Identifico a Antonio Caballero con el taekwondista cubano Ángel Matos. En sus textos también da patadas a las autoridades que pasan por encima de la ley. Es un autor que no esconde sus disgustos y no duda a la hora de desafiar cualquier tipo de poder a través de la sátira, de la contundencia de sus argumentos —por excelencia históricos—.
Foto tomada de revistaarcadia.com
Leer a Antonio Caballero en estos 105 artículos de opinión es ineludiblemente leer su vida. Su estilo en la escritura y su particular forma de entender los hechos coyunturales del país y del mundo a lo largo de estos 15 años seleccionados (2000-2015) muestran que su trabajo no es producto de la casualidad, sino de una serie de eventos y un amplio panorama histórico, que han esbozado su vida personal y profesional (en este caso como colaborador de Semana, Arcadia y SoHo).
En una de las primeras columnas de este libro muestra su inconformidad ante el hecho de que prestigiosos periódicos como El Espectador, La Vanguardia, El País y El Tiempo no le dieran el cubrimiento pertinente a un hecho de narcotráfico a comienzos de este siglo que evidencia la influencia que los norteamericanos han tenido desde siempre sobre los cultivos ilícitos del país. Todo esto a pesar de que aquellos medios fueron víctimas de los años más feroces del narcotráfico y, aún así, en palabras de Caballero, “no dijeron ni mú”. Esto es una muestra fehaciente de que a Caballero no le tiembla la mano para escribir de lo que sea, incluso de su propio gremio.
Tanto en esta columna como en los otros artículos, Caballero sí que dice ‘mú’. Un ‘mú’ con un amplio contexto, en donde siempre conecta un hecho particular con datos históricos que se adaptan perfectamente a la asociación que él busca hacer para que el lector pueda tener una mirada más amplia de lo que sucede. Para la muestra, un botón: ¿Que vínculo más fino o apropiado que unir un desacierto de Obama al decir lo malos que son los países que invaden a otros para imponer soberanía, con la lista de países que EEUU ha intentado apropiarse a lo largo de la historia –con poco éxito–, especialmente en el seno de Centroamérica? O, ¿qué mejor forma de mostrar que el fin del socialismo no sería el fin del conflicto armado mundial, sino un nuevo comienzo de otras manifestaciones de conflicto en países como Colombia, Irak, El Salvador, o Afganistán? Como estos, cientos de comparaciones históricas más, que no discriminan personajes, países o contextos.
Además, una que otra afinidad ideológica del autor lleva el hilo conductor de sus artículos. Mientras Caballero se formaba como politólogo, el triunfo de Fidel Castro en Cuba le generaba fascinación, una admiración platónica que esboza en su trabajo periodístico.
En muchas de estas columnas no esconde su admiración hacia Fidel y su lucha conceptual contra “el imperio”, mas no hacia sus métodos. Cuando escribe acerca de Le Pen y Chirac, en Francia; de Bush padre e hijo en E.E.U.U.; y de Pastrana y Uribe en Colombia, muestra sus intenciones de defender a la izquierda no violenta, a la izquierda que ha muerto casi como lo hace un mártir, a la izquierda que no usa armas y que vive del sentimiento utópico de liberarse de políticas neoliberales. Por supuesto, también criticando desviaciones de la izquierda con las que sueña, por ejemplo al “Calígula” de Hugo Chávez.
Con caricaturas que ironizan problemas sociales colombianos, muchas esbozando problemas del campo y del conflicto armado y con tres actores casi omnipresentes, Uribe, Bush hijo y Fidel; Santos como actor secundario, y con su ideología política clara, se puede dividir el contenido de estos artículos en tres momentos:en primer lugar, el cuestionamiento a las políticas de Bush (adoptadas en muchos casos por Uribe en sus gobiernos) con consecuencias internacionales y a los actos de la izquierda ‘satanizada’; un segundo momento con una cronología de las que siempre ha llamado “fuerzas oscuras” (hoy llamadas narcoparamilitares) y, por último, el proceso de paz con las Farc, del cual muestra lo que muchos han preferido ocultar: como un conflicto de intereses. Esto a fin de cuentas termina conjugando la verdad de una sociedad que no ha cambiado de problemas en los últimos 15 años y que necesita abrir sus ojos simplemente con mirar al pasado un poco para no caer en las equivocaciones de siempre.
Claro, todo lo anterior en alusión a Semana. Porque en Arcadia y SoHo se ve a un Caballero más suelto, un Caballero más cronista, el cual desde una imagen puede contar una historia fabulosa donde empata la inconformidad de un suceso, o una vivencia propia con un panorama histórico que domina como pocos.