Por: Tatiana Reyes, Juan David Niño, Santiago Cárdenas y Diego Stacey // Periodismo cultural
Varios artistas, creadores y expertos analizan el debate sobre las nuevas reglas que se intentan imponer en la industria del entretenimiento y la creación artística. Estas buscan terminar con los señalamientos a propósito de los estereotipos y prejuicios que promueven algunas de sus narrativas.
¿Las cuotas de diversidad de personas en las artes son positivas o se pueden convertir en un bumerán? ¿La calidad de la creación artística se abre paso por sí sola o necesita de la creación de cuotas? ¿Las cuotas de diversidad en las artes secuestran la creación libre? Estas son algunas de las preguntas que rondan cada vez más el ámbito de la creación cultural.
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas fue criticada ampliamente en 2015 por premiar mayoritariamente actores y directores blancos (#OscarsSoWhite). Por tal motivo, ha anunciado nuevas reglas de inclusión que comenzarán a regir desde 2024. Estas apuntan a crear cuotas de inclusión que garanticen la participación de grupos minoritarios, como personas de la comunidad LGBT+ o personas racializadas, bien sea en las narrativas de las películas o en el equipo de producción de las mismas.
Las nuevas reglas de la Academia nos invitan a indagarnos acerca del potencial discriminatorio de las industrias del entretenimiento y la conveniencia de impulsar narrativas incluyentes a través de medidas formales, en lo que para muchos sería una discriminación positiva. Para otros, es un paso en la dirección correcta y en defensa de los derechos de las minorías.
El académico y analista de medios Omar Rincón, la guionista y cineasta Libia Stella Gómez, el guionista de televisión Diego Chalela y el pintor y maestro en Artes Plásticas Diego Villegas Tafour comparten sus opiniones frente a la necesidad de crear reglas de inclusión de la diversidad en el arte.
Diego Chalela, guionista y libretista de novelas como El fantasma del Gran Hotel (RCN) y La promesa (Caracol TV). Ganador de un premio India Catalina en 2012, por el libreto de la serie de televisión Correo de inocentes (RCN).
La intención de esas normas o restricciones tiene una naturaleza sana y noble, en cuanto hay una búsqueda por la diversidad o por esa representación. Sin embargo, se corre el riesgo de que se pierda esa esencia y se convierta simplemente en un requisito instrumental, como una cosa solo para cumplir y para llenar una lista de deberes; de que no se haga a través de un entendimiento hacia la riqueza que puede haber en buscar formas de identidad que antes no han sido representadas.
Esa nueva mirada tan bienpensante y tan moralizante se puede volver una cosa muy operativa. Y está el peligro de la superficialidad extrema, que puede terminar en una televisión absolutamente complaciente (casi que dócil), en donde todo se reduce a fingir que estamos representando a todo el mundo, cuando solo se hace un producto bajo unas condiciones de mercado.
Libia Stella Gómez, guionista y cineasta. Ha dirigido La historia del baúl rosado (2005), Arista son (2011), El traje del nuevo emperador (2014), Ella (2015) y Un tal Alonso Quijano (2020). Ganadora del premio a la Mejor Película en el Festival Latinoamericano de Cine de Tigre (Argentina), en el 2015, por su largometraje Ella.
Cada grupo o cada manifestación artística tiene lo suyo. Hay grupos musicales que se sostienen como grupos minoritarios durante toda su carrera, dependiendo de cuál es el discurso de lo que hacen y de lo que cantan. Lo que podríamos encontrar en común en todos los grupos artísticos que no pertenecen a la gran industria es que se arriesgan a un discurso que es menos en favor del público, un discurso más llevado a hablar de los problemas sociales y políticos.
Dudo de esos cambios que se hacen supuestamente con una buena intención. A mí siempre me ha parecido que la discriminación positiva, en cualquier caso, es discriminación. Entonces, que por obligación toque hacer películas sobre negritudes o sobre indígenas no hará, en general, que mejoren las condiciones. Lo que sí podría cambiar el discurso de las cosas es la educación: un pueblo más incluyente y, desde el Estado, un discurso más incluyente de los grupos minoritarios. Esa es la verdadera solución.
