Por: Andrea Jaramillo Caro // Redacción Directo Bogotá
Hay más detrás de un astrofísico solar que solo la pasión por el Sol. La vida de Santiago Vargas lo ha llevado por diferentes caminos y exploraciones de varios campos del conocimiento: del backpacking a las artes plásticas, las experiencias de este intelectual relucen como el gran astro.
“Es chistoso: este coronavirus se llama así por la corona solar. Los primeros que lo vieron en el microscopio vieron fue la corona solar, porque el Sol es una bolita y alrededor tiene la corona. Entonces dijeron: «¡Ay! Se parecen», y por eso le pusieron coronavirus”. Así relaciona Santiago Vargas su objeto de estudio con el virus que causó una pandemia y miles de muertos en el último año.
Entre risas, el astrofísico solar cuenta que para él es un poco divertido, porque puede estar hablando de cualquier tema y siempre se devuelve al Sol. Pero no es para menos, pues este “es un astro que siempre hemos tenido ahí y todo el mundo lo ve y lo siente; está muy cerca en términos astronómicos, pero hay muchas dudas sobre su comportamiento”. Según él, el Sol es el astro más importante para la Tierra: “Si, por ejemplo, algunas nebulosas o galaxias no existieran, no importaría. Pero si no existiera el Sol, no habrían Tierra ni vida; no estaríamos acá”.
Su pasión por la ciencia y la astronomía no es gratuita. Haber crecido en un entorno que fomentaba el gusto por este tipo de disciplinas, a través de documentales, libros y visitas al antes Planetario Distrital de Bogotá, cambia la infancia de cualquier niño; quizá criarse rodeado de otros intereses hubiera resultado en una persona distinta. Ese impulso por la ciencia se origina en su padre, que, formado en química, es una gran influencia para él, igual que su hermano Andrés: “En el colegio siempre nos iba muy bien a mi hermano y a mí. Éramos buenos en matemáticas, y mi hermano era el que me iba jalando un poco, porque él era el mayor y era como un referente”.
Uno de los eventos que marcó la vida de Vargas fue su asistencia a las Olimpiadas Colombianas de Matemáticas junto a su hermano, en las que participaron desde muy jóvenes y para las que entrenaban todos los fines de semana: “Pasamos de olimpiadas de matemáticas a olimpiadas de física, y eso fue clave, porque nos diferenció muchísimo de nuestros compañeros del colegio. Íbamos volando en esas asignaturas por las bases que teníamos de las olimpiadas”.
Y los gustos de la infancia son transformados por diferentes elementos; uno de ellos es la televisión. Para los hermanos Vargas tener la oportunidad de ver programas de divulgación científica, como Cosmos o aquellos del entonces Canal 11 (hoy Señal Colombia), fue el puente entre la matemática, la física, la química y la astronomía. Este salto fue alimentado, además, por los cursos que tomaban en el Planetario: “Eso fue determinante, porque esos primeros años nos abrieron el panorama a mi hermano y a mí para ser científicos”.
Cuando llegó el momento de elegir su carrera universitaria, la opción era clara: Física. “El entorno en el cual estábamos era muy competitivo; de nuestra época hay grandes científicos, como Ana María Rey. Creo que hay varios porque todos vivimos unas experiencias muy parecidas de tener grupos de estudio y ser muy ñoños”. A pesar de que los hermanos se graduaron al mismo tiempo, el mayor tenía claro su camino a seguir cuando se fue a Alemania a continuar sus estudios; entretanto, el ahora astrofísico decidió irse del país en 2001 sin tener muy claro qué rumbo tomaría su carrera por la cantidad de opciones que tenía frente a él. Todo cambia en su regreso temporal al país, en 2011: “Cogí una mochilita y me fui para Inglaterra con 50 dólares en el bolsillo. Ese era todo mi capital”.
