entendiendo cuando entrara al colegio. Después de una semana, ingresé a quinto de primaria de la Escuela Americana de Brasilia, donde estudiaba gente de todas partes del mundo, en especial, de Brasil, claro.
El primer día de colegio para un alumno nuevo siempre es traumático, especialmente para personas tímidas e introvertidas como yo. Era apenas una niña intentando adaptarme a una nueva cultura y, además, en otro lenguaje. Aquel día, dos compañeritos se acercaron y me preguntaron en inglés, de qué país venía, a lo que les respondí sonrojada: “De Colombia”. Inmediatamente, con una sonrisa pícara me preguntaron acerca de las drogas y del grupo armado de las Farc. No supe qué decir.
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Así como Chimamanda Ngozi comenzó a entender la reacción de su compañera de cuarto en EEUU, yo comprendí, después de un tiempo, aquellos comentarios que hacían mis compañeritos (de 10 u 11 años). Si yo hubiese nacido en Brasil, probablemente hubiera crecido con las imágenes trágicas y sangrientas que presentaban los medios de comunicación brasileros en los noticieros y periódicos, con respecto a Colombia. Era la única versión que les contaban sobre mi país, la de un realismo trágico.
Me hubiera gustado que les mostraran imágenes de los hermosos paisajes, las playas, la gastronomía, los emprendimientos, y todo aquello que hace de Colombia un país fascinante. Dado que los medios no lo hicieron, yo misma me encargué de darles una nueva versión de la historia de Colombia.
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