Diego Villegas Tafour, pintor, galerista, maestro y docente de Artes Plásticas en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Me parece sorprendente que en Colombia, a pesar de ser un país multicultural, aún no existan lineamientos en las artes plásticas sobre cómo se debe representar la diversidad cultural, tanto de los artistas como de sus obras. No hay suficientes programas de representación por parte del Gobierno para brindar apoyo a estos grupos y abrirles los espacios adecuados para que den a conocer sus plásticas.
La idea es que los contenidos los lleven a cabo y cumplan con los objetivos. Es evidente que la diversidad de género ha sido un paso hacia adelante, pero se necesita mayor representatividad étnica, ya que es evidente que existe un cierto grado de discriminación hacia los artesanos Ellos hacen parte de un grupo minoritario y lamentablemente son tratados como artistas de segunda.
Claro que tiene sentido y es importante imponer restricciones sobre el tipo de contenidos que se pueden hacer, para, de esta manera, saber manejar el tipo de restricción de acuerdo a la expresión artística. No obstante, se debe entender que el problema no está simplemente en las restricciones, sino también en los imaginarios sociales, que son la principal causa de la discriminación de las minorías.
Safara, compositora, activista por la infancia y cantante de folclore fusión del Pacífico.
Es claro que existe un problema de representación de grupos minoritarios. Hemos sido invisibilizados y no se ha hecho conciencia de cómo las minorías aportarían mayormente a la cultura de nuestro país. Más que agregar a las minorías en la industria, [se trata de] generar espacios de equidad. Las nuevas generaciones de estos grupos minoritarios deben tener sus propios referentes, y [hasta el] día de hoy no los hay.
La diversidad cultural es patrimonio común de la humanidad, [y] si se impone no tendría el mismo sentido. Sin embargo, es necesario, pues no se ha logrado de otra forma y me parece válido para empezar a generar igualdad de oportunidades y hacer que la riqueza cultural crezca. Hay que aprovechar las oportunidades que nos brindan a quienes pertenecemos a una minoría, sin importar que sea políticamente correcto o no. Hay que verle el lado positivo a esta imposición, que con seguridad será algo que nos abrirá más puertas y que nos va a enriquecer como cultura.
Yo apoyo que sea impuesta, pero no debería ser así. Debería ir en [sic] nosotros poder reconocer en la diversidad la importancia de los diferentes aportes de todos en la cultura. Lo que me molesta es la palabra inclusión, porque lo han denominado así y siento que esa palabra le quita el mérito a lo que hacemos. No nos incluyen no porque seamos una minoría, sino porque hacemos las cosas bien.
Omar Rincón, profesor titular y director del Centro de Estudios de Periodismo de la Universidad de los Andes. Ensayista, especialista en medios, cultura y entretenimiento y crítico de televisión del periódico El Tiempo.
La industria cultural podría ser un poco más sensible y promover mejores posibilidades. No hasta irse al otro lado, pero sí que el cine, la radio, la televisión, las redes digitales y la música fuesen más inclusivas, más sensibles, menos racistas, menos clasistas y menos machistas. Eso va construyendo transformaciones sociales.
La respuesta es sí. Es interesante hacerlo porque la industria cultural tiene una obligación de ir movilizando la sociedad hacia los nuevos sentidos. Esos sentidos ya están en la sociedad y no son masivos, pero ya son parte de la modernidad de la sociedad. La industria cultural sí tiene el derecho, la obligación, diría, de ir movilizando hacia eso. Es también buen negocio ser buen avant-garde, si no los Óscar no se plantearían eso.
Hollywood se inventó en 1915, para autorregularse [respecto al] sexo y la violencia. Un siglo después, sigue existiendo eso, y todo el mundo lo da por hecho. Pero [la autorregulación] ya no tiene sentido, porque es como si los problemas de la sociedad fueran el sexo y la violencia. Hoy día, por ejemplo, un programa de televisión no dice: “Este programa tiene tanto por ciento de racismo, de clasismo, de machismo, de homofobia”. Eso es superchévere, porque es decir: “Estos son los nuevos criterios; dejen de hablar de violencia y sexo, que eso es arcaico y, además, moralista”. ¿Por qué no cogemos nuevos criterios de evaluación de contenidos? Sería muy educativo.
Cuando hay grupos excluidos de la sociedad, agrega finalmente Rincón, la discriminación positiva ayuda al reconocimiento. Es un reclamo histórico.
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