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Volcánicas y Siete Polas: las feministas rebeldes del periodismo y la literatura

Por: Zamira Caro Grau // Revista impresa


Directo Bogotá habló con las representantes de los portales feministas Volcánicas y Siete Polas acerca de sus historias y sus plataformas digitales. Desde allí, estas buscan practicar e impulsar su activismo a través de la literatura y el periodismo feminista.

ILUSTRACIÓN: De Susana Díaz

Matilde y Carolina tienen en común la pasión por la literatura y el feminismo. Ambas crecieron para convertirse no solo en portadoras de voz de aquellos que no todos escuchan, sino también en creadoras de contenidos que no todos quieren leer. Aunque diferentes, sus historias se juntan en la búsqueda por crear una sociedad donde las mujeres puedan hablar sin temor. Volcánicas y Siete Polas, ambos proyectos feministas, son ejemplos de espacios diseñados por voces de mujeres, para que se escuche la voz de la mujer; también de las diferentes maneras de actuar que existen para ellas.


Por un lado, los escritos de Siete Polas comprenden el feminismo desde la perspectiva de siete mujeres distintas. Ellas viven y experimentan diferentemente el día a día, y se juntan en cuestiones de género para crear un espacio de enseñanza donde se celebra la diferencia. Volcánicas, por otro lado, ejerce un periodismo feminista que le da voz a mujeres, sin que sientan temor a ser juzgadas. En sus investigaciones resaltan la necesidad de que en los medios tradicionales se traten todos los temas con enfoque de género y de que el periodismo deje de lado la imparcialidad cuando de violaciones de derechos humanos se trata.


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Matilde de los Milagros es la editora general del portal periodístico feminista Volcánicas, donde se publicaron recientemente los ocho testimonios en que se acusa al cineasta Ciro Guerra de violencia sexual contra mujeres. Ella es una de las ocho integrantes del colectivo feminista Las Viejas Verdes, que nació hace dos años; y también es la fundadora de Las Escribidoras, un grupo semanal de escritura creativa donde busca explotarse la voz de las mujeres de manera segura.


Nació en Manizales en una familia que le enseñó a cuestionar a todos los entes de poder y que, por ende, le enseñó a ser feminista. Su papá y su mamá la apoyaron siempre cuando de hacerse respetar se trataba: así criaron a una desobediente. “Nos enseñaron a ser desobedientes desde que éramos chiquitas”, comenta Matilde, recordando aquellas veces que se enfrentó a sus profesores del colegio porque le parecían irrespetuosos. Teniendo claro que no se obedece por obedecer, creció para convertirse en feminista.


Su trayectoria ha estado marcada por el feminismo, el periodismo y la literatura, y así llegó a Volcánicas, que nació como parte de una revista nicaragüense llamada Nómada (antes escrita en singular: Volcánica). Este proyecto acabó cuando el dueño de la revista, Martín Rodríguez Pellecer, fue acusado de acoso sexual, y Catalina Ruiz-Navarro, la actual directora de Volcánicas, decidió investigar esas acusaciones. Ella concluyó que eran ciertas, por lo que no podían continuar siendo parte de ese medio.


Escrito por ella, el primer artículo publicado al respecto se titula “Martín Rodríguez Pellecer: aliado y acosador”. En él da cuenta de las acusaciones, su relación con el director de Nómada y la decisión de llevar una investigación por su cuenta, en la que recolectó los testimonios de cinco periodistas acosadas por Pellecer. Después de este artículo hubo una segunda entrega, “Martín Rodríguez Pellecer: acosador y abusador sexual”, donde se mencionan siete nuevos testimonios que llegaron a Catalina tras la primera publicación.


Cuando se inició la investigación en el caso de Ciro Guerra, Catalina propuso hacer una nueva versión de su anterior proyecto: así nació Volcánicas. Matilde explica que este nuevo medio “atiende una necesidad que otros medios tradicionales no atienden, y es que las mujeres puedan llegar sin censura y puedan hablar de sus opiniones sin miedo a ser catalogadas como feminazis. Es un espacio seguro para feministas de toda la región, [donde] esperamos [que] puedan dar sus opiniones y hacer sus investigaciones”. El proyecto surge de la necesidad de tener un medio que cree contenido sobre y para mujeres, escrito y dirigido por mujeres.


Volcánicas ha logrado crear un espacio dentro del periodismo para la lucha feminista, en donde se busca hacer denuncias sin caer en la revictimización y el amarillismo de los medios tradicionales (sobre todo en cuanto a las historias de abuso). Por ejemplo, sobre las denuncias contra Ciro Guerra, Matilde comenta: “Las víctimas de acoso y abuso llegaron a nosotras a través de un amigo mío y nos reunimos con ellas la primera vez en calidad de feministas, para escucharlas. Ellas no habían contado su historia a nadie y querían primero saber cuál era nuestra opinión frente a lo que les había pasado”.


