La Historia secreta de la música, la más reciente publicación de Alejandro Marín, explora cómo los géneros musicales conocidos como ‘populares’ están directamente relacionados con los fenómenos políticos y culturales de la sociedad. Valeria Ramírez presenta una reseña del libro.
FOTO: Tomada de GettyImages.
Leer la obra de Alejandro Marín comenzó como una iniciativa para escapar de los textos de política e historia. Para sorpresa de algunos, esta elección no coincidía con mis aportes de clase y en general con los temas de los que suelo hablar, pero en realidad apelaba a un interés mío del cual pocos conocen; la fascinación por la música como elemento cultural, de entretenimiento y de expresión emocional.
En sí, el título me llamó la atención porque su amplitud daba la oportunidad de imaginar infinidad de cosas sobre su contenido y lamento decir que es una de mis críticas hacia el autor. Para el tipo de contenido que ofrece Historia secreta de la música, el título se queda corto; un poco en el aire. Dice mucho y a la vez nada. Tal vez fue cuestión de marketing escoger un título que hiciera alusión a la curiosidad del lector o al morbo del mismo, intrigado por los oscuros secretos que esta industria tiene tras de sí.
No obstante, para el análisis y los relatos, utiliza como argumento el desarrollo de la música como elemento político de la sociedad. Me atrevo a decir que el título es mediocre y para nada afín con los escenarios que plantea a lo largo de sus páginas. Ahora bien, el enfoque que toma de la música es supremamente acertado. A medida que me sumergía en las primeras páginas entendí la intención de Marín por ofrecer una obra que desglosara a la música popular, como un todo, catalizador de transformaciones y fenómenos sociales.
La expresión de la sexualidad, el auge de las juventudes, la inserción de la mujer como musa, sus efectos en la guerra y en las emociones, su relación con las drogas, con la violencia y el amor, son algunos de las áreas que este autor abordaba desde sus experiencias para explicar el porqué de los conceptos que giran alrededor de la música.
Cabe aclarar que durante todo el libro, Marín hace referencia a la música popular y es preciso decir que aunque esta abarca una cantidad inmensa de géneros, no los incluye a todos. De allí mi crítica a la amplitud de su estructura y nuevamente, del título en sí. Ese juego de palabras que ornamentan un trabajo escrito, la cereza del pastel que representa la síntesis de todo un texto, desafortunadamente dejó caer a la música en el lugar común de su entendimiento como objeto, como algo, sin especificar si se le iba a entender como fenómeno, como expresión artística, como elemento cultural o como industria.
Relacionado con el tema: Un recorrido musical
En este orden de ideas, a medida que relataba las vidas de diferentes cantantes, íconos de múltiples géneros para personificar los impactos políticos y sociales de la música popular tanto en sus vidas como en la sociedad de los sesenta y setenta, así como la de hoy en día, percibí que en este contexto la música tomaba forma de concepto, sin dividirla en géneros, ni olas artísticas. La humanizaba desde sus artífices hasta sus consumidores.
En ese sentido rescato la habilidad que tiene para encontrar las convergencias de las olas artísticas y de los géneros, explicándolas dentro de las dinámicas sociales. A simple vista, el reggaetón y el rock son polos opuestos que no comparten nada en su fabricación, su estilo y mucho menos en los instrumentos que usa. Sin embargo, si algo es preciso en este libro es la relación inminente de todos los géneros de las masas, sea vallenato, blues, indie, grunge, reggaetón o rock. No solo porque todos son géneros musicales, sino porque universalmente apelan a fenómenos que están presentes en el hombre sin importar su cultura o su procedencia: El amor, la guerra, la muerte, el sexo, la política.
En ese sentido, este libro permite hallar congruencias donde se cree que no las hay, se logra entender como algo tan flexible como la música puede generar impactos tan complejos en el desarrollo de la persona; de la mujer por ejemplo, del adolescente, de la fan. Cosas que hoy en día se dan por sentado y que probablemente cruzaron la mente de algún pensador curioso que se preguntó sobre el origen de estas figuras, pero que en la ingenuidad de asumirlo como algo de ‘siempre’, decidió dejarlo de lado.