Nómada
En consideración de diferentes campos, como la paleontología, la astrofísica y la oceanografía, lo primero que hizo fue asistir a congresos en universidades como Cambridge: “Yo me fui del país con el deseo de probar afuera qué cosas me gustaban. Inicialmente me fui a un curso de inglés de tres meses, pero se alargó y me terminé quedando catorce años, hasta regresar definitivamente a Colombia”. En 2001 lo único claro era su deseo por continuar con su formación académica, aunque fuera incierta el área en que lo haría. Dos de esos catorce años que estuvo fuera de Colombia los pasó mochileando. Luego de vivir en Inglaterra, partió a Austria a estudiar alemán; después se le presentó su primera oportunidad para profundizar sus estudios en Astronomía, en una escuela de verano en Trieste (Italia).
No lo dudó un minuto. Durante su estadía en ese país, estudió las astropartículas en el Centro Internacional de Física Teórica (ICTP), uno de los más reconocidos en física teórica del mundo: “Tiene mucho que ver con física porque son las partículas fundamentales del universo. Pero la astronomía es la manera de enganchar esas propiedades de las partículas con la evolución del universo. Esa experiencia lo encaminó: definitivamente estudiaría Astronomía. Pero no sería fácil. Envió aplicaciones a maestrías y doctorados en Madrid, Lisboa y Canarias. La primera universidad en aceptarlo estaba en Lisboa, y estuvo a punto de irse cuando le llegó la carta de aceptación del Instituto de Astrofísica de Canarias. Se decidió por este destino para estudiar galaxias durante dos años: “Llegué solo y con mi mochilita. No conocía nada. En esa época, había escasamente e-mail, pero todo se hizo por carta; todo era muy dilatado”.
Esto tampoco fue fácil, pues el proceso para obtener una visa de estudiante se demoró más de lo que esperaba. Vargas debía comenzar su maestría en octubre; sin embargo, su visa Schengen expiró, y tuvo que regresar a Inglaterra. Entonces solicitó reuniones hasta con la embajadora Noemí Sanín, y al final lo logró, aunque varios meses después de que hubieran comenzado los cursos de maestría en Canarias. “Un tutor me pagó absolutamente todo sin conocerme. Le pagué cuando llegué en abril y logré engancharme a los últimos cursos de maestría, presionándome mucho. Y al final pude sacar la maestría”, recuenta. Este acto de bondad de un completo desconocido es algo que aún lo asombra y que años después pudo replicar con uno de sus amigos, a quien hoy considera como su hermano.
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De estudiar la noche a analizar el día
El siguiente paso era el doctorado. Pero con pocas opciones de financiación, fue difícil pensar en cómo lograrlo, hasta que se le presentó la posibilidad de realizarlo en Física Solar: “Es un cambio tremendo: de estudiar objetos por la noche [pasar] a estudiar el Sol. Para muchos en ese momento, esto no era astronomía, a pesar de que es el astro más importante para nosotros”. Los comentarios de otros poco afectaron su decisión, y, en cambio, se apasionó por la estrella que nos ilumina constantemente. Así, Vargas comenzó su doctorado en 2004 con una beca del gobierno español, lo cual le permitió trabajar en un proyecto de investigación. Pretendían “lanzar una misión en un globo con un telescopio gigante capaz de observar el Sol durante varios días, pasando por el Ártico y Canadá; [...] quitarse de encima la atmósfera, que está a 30 kilómetros de altura, para tener una visión perfecta del Sol”.
Su tesis en este proyecto le permitió participar de algunas de las primeras reuniones sobre la nave Solar Orbiter, un satélite diseñado para acercarse al Sol cada cinco meses —y el primero que podrá observar sus polos—. Esta fue lanzada el 10 de febrero de 2020 por la Agencia Espacial Europea, en colaboración con la NASA. “Allí empezamos con los primeros pinitos. En 2006 fue el primer congreso al que yo asistí sobre este tema. Es una misión en la que participaron varios países y cientos de investigadores. Nosotros intentábamos averiguar cómo los instrumentos de la Solar Orbiter afectarían la calidad de la imagen. Porque gran parte de mi tesis fue estudiar eso: las propiedades de las imágenes y cómo se ven afectadas por la atmósfera y los instrumentos”. Es como cuando uno ve un objeto a través de unos lentes de Sol; la calidad de la imagen baja porque el instrumento, los lentes, se traga algo de la luz, y la atmósfera tiene turbulencias que perturban la imagen.
