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[Especial Bicentenario] La arquitectura del bicentenario: los cimientos de una nación

Por: Álvaro Hernández - Daniel Bello// Periodismo Digital


Directo Bogotá hizo un recorrido por las obras arquitectónicas del bicentenario más importantes de la capital; el uso de tejas en los techos, los jardines interiores y los pisos de terracota son algunas de las características de las estructuras de esta época.

FOTO: Conocida en sus inicios como calle real, la avenida carrera séptima fue la principal vía de la Bogotá de antaño. Fue construida sobre un viejo trazado indígena que conectaba el centro de la ciudad, a través del actual Usaquén, y conducía hacía Zipaquirá.

La ruptura política que trajo el paso de la colonia a la república afectó económicamente al país durante prácticamente todo el siglo XIX, algo que tuvo efectos negativos en diversos sectores del desarrollo, incluyendo la infraestructura. Es por ello que la arquitectura de esta época no dejó muchas obras notables, y por consecuencia no tuvo evoluciones con respecto al periodo colonial.

Bogotá era una ciudad de montaña, la meseta en la que nos acostumbramos a vivir no refleja la vida de aquel entonces. Antaño la ciudad no tenía más de 25 mil habitantes, y su tamaño no era superior al de la actual localidad de Chapinero.

La independencia nacional no fue la única herencia que nos dejó el 7 de agosto de 1819. El nacimiento del país también implicó la generación de una identidad, la cual se ve reflejada en los lugares que hoy en día son patrimonios nacionales. Gran parte del patrimonio arquitectónico de Bogotá, se encuentra en el centro histórico de la ciudad. Más de 400 años de evolución estructural se encuentran reunidos en unas cuantas cuadras, donde se puede disfrutar desde las calles adoquinadas de los primeros barrios en La Candelaria, hasta el edificio más alto del país, recientemente inaugurado, a tan solo unas cuadras de diferencia.

 

Para conocer un poco más de la riqueza cultural del centro de Bogotá mira: El centro es realismo maravilloso

 

El paso de la colonia a la república trajo enormes afectaciones económicas que dificultaron el desarrollo del naciente país en diversos aspectos, incluida la infraestructura. La pobreza que dejaron las guerras de independencia, la falta de materiales de construcción, así como el escaso capital que se invertía en arquitectura fueron características fundamentales para que, a diferencia de otros periodos de la historia, en prácticamente todo el siglo XIX, no se gestara un movimiento arquitectónico dominante en Colombia.

Fue el estilo colonial, llegado a Colombia con las conquistas españolas, el que, por sus facilidades en la obtención de materiales, perduraría con ligeras variaciones por más de 300 años. Sus principales características venían de España; la utilización de ventanas muy altas y muros macizos, el uso de materiales como el yeso y el barro, y la construcción de jardines internos en las casas coloniales; las tejas coloniales como reemplazo de la paja, la utilización del hierro para las ventanas y los pisos de terracota son otras características del periodo.

En la siguiente galería, podrás detallar las características arquitectónicas de las construcciones simbólicas de Bogotá que presenciaron el bicentenario.

La arquitectura civil también se planimetró de acuerdo a un clásico modelo reticulado, basado en las órdenes reales, donde se decía exactamente cuáles debían ser las dimensiones de las calles, el largo y ancho de la plaza central, y cómo debían construirse las casas siguiendo un trazado en damero, es decir, formando manzanas. La más famosa de esas primeras caras de la Bogotá del bicentenario es sin duda la Casa del Florero. Esta edificación, símbolo icónico del proceso de independencia colombiano, se construyó a finales del siglo XVI.

Las crisis de la naciente Colombia, que era uno de los países más pobres de la región en esa época, no fue un obstáculo para la fe católica que rápidamente se arraigó en la sociedad. Es por ello que una de las estructuras arquitectónicas más destacadas de esa primera mitad del siglo XX es la Catedral Primada de Bogotá, símbolo de la religión en el país y uno de los principales ejemplos del estilo arquitectónico que se gestó a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX: el estilo neoclásico.

Este estilo tuvo una gran influencia del contexto político de la época, es decir, del proceso de independencia que se gestaba. Su evocación de los estilos clásicos europeos se evidencia en construcciones sobrias, con elementos de la cultura románica y griega, como las columnas, los capiteles o el uso de la piedra en las estructuras. El Colegio Mayor de San Bartolomé (1604) y el teatro Cristóbal Colón (1892) son notables ejemplos de la aplicación arquitectónica de este estilo.

Finalmente, El Capitolio Nacional, cuya construcción inició en 1848, no solo es el más importante exponente del estilo neoclásico, es una edificación cargada de significación y de sentimientos nacionalistas, que exponen los deseos de un país naciente. Ya no solo de libertad, sino de progreso en un pueblo que pocas señales daba de ello. El sentimiento colectivo de una nación se ve presente en esta estructura, donde la mayor parte de la población eran campesinos que poco se imaginaron que más de 150 años después en Colombia se seguirían enorgulleciendo por el valor de dicha obra.

Si quieres conocer más lugares en la ciudad de interés, mira el mapa de ruta por la arquitectura del Bicentenario

 

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