Así pues, fue ameno encontrase con un estilo poco académico, en las páginas de esta obra. Leer prácticamente la antítesis de las normas de escritura y lenguaje, el uso del spanglish, las opiniones incisas, las expresiones coloquiales; todos propios de una conversación entre colegas y no de un documento escrito. La mezcla de estilos, de la primera y la tercera persona, hicieron del texto un diálogo con el autor sobre sus conocimientos de música popular, más que una lectura sobre un tema corriente.
Y me refiero a sus conocimientos, porque aunque no conozco con exactitud el género de esta obra ni la clasificación que Marín le daría, la ausencia absoluta de fuentes me hicieron cuestionar más de una vez el proceso investigativo que tuvo que realizarse para la fabricación de la obra. De alguna forma, al ser una figura tan notable de la radio juvenil, y llevar tanto tiempo trabajando en esta industria, la experiencia le da a la persona cierto nivel de dominio y autoridad que debe ser manejada con cautela. Me causó gracia y un poco de extrañeza la propiedad con la que el autor revelaba secretos de artistas como las golpizas de cantantes como John Lennon, Ozzy Osbourne, Tommy Lee e Ike Turner a sus esposas o el escándalo por parte del Papa Juan Pablo II sobre el video de la canción Like a Prayer, así como de significados aceptados como tendencias de la música popular: el talento y la apropiación de la sexualidad.
Sin embargo, ¿Quién afirma estas cosas? ¿A caso las experiencias y el conocimiento del autor son lo suficientemente válidas para ser aceptadas como términos absolutos de referencia sobre el desarrollo de la música popular en el siglo XX y lo que llevamos del XXI y su impacto en las masas que las han protagonizado? ¿Qué sucede con los géneros de otros países, con la música popular de Oriente, de Europa, de Oceanía? ¿Qué ocurre con los géneros que no han alcanzado un nivel internacional de reconocimiento y que por el contrario atesoran lo valioso de la tradición cultural y el regionalismo, de lo autóctono? .
En ese sentido, al llegar a las últimas palabras del autor, me quedó un sabor a petulancia sobre la forma en que recopiló la información. No sé cuál fue el proceso para la definición del tema, o si fue a partir de sus vivencias que se consideró pertinente abarcar la música de occidente desde el siglo XX. No considero que sea errónea la perspectiva escogida. De hecho la estimo congruente, coherente y aceptada, pero sí creo que en medio del prestigio con el que se le trata al autor en los temas de la música, se olvidó el valor de las fuentes, de los datos, del proceso académico o científico quizás para la delimitación de un tema.
En ese mismo sentido, aunque, con las maravillas de la tecnología logró insertar una lista de reproducción acorde a las canciones y los artistas incluidos, para así traer a la vida los escenarios descritos en esta obra, se limitó el entendimiento de la obra en sí, puesto que fue escrita asumiendo que el lector conoce a estos artistas y por ende la contextualización mínima es suficiente para dar a entender que Carla Morrison es la princesa del indie latino y en eso recae la genialidad de J Balvin como artista del reggaetón Marín (2019).
Así pues, aunque esta obra cautiva por lo inédito de sus datos y demuestra la pasión y el dominio absoluto que se puede lograr sobre un tema determinado gracias al seguimiento cercano realizado a lo largo de muchos años, enseña igualmente que por más especializado que un periodista o cualquier experto esté en cualquier tema, el valor de las fuentes y los datos son cosas perpetuas que en la medida que afianzan lo que se dice, le dan mayor credibilidad al experto. Es decir, en la fuente y en el dato, recae el reconocimiento de la investigación y la preparación del experto, del periodista especializado.
Historia secreta de la música, me permitió explorar la música desde otra perspectiva, desde su faceta política e histórica pero sobretodo humana. Me permitió explorar géneros y eminencias musicales para mí desconocidas, que aunque recaen, insisto, en las experiencias y perspectivas sesgadas del autor, gozan de un nivel alto de credibilidad gracias a su experticia en el tema. Una obra que en medio de su irreverencia, propia de la música popular de las masas, en alguna que otra ocasión se dejó llevar por la inspiración y olvidó la fuerza de la validación de la cifra, el dato o la investigación académica. Al fin y al cabo, consumirla me permitió entender este fenómeno como algo que va más allá del baile y el canto y es eso creo yo, su aporte más valioso.
Comments