Durante todos sus viajes de investigaciones, el físico vivió en siete países, entre los cuales Japón y Suecia, donde desarrolló parte de su tesis doctoral. “Al final estuve en muchos sitios, y para mí cambiar de lugar era muy fácil, porque ya era normal: recogía mi mochilita y me iba. Mi patrimonio en realidad era solo mi mochila, no tenía absolutamente nada más”. Culminados su tesis y aportes al proyecto, Vargas completó su doctorado, y su siguiente paso fueron las estancias posdoctorales o de investigación, por lo que de nuevo recogió su mochila y se embarcó en un nuevo camino.
Vida luego del doctorado
“De ahí vino un periodo largo, porque estuve en cuatro sitios haciendo posdoctorados y cada uno duró cerca de dos años”, aclara. La primera de estas estancias fue en Canarias, donde trabajó como astrónomo de soporte para el Dutch Open Telescope de la Universidad de Utrech: “Yo era el que hacía toda la observación. Modificaba lo que había que modificar de parámetros para entregarle a la gente los datos que querían analizar”. Al finalizar este primer posdoctorado, Vargas estuvo en el laboratorio de ciencias espaciales del University College of London, uno de los primeros centros de investigación espacial del mundo: “Ahí estuve trabajando con proyectos de investigación relacionados con un satélite japonés que estudia el Sol desde el 2006. Se llama Hinode. Yo era el operador de un instrumento de ese satélite y hacíamos turnos, operándolo y observándolo”.
Además de realizar investigaciones, durante este tiempo también se dedicó a la divulgación, y en 2011 ganó el premio al Mejor Investigador del Laboratorio. Para este punto, Vargas ya tenía su vida organizada en Inglaterra. Sin embargo, los trámites de visado lo llevaron a salir del país para renovar este documento: uno de los momentos más desafiantes, pues hubo problemas en el proceso y aún no ha podido regresar. “Me negaron la entrada y hasta el sol de hoy no he vuelto. Eso les pasó a muchos investigadores del laboratorio que eran latinoamericanos o asiáticos. De alguna manera, cerraron las puertas porque la crisis entró a Inglaterra y quisieron protegerse; esto lo hicieron echando a los investigadores de afuera y promoviendo a los investigadores ingleses. En el laboratorio nuestro la mayoría eran de afuera, entonces eso lo que hizo fue dañar la investigación”. No fue suficiente haber continuado su trabajo durante seis meses por fuera del país mientras entablaba una demanda, que terminó por alargarse tanto que al final tuvo que decidir entre quedarse o buscar horizontes distintos.
Su siguiente destino fue su país de origen, donde la Universidad de los Andes le ofreció una posición en un posdoctorado del departamento de Física. Año y medio después, uno de sus sueños se cumplió cuando le ofrecieron hacer una investigación posdoctoral en el Big Bear Solar Observatory, en las montañas de California. El telescopio más grande del mundo para ver el Sol abrió sus puertas para que Vargas pudiera continuar sus investigaciones: “Yo agradezco que he vivido en los lugares que siempre he querido, y California era uno de ellos. Allá me sentí muy bien, aunque los traumas más grandes eran el aislamiento, porque vivíamos en una montaña lejana, y los costos”. Vargas cuenta que con esta experiencia pudo asistir a diferentes congresos, aprender a manejar telescopios como el Goode Solar Telescope y hacer contactos. Después fue fácil para él regresar a Colombia, tras haber sido seleccionado para ser profesor en la Universidad Nacional.
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Regreso a Colombia
Mientras trabajaba en California, se abrió una convocatoria para formar parte del equipo de profesores del Observatorio Astronómico Nacional: “Es muy difícil que aquí se abran posiciones, porque somos muy poquitos. Toca esperar a que alguien se vaya para poder ocupar un sitio”. La aplicación a este puesto duró aproximadamente un año y, aunque Vargas no pensaba regresar, “al final fui quedando en el grupo. Se fue decantando; quedamos tres, y de esos tres quedé yo de primero”. Desde septiembre de 2014 funge como docente, por lo que sus responsabilidades han aumentado: “Aquí hay otras responsabilidades que afuera nunca tuve: dar clase, responsabilidades administrativas, hacer mucha divulgación de la ciencia”.