Como lo cuenta Matilde, la reportería de esta pieza se basó en “realizar distintas entrevistas, contrastar hechos, verificar datos, asegurarse de que las historias fueran verídicas y hablar con más de una fuente”. Finalmente, después de cinco meses, el 24 de junio de 2020 publicaron en español, francés e inglés el artículo titulado “Ocho denuncias de acoso y abuso sexual contra Ciro Guerra”.


Las consecuencias de este reportaje no tardaron en aparecer. “Ciro Guerra nos empezó a hacer una persecución judicial. Hizo uso de su dinero y de su fama para conseguir unos abogados muy poderosos que empezaron una estrategia que atropella todas las libertades de prensa y nuestros derechos como periodistas y como ciudadanas para intimidarnos y para silenciarnos. Porque lo que él y sus abogados pretenden es que nosotras no volvamos a hablar nunca más de él”, afirma Matilde. Por otro lado, los medios tradicionales colombianos no tardaron en reproducir el artículo y las reacciones que tuvo variaron entre mensajes de apoyo al cineasta como también a las víctimas.


Volcánicas busca ser una herramienta de ayuda para las mujeres que necesitan contar sus historias y que, por eso mismo, no temen romper con la regla de que el periodismo siempre debe ser imparcial. “Nosotras sentimos que el periodismo nunca debe ser imparcial cuando hay casos de violación de derechos humanos. La función del periodismo es hacerle oposición y veeduría al poder, y cuando somos neutrales en casos de violación de derechos humanos, lo que estamos haciendo es ser aliados del statu quo”, comenta Matilde.


De igual manera, para sus reportajes resaltan la importancia de usar términos correctos si se va a hablar de violencia sexual, para no caer en revictimización ni estereotipos. Con esto promueven un ambiente seguro para quienes quieran que su voz sea escuchada a través de las palabras de Catalina y Matilde.


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Carolina no tiene memorias de una vida en donde no supiera leer, pero sí recuerda la colección de cuentos de Disney en tapa dura que leía una y otra vez cuando era niña. Su relación con la literatura le regaló un mundo donde ella “ponía las reglas y hacía lo que quería”, y ese pensamiento eventualmente la llevó a convertirse en feminista.

 
 
FOTO: Logo Siete Polas. Archivo particular.

En 2017, impulsadas por el incipiente movimiento americano #MeToo, se juntaron un grupo de mujeres (Carolina, Paola, Vanessa, Daniela, María Paula, Juliana y Camila) para fundar Siete Polas. Esta organización comenzó siendo un blog donde se publicaban artículos semanales sobre feminismo y género desde lo cotidiano. Una integrante de Siete Polas que prefirió hablar desde el colectivo y no individualmente explica que “los temas de género son algo totalmente transversal a nuestras vidas. Tú no necesitas ser un experto o una experta en estos temas para poder participar en la conversación”. Hoy día la organización busca contribuir a la lucha desde la literatura y la acción.


Para comprender el efecto que tienen estos proyectos, debe ponerse en discusión qué se entiende por activismo y cómo se puede lograr desde la literatura y el periodismo. Carolina lo plantea de esta manera: “Si consideramos el activismo solo como una actividad de tiempo completo en la que las personas tienen como objetivo único derrocar un sistema político o social, habría muchas escritoras feministas que no necesariamente cabrían en esa definición. Sin embargo, para mí hay muchas escritoras, e incluso también escritores, que nos ayudan a ver con un lente crítico y a denunciar la realidad en la que vivimos las mujeres: el mundo machista y patriarcal.


“A los lectores eso les da el criterio y el lenguaje para observar la realidad y darse cuenta de que mucho de lo que percibimos como normal es profundamente dañino y va en contra de la dignidad de los seres humanos y de las mujeres en particular”, añade. Limitar la acción feminista a solo un aspecto físico de lucha implicaría no contar como acción o cambio obras muy importantes para la historia de este movimiento, como lo fue, por ejemplo, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir.


FOTO: Cortesía de Siete Polas. Archivo particular

Con la idea de que todos los temas en el mundo pueden ser vistos desde el feminismo, Siete Polas aborda temáticas controversiales y de las que poco se trabaja con enfoque de género. Escriben sobre el parto feminista, la violencia obstétrica, el sexo, el escrache y la economía feminista, entre muchos otros. Su plataforma en Instagram cuenta con más de 36 000 seguidores, y sus publicaciones crean dinámicas para invitar a otras feministas a ser partícipes de las discusiones de los distintos temas de coyuntura.


Así, existe un espacio en los comentarios para que los seguidores entablen discusiones al respecto, como ellas lo mencionan: “La plataforma se presta para mucha interacción. Nosotras siempre decimos que en Siete Polas no somos las predicadoras expertas en feminismo, sino que interactuamos con nuestros seguidores de manera muy horizontal. Estamos aprendiendo todo el tiempo sobre feminismo y estas interacciones nos han enseñado muchísimo”.


