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Felipe Morales Sierra //

Consuelo Dieguez, la brasileña que le puso rostro al periodismo ambiental


El ‘Chernóbil de la industria minera’, así es como se conoce el peor desastre ambiental en la historia de Brasil. Se produjo hace dos años en Bento Rodrigues, un subdistrito del estado de Minas Gerais, ubicado al suroriente del país, en donde el 5 de noviembre del 2015 se rompieron los muros que contenían los desechos provenientes de la extracción minera que realizaba la multinacional Samarco.

Bento Rodrigues, lugar de la tragedia, en 2015 // Fotografía CC de Senado Federal

Sin embargo, mientras toda la prensa brasileña se concentraba en la destitución de, la entonces presidenta, Dilma Roussef, en esta pequeña ciudad desaparecieron 15 personas y murieron 11 a causa de la avalancha.

Consuelo Dieguez, periodista de la revista 'Piauí' estuvo allí, acompañó a las víctimas, los escuchó y escribió, basada en una reportería exhaustiva ‘A Onda’, texto que le mereció la nominación al Premio Gabo en la categoría de texto. Directo Bogotá habló con ella en el marco del Festival en Medellín, indagando sobre cómo hacer un periodismo ambiental con rostro humano.

¿Cómo fue el proceso para hacer esta historia?

Primero, sentimos la necesidad de contar la historia porque nadie hablaba sobre esto. Fui a la región donde ocurrió la avalancha, pero el problema es que la contaminación no se quedó allí, sino que llegó al río. Un río, además, grandísimo. Es como que ocurriera aquí en el Magdalena, un río que abarca un territorio del tamaño de Austria.

Hay una medida de contaminación, la unidad de medición para la turbidez (ntu). Lo máximo a lo que puede llegar una cuenca de agua son 1500 ntu, para que sea posible limpiarla. La turbidez del río Doce llegaba a 800.000 ntu. Todo era puro lodo: los peces intentaban respirar y morían.

Bento Rodrigues, lugar de la tragedia, en 2015 // Fotografía CC de Senado Federal

Fui allí, al epicentro de la tragedia, pero después tomé un tren y fui parando en todos los lugares, entrevistando a las personas, preguntándoles "¿Recuerda cómo fue el primer día, cuando supo que el embalse estaba roto?". Cada uno tenía una historia y varias voces hablaron: un empresario, un profesor, un indígena.

Era una cosa absurda. Mientras reporteaba, lloraba todo el tiempo. Era el tercer río más importante de Brasil el que había muerto y todo el país preocupado por el impeachment [el juicio contra Dilma Rouseff].

¿Cómo fue reportear esta tragedia, en medio del impeachment, cuando se había comprobado que el gobierno era complaciente con petroleras y mineras?

En Minas Gerais, que es el Estado donde ocurrió la tragedia, todos los impuestos, que se van a inversión pública, vienen de las mineras. Además, la compañía dueña del embalse que se rompió es la que más paga. Entonces, los primeros días ninguna autoridad hablaba y, cuando hablaron, dijeron: "estamos aquí juntos, expresando nuestra solidaridad con Samarco" ¿Solidaridad con la compañía?, ¿y la solidaridad con la población afectada?

Consuelo Dieguez conversando con Felipe Morales, enviado especial de Directo Bogotá

¿En qué se diferencia su trabajo de otras coberturas de la tragedia?

La diferencia es que salimos del epicentro de la tragedia y fuimos acompañando, paso a paso, a los damnificados. Lo que hacían los medios es que enviaban a un periodista a Bento Rodrigues, a otro periodista a otro lugar, a un tercero a otro, y así.

Yo alcancé a estar en una parte del río que todavía no estaba contaminada. Cuatro meses después regresé en el tren, que va bordeando el río, y ahí no había agua, sino lodo de un rojo ladrillo. Era una cosa gigantesca: 650 km de río, más 40 km2 de mar contaminados.

El año pasado cuando estuve en el Festival, fui jurado de cobertura. Había un par de reportajes que no estaban bien hechos por eso, porque eran cosas muy restrictas a un lugar. Mis compañeros jurados me preguntaban qué era eso, qué era lo que había ocurrido en Brasil. Yo no podía creerlo. Ahí me di cuenta que los latinoamericanos no sabemos de nuestros problemas. Sabemos lo que pasa en Francia, en Siria, pero de lo que ocurre a nuestros vecinos, nunca nos enteramos.

Cuestiones como estas nos deben importar a todos, porque esto es un crimen ambiental, ¿hasta dónde va a llegar esta contaminación? Parte de los brasileños ni saben que esto ocurrió.

Consuelo Dieguez explica su trabajo ‘A onda’ a los jurados del Premio Gabo

En esos lugares que visitó, muchos de los habitantes dependían económicamente de la compañía, ¿cómo fue entrevistarlos?

Aunque la mayoría de las personas de Bento Rodrigues trabajaban más bien con la agricultura, también empezaron a sufrir porque el suelo estaba contaminado. Samarco tuvo entonces que reparar a los habitantes de esta población, con una cosa ridícula: un salario mínimo por habitante ¿Qué son 600 salarios mínimos para una compañía de ese tamaño? Se olvidaron, además, de los otros 650 kilómetros de desastre.

Otra cosa es que los responsables no sabían nada. Cuando estuve allá, conversé con el entonces procurador de medio ambiente. Él estaba en el momento del desastre y llevaba un tiempo denunciando que eso podía pasar. Llegó a la mañana siguiente del accidente a las instalaciones de Samarco. Las respuestas eran: "no sabemos", "esto nunca había pasado". En la compañía no tenían un plan de emergencia, que porque era muy caro.

Hace un rato mencionaba que en una de sus paradas entrevistó a un indígena, ¿cómo es la relación en Brasil de las comunidades indígenas con la explotación minera?

Es una relación muy mala. Por ejemplo, esa comunidad en particular fue expulsada por muchos años de su tierra, pero con la restitución volvieron y es un grupo muy pequeño. En Brasil casi que no se puede tocar a los indígenas.

Un indígena me dijo: "piense, ¿cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a nadar?, ¿se puede imaginar un indígena sin nadar?" No pueden entrar en el río, que ya no es río. Es como ir a Rio de Janeiro y que no se pueda entrar al mar: La ciudad vive del mar. Es una nostalgia del río, porque hace parte de su vida y de su cosmogonía, pero ya no existe más, es una cosa muerta.

Una de las ancianas que vivía en esa comunidad, me contó que cuando supieron que la contaminación estaba llegando, salieron al borde del río y empezaron a danzarle cánticos: "río bueno, río bello, río lleno de peces" después se abrazaron y llegó el lodo.

Es una historia muy triste que merece ser contada, porque es la vida de las personas la que se fue con el río. Pueden continuar viviendo allí, pero su vida nunca será igual. Mientras todo eso pasaba, nosotros estábamos preocupados por el impeachment.

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