Entre estas actividades que realiza, también se encuentran sus investigaciones actuales alrededor de la interacción del campo magnético del Sol con el plasma en la atmósfera solar: “Esencialmente se trata de estudiar fenómenos que ocurren en el Sol que tienen relación con el campo magnético. Se hace a través de imágenes con satélites, y ahí se puede ver el brillo del plasma, pero también se puede inferir el campo magnético. Analizando secuencias de esas imágenes se puede saber cómo evoluciona una región del Sol”. Vargas explica que esta investigación se enfoca en regiones pequeñas del Sol, dado que se piensa que los bloques fundamentales de actividad solar se dan a escalas menores, aunque para ver estos detalles aún se necesitan mejores instrumentos: “El interés está en estudiar la evolución de diferentes regiones en el Sol, para entender los procesos físicos que causan todo lo que sucede en este astro. El Sol en particular libera energía; esas explosiones que se llaman fulguraciones. Y la gran pregunta es entender cómo suceden y cómo predecirlas”.
Pero estos estudios no los está haciendo solo. En la universidad, Vargas dirige el grupo de investigación de astrofísica solar, conformado por dos profesores y estudiantes de pregrado y maestría en Astronomía —cuyas investigaciones coinciden con sus respectivas tesis—. Como parte de sus labores profesorales, Vargas también ha dirigido varios trabajos de grado. Uno de ellos es el de José Iván Campos, quien lo describe como “una persona muy ocupada, porque tiene un nombre dentro de la universidad, y un excelente profesor que siempre está dispuesto a resolver las dudas. No le saca a uno el cuerpo, siempre que agenda una cita se esfuerza por trabajar fuerte con uno, a pesar de tener que trasnochar. No es un profesor que haga por uno las cosas”.
Más allá de que Vargas sea solo su profesor, Campos lo considera como un hermano. Sus muestras de camaradería y apoyo desde que se conocieron en 2011 son prueba de una relación estrecha entre los dos físicos. Pero una experiencia en particular hizo que su amistad fuera incluso más fuerte, como lo describe el propio Campos: “Mi primer viaje internacional fue en 2014, cuando me invitaron a dar una charla y un seminario donde ahora hago el doctorado. Santiago en ese momento estaba en Estados Unidos, en el Big Bear, y yo estaba muy asustado. Y él me dijo: «Hagamos una cosa. Acepte ir y váyase, que yo le escribo a los organizadores y les digo que quiero ir. Y no se preocupe, que yo también voy para que no se sienta solo allá». Eso fue una gran aventura, porque no fue solo como mi profesor sino como mi guía y amigo, para que yo no me sintiera del todo solo”. En cierto sentido, Vargas recreó esa experiencia que tuvo años atrás llegando solo a Canarias; ahora tomaría el papel de mentor para un amigo en apuros.
Más allá de la academia: divulgando la ciencia
Vargas no solo es una persona que se haya dedicado a estudiar y a investigar; también escribe una columna semanal para El Tiempo, que mantiene desde el 2014: “Colaboré con El Tiempo en algunos artículos sobre temas relacionados con astronomía. A mediados de ese año, me invitaron a escribir una columna en la nueva sección de ciencia que lanzaba el periódico. Desde ese momento tengo una columna llamada «Historias del cosmos», en donde cada semana escribo sobre temas relacionados con ciencia, principalmente sobre astronomía y ciencias del espacio”. Nicolás Bustamante, redactor de ciencia en el periódico, cuenta que generalmente se pregunta cómo Vargas encuentra el tiempo para hacer tantas cosas, pues “rompe con el estereotipo del científico aburrido, y siempre está pensando en hacer cosas llamativas que sean científicas, pero a la vez divertidas”. Algo que Bustamante resalta de Vargas es su compromiso para hacer las cosas y su creatividad: sus columnas necesitan poca edición y cubren gran variedad de temas.