Sin embargo, también mencionan los peligros que esta red social puede presentar hoy en día para las mujeres: “Instagram puede ser un arma de doble filo, porque nos brinda todos estos beneficios, pero es una plataforma que puede perpetuar aquello que nosotros estamos intentando transformar desde el feminismo. Todo el tema del culto a lo visual, de causar ansiedad y depresión. Entonces, es importante cómo nosotros vamos a manejar el hecho de que estamos en un espacio que puede ser perjudicial para muchas mujeres y sobre todo jóvenes”.


En cuanto al trabajo que realizan en el blog, cada uno de sus artículos es escrito por una “pola” diferente. Del parto feminista y la violencia obstétrica, por ejemplo, resaltan que no existen cifras en Colombia; aunque es una problemática, aún está muy normalizada. En este artículo se explica la importancia de comprender la maternidad como algo deseado y no exigido por la sociedad, y se cuentan las experiencias por las que pueden pasar algunas feministas al quedar en embarazo. Alí aparecen preguntas de este estilo: ¿Cómo navegar la maternidad desde el feminismo?”, “¿cómo vivir un embarazo en una sociedad patriarcal?”, “¿cómo lidiar con un modelo médico en donde el bienestar de la mujer no es la prioridad?”.


A partir de estos cuestionamientos se plantean discusiones en torno a qué es la violencia obstétrica. Esta es explicada a través no solo de las anécdotas de la mayoría de personas gestantes, que probablemente han sufrido violencia antes o después del parto, sino también de “las mujeres [que] son rutinariamente sometidas a procedimientos médicos, muchas veces innecesarios, sin su consentimiento. Y los tiempos naturales no son respetados”. Sin embargo, también exponen vías para pedir ayuda, y señalan la importancia de “acercarse a redes de atención en salud que sean feministas. Y si esa lista no existe, pues la creamos”, demostrando así la voluntad de acción que tienen como organización.


La existencia de Siete Polas problematiza si hay solo una manera de entender y practicar el feminismo. Su respuesta es clara: ¡no! “A veces nos preguntan nuestra opinión sobre un tema en específico, y la verdad es que no hay una respuesta, porque somos siete mujeres. Intentamos mostrar que es una fortaleza que en Siete Polas no todas tenemos una misma opinión establecida, sino que son distintas. Y celebramos mucho esta diversidad de feminismos”, afirman como colectivo.


Cuando la organización se presenta de esta manera, expone que las diferencias dentro del movimiento no tienen porqué ser divisorias. Esto brinda un ejemplo fuerte de unión, respeto y comprensión para quienes ven la existencia de más de un feminismo como una problemática. Además, las diferencias sobre cómo se vive el movimiento dependen de muchísimas variables.


Para Carolina, por ejemplo, la literatura fue un camino claro que la llevó a involucrarse en el feminismo. A pesar de que no leyó literatura escrita por mujeres hasta muy entrada su adolescencia, el efecto que tuvo en ella fue instantáneo. “Cualquier obra escrita por una mujer fue transformadora para mí, porque, aunque yo era definitivamente una lectora ávida, la influencia de este gran canon de la literatura sigue siendo muy masculino. Entonces, no tuve mucho acceso a literatura escrita por mujeres. Pero una vez la encontré, hoy en día es muy poco lo que leo que no sea escrito por mujeres”.


También menciona las obras de autoras que le han cambiado la vida como lo son Toni Morrison, con The bluest eye; Edwidge Danticat, con su libro de cuentos Krik? Krak!, y, finalmente, Octavia Butler, con Xenogenesis. La ausencia de escritoras en español se debe a que realizó su posgrado en Estados Unidos y fue allí donde tuvo un más fácil acceso a literatura escrita por mujeres.


Uno de los logros que podría atribuirse a Siete Polas es que demostraron que el activismo se puede dar con cualquier acción que busque lograr una transformación feminista. Por ejemplo, Carolina convirtió la literatura en su carrera y parte de su trayectoria en Siete Polas se basa en creer que se puede y debe hacer activismo desde la literatura: “Yo creo que la literatura nos ayuda a desarrollar ese lenguaje y ese lente crítico. Evidentemente tiene una incidencia sobre la mentalidad de las personas y su ímpetu para actuar sobre eso. Y en ese sentido, es claro que puede existir una literatura activista”.


Apenas el 25 de agosto de este año, Colombia celebró 66 años del derecho al voto de la mujer. Si se pone en perspectiva, sus abuelas, tías, e, incluso, mamás vivieron una parte de su vida creyendo que no tenían derecho a elegir quién las gobernaba. Con esto se demuestra algo importante: lo normativo no siempre es lo correcto. El movimiento feminista se demoró hasta los años setenta, más o menos, para asomarse al país, y, aun así, sus temas eran accesibles únicamente para mujeres de clase alta.


Para que el feminismo pudiera ocupar espacios normalmente dirigidos por hombres, se necesitó de tiempo, lucha y resiliencia. Las historias de Volcánicas y Siete Polas son, por un lado, el resultado de un mundo que poco a poco comprende la necesidad del feminismo y, por el otro, el ejemplo de que la lucha aún no acaba.

 
 

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