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Juan Sebastián Lozada Sepúlveda -

La impunidad


Cuando niños descubrimos muchas palabras con la preguntadera que va de los cinco a los siempre. Luego somos preguntones disimulados, porque otros vocablos de la vida vienen como si fuera nuestro primer contacto con el castellano. Es entonces que los profesores de primaria empiezan a decir: “Siempre lean con diccionario en mano”.

Aviso a la entrada de San José de Apartadó

Recuerdo, por ejemplo, mi primer contacto con la palabra impunidad. Octavo de primaria. Un profesor fenomenal de ciencias económicas, sociales y políticas. Un video beam y treinta cabezas despelucadas de niños y niñas ante un descubrimiento prematuro: IMPUNITY, así, en mayúsculas, y en letras rojas sobre negro. El primer cuadro del documental de Hollman Morris y Juan José Lozano. Un relato del proceso de Justicia y Paz del expresidente Uribe.

Y desde allí —tal vez desde antes—, mis lecturas —quizás un tanto sesgadas— obedecían a la misma relación: Uribe, impunidad, Justicia y Paz, paramilitares, San José de Apartadó. Ahora no lo entiendo, o mejor, el estudiante sensato de octavo de primaria no lo acepta. La bandera de Uribe contra el gobierno es la impunidad, y se pavonea cada vez que puede. Por “Farc-Santos”, por la JEP, por las Farc en la política. Puede que acierte en algo, pero no puede ser que crea que tiene la autoridad moral.

Por ejemplo, el documental de Morris y Lozano registró que el expresidente Uribe extraditó al exjefe paramilitar Hebert Veloza, alias H.H., un día antes de que en una audiencia cantara sobre 11 mil delitos que tienen a la Fiscalía en vilo. Ese fue el primer ejemplo que soportó la primera definición de impunidad que conocí. Callaron a Veloza durante ocho años. Enfermizo.

Pero también San José de Apartadó lloró a sus muertos porque el expresidente tuvo un descache imperdonable: decir que los habitantes de esa comunidad eran ayudantes de las Farc. Eso no detuvo a la guerrilla de continuar la guerra contra sus habitantes, ni a los paramilitares, ni al ejército. Por eso ahora es la Comunidad de Paz de San José de Apartadó; se nominaron así para manifestar que la paz la imponen ellos, no los grupos ilegales ni el Estado.

Más tarde, en la universidad, leí Testigo de Excepción en una clase; la carta de objeción de conciencia que el padre Javier Giraldo dirigió a la Fiscalía. Aprendí que la politización de la rama judicial colombiana ha sido su acabose, o que la justicia está llena de pillos. Y que la justicia cita a declarar a quién no tiene que citar y deja impunes a los bárbaros que arremeten en la guerra.

Entonces no sé de qué de impunidad hablan los impunes; será de una retorcida, como todo lo que dicen los megalómanos. Pero no voy a concluir con condenas porque es inútil. Tengo una propuesta conciliadora. Releyendo los Acuerdos de Paz tuve un descubrimiento revelador: el principio de reconocimiento de responsabilidad en el punto de Víctimas: “Cualquier discusión debe partir del reconocimiento de responsabilidad. No vamos a intercambiar impunidades”.

Me parece revolucionario no intercambiar impunidades. Mucho más en la polarización política actual. Al padre Francisco de Roux le escuché decir alguna vez que las manos de todos están ensangrentadas; una frase para recordar que nadie está libre de pecado y por eso no podemos agarrarnos a pedradas. La palabra impunidad me recuerda un episodio de mi historia que me abrió los ojos, pero aún así puedo perdonar y dar abrazos, incluso a Álvaro Uribe.

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