Sin embargo, como divulgador, Vargas no solo utiliza la palabra escrita, sino también conferencias y charlas en distintos lugares: “Siempre he tratado de mantenerme activo yendo a festivales. 2012 fue mi año top de divulgación; ese fue el año del supuesto fin del mundo, y me pusieron a hablar de ese tema y desmentirlo todo el año”. En total fueron 110 charlas dictadas, lo que equivale a unas dos charlas semanales. Hoy en día no lo hace con tanta frecuencia, pero sigue siendo una de sus actividades favoritas. En 2019 alcanzó a dictar 78 conferencias.
La conexión con la ciencia continúa fuera de las aulas
El astrofísico valora realizar actividades que, a pesar de no estar relacionadas con su campo de investigación, disfruta en sus momentos libres, como su pasión por la divulgación científica. Además de la ciencia, el arte siempre ha estado presente en su vida: “Desde hace ya varios años estoy involucrado en cosas de arte, como exposiciones. Ese tema del arte me parece interesante como una forma nueva de comunicar la ciencia. Si hay algo común en todo lo que hago, es que tiene su trasfondo en el conocimiento y la ciencia. Me parece interesante buscar alternativas para llevar ese conocimiento en formas no convencionales”.
Así como la inclinación científica viene de familia, igualmente sucede con el arte. Su abuelo fue uno de los ganadores del premio Salón Nacional de Artistas durante la década de 1950, y Vargas heredó de él un gusto por el dibujo y la escultura: “Desde hace como diez años me interesa utilizar experimentos o cosas que parecen experimentos para crear instalaciones de arte”. Aun en esta faceta, su pasión por el Sol resalta, pues cuenta que en la última versión de la Feria de Arte de Bogotá (ArtBo) exhibió una obra que mostraba las diferentes capas del Sol utilizando imágenes reales y proyectándolas en superficies que salían de la pared.
Cultura astronómica en el país
Para este físico solar, la importancia de conocer el universo radica en que además de construir conocimiento y responder preguntas milenarias también cambia radicalmente a una sociedad: “Lo que más resalto de explorar el universo es que desde que estamos aquí en la Tierra hemos mirado al espacio y hemos encontrado un montón de interrogantes. Y al tratar de responderlos hemos desarrollado conocimiento, y ese conocimiento ha utilizado otras áreas del conocimiento, como la física, la química, la biología, así como la historia y la antropología”. Vargas considera la astronomía como la madre de todas las ciencias, y afirma que es clave para el desarrollo de un país, pues es a partir de los avances de esta ciencia que se puede llegar a producir nueva tecnología en pos de entender mejor el planeta Tierra y llegar a nuevos horizontes.
Para él, en el caso colombiano el estudio de la astronomía es importante para el progreso tecnológico del país. Afirma que es necesario recibir “más apoyo económico, porque sabemos que tenemos el recurso humano y la capacidad. Pero falta más apoyo, porque muchos de los proyectos interesantes a nivel mundial necesitan recursos”. Señala también que en los países que han invertido en tecnología puede verse el avance en cuanto a poder económico, y que Colombia aún es consumidora de tecnología, cuando debería ser capaz de producirla.
“De hecho, lo que estamos haciendo comprando tecnología es beneficiar a los que han invertido en desarrollo tecnológico. Me gustaría ver un país donde se le apueste a la inversión en ciencia básica; donde haya grandes proyectos de colaboración con otras instituciones; donde haya más apoyo a los estudiantes. Es darles importancia a la astronomía y a la ciencia como un motor de desarrollo a mediano y largo plazo”. Donde quiera que uno mire, la ciencia está presente, y en cada una de sus áreas puede estar escondida una obra de arte. Sea a millones de kilómetros de aquí, como las imágenes de la corona solar, o invisible a nuestros ojos, como el coronavirus, por todas partes la ciencia es bella y digna de admiración.
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