El 20 de julio se posesionará el Congreso de la República más diverso que hemos tenido en años recientes. Los colombianos decidieron darle la mayoría del Senado al pomposo Centro Democrático, pero también los votos dibujaron un panorama divertido: cuatro años de Uribe viendo las caras de Jorge Robledo, Antanas Mockus, Aída Avella, Angélica Lozano e Iván Cepeda. Para alquilar balcón. Hay luces en el camino, pero Colombia no ha elegido bien hasta ahora.
Fotos tomadas de: El Espectador, Semana, Wikimedia Commons.
El país no puede negar la presencia de hombres y mujeres —pocas, pero existentes— honorables en la carrera presidencial durante la historia. Desafortunadamente, muchos se "quemaron" en el intento, como Mockus hace ocho años. Individuos honestos, académicos, a quienes nunca nadie negó su talante sensato y capacidad política. Pero todos han sido grandes perdedores. Los ha derrotado la misma fórmula que ha puesto a todos los presidentes de Colombia desde el Frente Nacional: las maquinarias y el populismo.
Las elecciones de 1986 ocurrieron en medio de una situación social de miedo, muerte y dolor, en la que la ultraderecha se confabuló con las poderosas mafias del narcotráfico. En esas elecciones, la Unión Patriótica eligió a Jaime Pardo Leal para la carrera presidencial. Un orador para la historia: “Bienvenida la muerte porque al caer nosotros, de los jóvenes patriotas saldrán los que nos deban representar”, dijo, y así se hizo, lo asesinaron a él después de perder las elecciones, y luego a Bernardo Jaramillo antes de los comicios de 1990.
La predilección de los votantes por la derecha es gracias a gobiernos liberales desastrosos: Gaviria y Samper. A esas dos elecciones se presentó Antonio Navarro Wolff, después de que las mafias también acabaran con el símbolo del M-19, Carlos Pizarro. En los dos periodos presidenciales que participó, Navarro representó la fuerza política de tercera vía y consiguió un reducido número de votos. Años después, a Navarro lo condecoraron varias veces por su desempeño en la gobernación de Nariño.
Desde ahí Colombia tiene un poco más de memoria: Pastrana, Uribe y Santos. Pero aún seguían en la carrera política representantes fuertes de la sensatez humana. Mockus parecía materializar un cambio político en 2010 con su joven Ola Verde. Antes se la jugó como fórmula vicepresidencial de Noemí Sanín en 1998 y luego como candidato por la Alianza Social Indígena (ASI) en 2006, cuando también se lanzó Carlos Gaviria Díaz, un jurista notable y presidente de la Corte Constitucional. En su momento, Uribe lo acusó de “comunista disfrazado”. El del Polo respondió que Uribe tenía miedo y que por eso usaba un lenguaje macartista.
En fin. En Colombia siempre han aflorado opciones sensatas que no llaman a la reiterada ‘polarización’. Las elecciones del Congreso son una bocanada de aire porque supusieron la victoria de los nadie, que caminaron las calles y ganaron sus votos a pulso. Tal fue el caso de María José Pizarro, de la lista de los Decentes y Juanita Goebertus del Verde. Pero los votos de las consultas interpartidistas vaticinan que ninguna fuerza es suficientemente recia para ganarle a los que siempre han ostentado el poder. Ojalá los candidatos que toman distancia de la tradición política puedan acudir al llamado de los ciudadanos, hoy más que nunca. #NosUnimosONosHundimos o Colombia perderá otra vez.