Más que una historia integral, Caballero hace una crítica de las clases dominantes que se han dado el lujo de permanecer inalteradas desde la Colonia, especialmente en un país como Colombia, tan cercano a Dios y tan alejado de los cambios sociales.
Ilustración tomada del libro por la autora
Historia de Colombia y sus oligarquías es una propuesta arriesgada. Antonio Caballero, reconocido por sus columnas de crítica punzante apuesta esta vez por la narración de una historia quizá más clara, pero para nada amigable. Con la idea de invalidar aquella historia oficial inscrita en los libros de educación básica, se propone desmentir falacias reproducidas una y otra vez por las oligarquías, falacias que, según Caballero, calan en la conciencia común del colombiano y determinan su identidad.
Además, es un formato poco visto en el país. El libro, publicado inicialmente de forma digital, y por entregas, permite un nuevo acercamiento con el texto; una lectura interactiva para recorrer los capítulos con libertad y en compañía de ilustraciones, hechas por el mismo Caballero, que le dan un tono más afable y burlón a la narración.
La propuesta no es inédita. Desmentir la historia oficial de los pueblos es consigna de varias corrientes historiográficas inscritas desde mitad del siglo XX tras la creación de la revista Annales, en Francia. Aquí en Colombia, por ejemplo, surge hacia los años 70 la Nueva Historia, con su figura emblemática: Jaime Jaramillo Uribe y, posteriormente, trabajos como el de Álvaro Tirado Mejía, Germán Colmenares, Jorge Orlando Melo y Renán Silva terminan de consignar esta corriente revisionista de la historia.
Caballero, en cambio, no es un historiador profesional y sin reservas lo reconoce en la introducción de su libro. Aunque su conocimiento y bagaje intelectual es innegable en materia de historia, y su libro es claramente un libro de historia, la voz no es la de un historiador.
Desde el primer capítulo nos encontramos con un narrador involucrado con la historia que cuenta, un narrador que se dedica a denunciar aquellos caudillos, mártires y mal llamados padres de la patria que modificaron la historia a su gusto, y sobre todo, un narrador que opina sin diplomacia sobre un evento como la Conquista: “No fue un amable y bucólico ‘encuentro de dos mundos’ mutuamente enriquecedor, como se lo ha querido mostrar en las historias oficiales para niños y adultos ñoños de Europa y América. Fue un cataclismo sin precedentes”. Pero el tono no es problema, al contrario, esta agilidad y aspereza del lenguaje permite lo que muchos historiadores lo logran: cautivar al lector.
El problema, o más bien, el motivo para decir que este no es un trabajo de historiador, es su pretensión de generalidad, de entregar “una historia” de 1498 al 2017, que sea capaz de incluir y escudriñar aquellos eventos y actores que, como dice Caballero, han sido mal contados o simplemente olvidados. La idea es de por sí abrumadora.
De este modo, el libro escrito bajo la mirada de la historia como “constante repetición del pasado” culmina con la revisión de unos cuantos temas y sus variaciones a lo largo los siglos. Más que una historia integral, Caballero hace una crítica de las clases dominantes que se han dado el lujo de permanecer inalteradas desde la Colonia, especialmente en un país como Colombia, tan cercano a Dios y tan alejado de los cambios sociales.
Como bien dijo Jorge Orlando Melo en la presentación del libro en diciembre de 2016, más que formular respuestas, Caballero invita al lector a plantear preguntas, invita a cuestionar los mitos históricos, a debatir sobre quienes somos y de dónde venimos.
Así, la apuesta aunque arriesgada y de seguro debatida por científicos sociales, es más que pertinente en un momento en que nos jugamos la historia misma. La cuestión de la memoria, del pasado y el “no olvido”, nos remite a la necesidad de una historia más incluyente, más entendible, más para el pueblo que para la academia. Caballero, aunque con altas pretensiones, logra poner en cuestión la pertinencia de la historia y nos recuerda que hay formas más amenas de escribirla, e incluso de opinarla.