El comandante Cousteau, el hombre que dedicó su vida a mostrarnos el mar y que lamentó, en sus últimos años, no haberse dedicado a protegerlo de los que lo atacan, se dedicó, como decía, a hacerle el amor. El pasado 25 de junio se cumplieron 20 años de su muerte y, pronto se lanzará una película sobre su vida, 'L'Odyssée', basada en un libro escrito por su hijo menor.
Desde 1950 Jacques-Yves Cousteau, oceanógrafo, realizador audiovisual, inventor y oficial de marina francés, se dedicó a llevar el mar a todos los hogares del mundo.Cuando Rachel Carson publicaba Primavera silenciosa, ese libro al que se le atribuye el nacimiento de la conciencia ambiental, el Comandante ya llevaba más de diez años sumergiéndonos en las profundidades del océano, con el mismo fin.
Cousteau era como Poseidón, dios de las aguas. En la televisión de los 70’s, su poder se extendía por todo mar y no conocía fronteras. Mientras los niños gringos querían ser como Batman, los galos soñaban sumergirse en el mar como la tripulación del legendario buque Calypso.
A bordo del barco todos eran una familia. La tripulación, que eran tan hijos del Comandante como Philippe y Jean-Michel, temblaba cuando escuchaban un “mañana a las seis hablamos de esto”, advertencia del error cometido.
Simone, esposa de Jacques-Yves y madre de Philippe y Jean-Michel, era más capitán del Calypso que su esposo. Rápidamente se convirtió en la madre de la tripulación, quienes la llamaban La Bergére, que en francés significa La Pastora. Simone siempre supo, o al menos eso ha dicho públicamente Jean-Michel, de los múltiples affairs de su esposo: “Durante años mi madre permaneció digna y en silencio, negándose a ver lo que era obvio”.
Philippe, ‘el hijo elegido’, fue compañero y coprotagonista de todas las locuras del Comandante. Durante las producciones de los sesentas y los setentas se robaba el corazón de la audiencia encerrándose en rústicas jaulas para nadar con tiburones o volando en globos aerostáticos para tener las mejores tomas del Gran Arrecife. Todo, sin despeinarse la gruesa barba rubia. Era la piedra angular de la familia y fue su muerte temprana –mientras piloteaba una avioneta sobre el río Tajo en Portugal, con su hija Alexandra y su esposa, embarazada de Philippe Jr., accidente del que sobrevivieron todos menos el padre- lo que dio pie a la decadencia del apellido más prestigioso de los mares.
El ocaso de los Cousteau siguió, entonces, cuando Jean-Michel fue llamado a identificar el cuerpo de su hermano: “Papá me dijo que si yo no acudía en su ayuda, lo abandonaría todo”. Como el Comandante habría de aprender más adelante, más le habría valido abandonarlo todo.
Jean-Michel era el rebelde, la oveja que se le escapó a La Pastora y no siguió una carrera naval, como quería su familia, ni una en las ciencias, para el desagrado de su padre, sino que terminó por estudiar Arquitectura. Jean-Michel dice que quería facilitar la habitabilidad submarina y su padre no estaba de acuerdo. Sin embargo, en la demanda que le puso el viejo Cousteau por mal uso del apellido en 1996 lo acusaba de valerse de su reputación para enriquecerse con un 'eco-resort' en el archipiélago de las Fidji, disputa que los haría pelear de por vida.
La figura legendaria siguió resquebrajándose como las proas de los botes oxidados que frecuentaba, cuando el periodista francés Bernard Violet publicó su biografía en 1993. Lo más polémico de libro fue la denuncia de cómo el Comandante espiaba a los italianos en la Segunda Guerra Mundial, pero no para la Resistencia francesa como siempre se había dicho, sino por órdenes de los altos mandos nazis en Vichy.
Violet acusaba al entonces defensor de los derechos ambientales, Cousteau, de manipular escenas en sus documentales por obtener rating: "Según el guión, el pulpo que viajaba en el acuario de la popa del Calypso debía saltar por sí solo al mar. (…) Para que la película acabase tal y como estaba previsto hubo que inyectarle una dosis de chlorax de sodio, el equivalente a una granada lacrimógena", se lee en uno de sus párrafos.
Sin embargo, para el pesar del periodista, el Comandante redactó en 1994 la Declaración Universal de los Derechos de las Generaciones Futuras, un manifiesto de 12 puntos, adoptado por la UNESCO, que pretendía ofrecer una salida a esa famosa frase que tanto repetía el ídolo: “la humanidad probablemente ha perjudicado más a la Tierra en el siglo XX que en toda la historia humana anterior".
Así, con más de 100 películas, tres premios Oscar y la Palma de Oro de Cannes; tras dedicar su vida a mirar por la cerradura de la naturaleza, como le gustaba decir, para descubrir qué hay adentro; el patriarca de las aguas zarpó a buscar más anchos mares en 1997, dejando con su partida un lío por su herencia.
Por años se enfrentaron su amante de toda la vida, Francine –que en 1990 se había vuelto su esposa-, el hijo con quien se enemistó toda la vida, Jean-Michel, y sus nietos, los hijos de Philippe; todos buscando quedarse con la fortuna del Comandante. La justicia le dio la razón a la viuda, quien donó todo al Equipo Cousteau y a la Cousteau Society, entidades que buscan continuar el trabajo de quien les da nombre. Alexandra, Philippe Jr. y su tío se reconciliaron hace poco y también han optado por continuar el legado familiar, cada uno a su manera.
Sin embargo, vale advertir aquí lo mismo que Jean-Michel: “quizás nadie podrá llenar los zapatos del Cousteau original. Pero tanto Philippe y yo, como sus nietos, nos hemos parado sobre sus hombros para llegar más lejos”.