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Camilo Pardo – camilo_pardo@javeriana.edu.co //

Sofrenar el miedo y creer en el centro


El pasado 11 de marzo vivimos unas elecciones legislativas especiales. Además de darnos (mucha más) cuenta de que Antanas Mockus está más vigente que nunca, reconfirmamos que la imagen del presidente Santos está tan baja que se llevó consigo apenas 15 escaños del Partido de la U en comparación con los obtenidos hace cuatro años. También que a pesar de su gran cantidad de tercos votantes, por suerte hay personas que tienen memoria a la hora de votar, y le dieron sus merecidas ‘quemadas’ a Juliana Escalante García, Julio Elías y Arleth Patricia Casado, entre otros de igual calaña.

Fotografía tomada de: El Colombiano / Ilustración: Esteban París

Fuimos testigos que por más diversidad que haya en el Congreso entrante, factores como una buena coalición –especialmente en el centro– y la apertura a un diálogo incluyente entre legisladores, determinarán la gobernabilidad del próximo presidente.

Afirmar que los números del Centro Democrático para las legislativas sorprenden, es como decir que el agua moja. Seguir pensando en que la participación política de la Farc es variable dependiente de entregarle el país al “castrochavismo” después de un pobre 0,34% del total de votos al Congreso es caer en lo absurdo y en la cancerígena apología al odio. Y pensar que por los escandalosos números de las consultas interpartidistas, que entre sus dos ganadores suman casi 6 millones de votos, vamos a tener sí o sí un presidente de izquierda o de derecha, es no solo adelantarse a hechos inciertos, sino generar pánico. Algo más peligroso que la sede de campaña de la ahora exsenadora Aída Merlano.

Ahora bien, si nos ponemos en la tarea de evaluar la súplica del senador Mockus a Humberto de la Calle y Sergio Fajardo para que se unan y así sean el contrapeso ideal de ambos polos políticos, nos damos cuenta de que este mecanismo para combatir el pánico que muchos potenciales votantes de centro puedan tener en estos momentos se pudo haber hecho hace mucho tiempo sin tanta adrenalina de por medio.

La insuperable confianza de Fajardo en las encuestas que lo daban prácticamente como nuevo inquilino de la Casa de Nariño hace apenas pocas semanas, sumada a la desconfianza igualmente proporcional hacia los demás candidatos que podrían encajar con su manera de leer al país y a un alza en su hermetismo –por negarse a una consulta que le diera más decibeles a sus ideas y peso mediático–, son cosas que poco a poco le han dado mayor favorabilidad a los votos que no son ni uquistas ni petristas, sino antiduquistas y antipetristas.

Seguramente, a la fecha lo que más favorece al candidato Fajardo es que entre senadores de la Alianza Verde (10), del Polo (5) y un sector liberal, la suma ascienda a más de 20 escaños que con diálogo y sensatez en el Congreso le puedan ablandar su hipotética gobernabilidad.

Esto, ni mucho menos es un mensaje para temer. Es un mensaje para abrir los ojos y creer que Colombia está a tiempo de darse cuenta que por más muerto que parezca el centro, aun ellos pueden adoptar la disciplina que tiene la derecha para ponerse de acuerdo y formar consensos –sin caer en el clientelismo– y adoptar la fortaleza mental que ha tenido la izquierda para afrontar los días malos con gallardía.

Aun hay tiempo de creer que merecemos cosas mejores y menos de lo mismo. No pretendo con esto, decir que Sergio Fajardo o De la Calle sean los salvadores que necesitamos. Simplemente que, sin vernos obligados a elegir entre dos polos opuestos, podremos tener un panorama alejado de promesas demagógicas y de la absurda lucha de clases.

De aquí a mayo, veremos desde la política nacional qué tanto carácter y qué tantas ganas de cambio genuino tenemos. Si en un país tan conservador como este ya hay dos congresistas LGBT, si la tasa de abstencionismo electoral va bajando poco a poco, si un candidato inactivo en los últimos años tuvo más de 500.000 votos al Senado y si las grandes maquinarias ya tienen contrapesos considerables, ¿por qué debería existir el miedo que nos quiere infundir la polarización?

Merecemos soñar y, al despertar, tener por lo menos un panorama electoral amplio con más votos desde la convicción –pero no por el retirado Gerlein– y no desde el odio hacia el contendor.

Ah, un último llamado de advertencia para luchar contra los que nos quieren hacer temer: ¡Cuidado con seguir dándole fuerzas a políticos que vienen de clanes hereditarios y patrimonialistas! Tener que seguir viendo a más Besailes y Aguilares, me hace pensar en la cuerda que le dieron a la familia Somoza en Nicaragua a lo largo del siglo XX, cuyo auge lo marcó Anastasio Somoza. Todo lo demás es historia.

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