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  • Andrés Díaz // diazandres@javeriana.edu.co //

La diva


La homosexualidad es un tema que genera muchos prejuicios. Juzgar a otra persona por su orientación sexual impulsados por una supuesta hombría es común en algunas personas. Una reflexión sobre qué significa ser "diva".

Cuando lleva sombrero, me encanta. Se ve elegante y "diva", como le decimos sus amigos. Camina con la espalda recta, piernas juntas y parece que tuviera una línea recta de guía. Gesticula con sus manos excesivamente, habla fuerte y con tono agudo. Hace chillidos cuando algo no le gusta o le emociona. ¿Usted es amigo de la niña? Sí, yo soy amigo de él.

Antes me tomaba la molestia de explicar que no había un motivo para que le llamaran niña. Abandoné mis intenciones de hacer cambiar el parecer de algunos porque no había caso. Es que es muy 'amanerado', habla muy gey, usa pantalones apretados y hasta ombligueras. ¿Y qué?, les decía yo.

Me sorprende que, cuando estaba en el colegio, yo hablaba de la misma manera. "Orduz, el que es marica" era la frase que usaba para referirme a Jeisson, un muchacho homosexual de mi curso. No sé en qué momento rompí con esos prejuicios, pero desde que lo conocí, no era el maricón, era mi compañero y amigo. Insistía siempre en persuadir a los que lo llamaban así, porque si yo había dejado de pensar de esa manera, ellos podrían hacerlo.

FOTO: Edwin es el personaje principal de esta historia. Fotografía tomada por Jhampieer Rangel

El último intento, recuerdo mucho, fue hace casi dos años durante el concierto de Fruko y sus tesos en la Javeriana. Al ritmo de El Preso, mientras la orquesta hacía un homenaje al gran Joe Arroyo, pisando la grama sintética y rodeado de muchos compañeros, tomé su mano y lo saqué a bailar. Algunos nos miraban, otros siguieron en su cuento. Yo estaba bailando, pasándola bueno, con la esperanza de que aquellos que se referían con desprecio hacia él, entendieran que bailar con otro hombre no afectaba mi heterosexualidad. Entonces, tratar a un homosexual tal como tratan a cualquier otra persona, tampoco iba a afectar su 'hombría'.

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Finalmente, no lo logré y al contrario, resulta que a mí también me empezaron a llamar maricón.

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