Los colombianos somos seres pasionales: amamos los dramas, las peleas de cantina y las buenas telenovelas. Lo somos todos. Los antiuribistas esperamos atentos el próximo trino de Uribe o a la próxima burrada de Cabal para descargar toda la ira que acumulamos en el día. Los uribistas ni siquiera esperan, constantemente están lanzando veneno a cualquiera que se atreva a “denigrar” de su divinidad.
Imagen tomada del Facebook oficial de Juanita Goebertus
Tanto nos gustan los bonches que terminamos acorralados entre la espada y la pared. Entre la ultra izquierda y la ultra derecha. Entre Petro y Uribito, o sea Duque, o Vargas Lleras y su carta recién destapada: el exministro Juan Camilo Pinzón. Y el centro, o lo más parecido al centro, ni siquiera se ha podido –ni se podrá–unificar con la alianza entre De la Calle y Fajardo, porque a este último también le gusta el show y le está dando la pelea en arrogancia al mismísimo Petro.
Pero estas elecciones nos dejan más que la recontracerteza de la polarización y nuestro amor por la polémica; nos dejan más que un ingresito extra para las fotocopiadoras. Estas elecciones traen al escenario una serie de políticos que, afortunadamente, tienen muy poco de políticos, que no son delfines de nadie, no son otro resultado de nuestra anclada oligarquía. Son más bien intelectuales que hacen política con la cabeza, que provocan reacciones con argumentos en vez de caer en la ofensa y el lugar común, en vez de insistir en el conocido discurso del miedo y el odio.
En el Senado veremos a Antanas Mockus, el segundo más votado, que desde sus alcaldías en 1995 y 2001 dejó claro que la pelea era contra nuestra constituida red de corrupción. Mockus, profesor de filosofía y matemáticas, comprendió la importancia de tomar acción con la sociedad, logró conciliar entre los libros y el pueblo y hoy es el claro ejemplo de que el intelectual sí tiene cabida en el escenario político.
Por otro lado, tendremos en la Cámara por Bogotá una cara nueva, Juanita Goebertus, la del apellido poco pronunciable, otra representante de la intelectualidad, de la política con acción desde la academia y el estudio. Goebertus, también profesora, participó en la mesa de negociación de La Habana como abogada de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y coordinadora de la justicia transicional.
Ahora, como parte del Partido Verde y principal aliada de Angélica Lozano y Claudia López, Goebertus asegura que luchará por la construcción de paz. Su propuesta se dirige hacia la Bogotá Región como un nuevo ordenamiento territorial junto a los municipios aledaños. Además, es muy amiga de la protección medioambiental, la inclusión LGTBI y la lucha contra el microtráfico.
Aunque somos los de siempre y la contienda por la presidencia lo demuestra, estas caras no dejan de ser esperanzadoras para quienes nos mamamos de los mismos apellidos y las mismas promesas. Y aunque Colombia no es un país de intelectuales como lo evidencia nuestra historia, esperemos que esta inclusión sea el arranque de una nueva forma de hacer política o al menos que a los pocos intelectuales que tenemos no los matemos y, por primera vez, los dejemos hablar.