Ha sido tildada innumerables veces de insustancial, fútil y vana, pero no lo es. La moda, lejos de ser lo que la acusan, es tejido de interacción en las sociedades. Es una dinámica de adopta el reflejo de la personalidad y aún más importante, que reverbera el pensamiento de las civilizaciones.
Ilustración: Natalia Latorre
En sus inicios: incómoda y restrictiva, reflejo de una sociedad moderna que se fragmentaba entre la esfera pública y la esfera privada. Mediada por rígidos corsés, faldas rimbombantes, sombreros, tocados y arandelas, la moda del siglo XVIII reflejó la concepción de la cultura sobre la mujer. Incómodos y poco prácticos, los trajes las confinaban al hogar. La moda de la época moderna, contraria a su nombre, fue una clara representación de la cultura patriarcal occidental, que subordinaba a las mujeres respecto a los hombres.
Posterior al fin de la Revolución Francesa, la moda femenina cambió sustancialmente, de usar pelucas, vestidos con ajustados corsés que les impedían respirar cómodamente, y de faldas de exagerado volumen provocado por el pesado y engorroso armador o miriñaque; las mujeres retomaron el estilo de moda romano, con cintura alta y zapatos planos. El clásico corsé fue remplazado por un corpiño flexible, que no intervenía en el movimiento del cuerpo.
Para la mitad del siglo XIX, reflejo del naciente activismo femenino, se hace popular Amelia Jenks Bloomer, estadounidense, ensayista sobre el voto femenino que popularizó, casi involuntariamente, los pantalones para mujer. Aunque su acogida fue corta, reflejó el naciente pensamiento de un grupo de activistas, que distaban sobre la subordinación a la que habían sido determinadas.
Sin embargo, así como la vestimenta ató a las mujeres en épocas pasadas, posteriormente las liberaría. Para la década de 1920 en París, apareció Gabrielle Chanel, la mujer que impregnó de estilo y comodidad la vestimenta femenina. Le dio la libertad con trajes livianos y tejidos en punto. Chanel entonces, relegó al pasado el uso de corpiños, faldas largas y ajustadas a la cintura, pero sobre todo, estableció el concepto de simplicidad en la moda femenina.
Los inaguantables y enojosos vestidos, fueron reemplazados por el hasta siempre básico de la moda: The little black dress. Bajo el concepto de simplicidad y elegancia sin esfuerzo, posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, Gabrielle Chanel, lanzaría su segundo clásico: El vestido de dos piezas, elegante, pero sobre todo ligero. Su creación, con faldas a la rodilla, reflejó el creciente pensamiento de las mujeres sobre la liberación femenina. Ya no se sentían cómodas con el rol de sociedad que tenían, querían trabajar y llevar a cabo las mismas actividades que los hombres.
Ilustración: Natalia Latorre
En 1966, el diseñador francés Yves Saint Laurent, presentó una versión femenina del smoking, y aunque el público, sobre todo masculino, tardó en aceptarlo, el traje, en especial el pantalón de paño, se hicieron un imperdible en el armario de las mujeres.
La moda de mitad del siglo XX al XXI, resulta entonces utilitarista y conveniente. Nace a partir de las concepciones y percepciones de la sociedad en la cultura. Desde 1980 hasta hoy, la industria de la moda ha crecido potencialmente, decenas de diseñadores consagrados y cientos quienes se han sumado recientemente, evidencian en sus creaciones la practicidad y el acoplamiento, ya no únicamente de mujeres y hombres a la sociedad contemporánea, sino de poblaciones consideradas minorías, hasta hace poco discriminadas.
Finalmente, sería interesante que antes de estandarizar o lanzar juicios sobre algo determinado, nos indaguemos sobre el porqué de las concepciones que tenemos. Si algo ha dejado claro la moda, es que no es frívola ni superficial. Precisamente, porque a demás de ser reflejo de las nuevas formas de pensamiento y de interrelación, busca romper estereotipos a través de la creatividad y eso es un arte.