Por: Nathalia Giraldo // Fotoperiodismo
El cementerio central de Bogotá es, sin lugar a dudas, uno de los lugares más enigmáticos de la capital colombiana. Y por eso era uno de los más visitados antes de la pandemia, tanto por feligreses como extranjeros. Con el aflojamiento de las medidas, regresan los feligreses con sus súplicas a las benditas ánimas.
Con sus variadas formas de rendirles culto a los muertos, el Cementerio Central es el más antiguo que tiene Bogotá; sus puertas abrieron en 1836, en el barrio Santa Fe (localidad de Los Mártires). No son solo características su arquitectura y la longevidad de su estructura, sino también su carga histórica: su pabellón central alberga personajes nacionales de alto renombre, como lo son José Asunción Silva, Rafael Pombo, León de Greiff, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez Hurtado. Surge, entonces, una duda: ¿quiénes son sus más fieles visitantes?
Las elipses del central están permanentemente encantadas, pero el enigma florece durante los famosos Lunes de Ánimas o Lunes de Almas. Aunque podría decirse que el catolicismo cobija dicha celebración, la experiencia de la fe va más allá de cualquier credo existente. Y si bien esta ocurre en casi todos los cementerios de nuestro territorio, en este son de peculiar interés las personalidades y santos populares que allí residen. La religión no los avala; son del pueblo y para el pueblo por su carácter milagroso.
Las ánimas o benditas almas del purgatorio son las encargadas de recibir cientos de peticiones diarias, como conseguir trabajo, triunfar en el amor, lograr que los hijos salgan de la cárcel, volverse millonario o desearle enfermedad o venganza al prójimo. La petición es una ecuación sencilla de recitar pero difícil de resolver: dicen los creyentes que se trata de una transacción, de una suerte de contrato, donde dar es recibir. Y quien no cumple lo pactado, sufre, entonces, las consecuencias.
Como las almas no hacen favores porque sí, empiezan, en consecuencia, las promesas, las reverencias y los intercambios. Todo comienza desde el saludo inicial en las puertas del cementerio o en las lápidas, con tres golpes en seco; algunas veces un lanzamiento de monedas acompaña el saludo. Asimismo, se deja agua, ya que las “almitas tienen sed de recorrer con tantos favores”, y no faltan el aguardiente, el radio, las velas de colores (dependiendo de lo que se vaya a pedir) y la novena a las benditas almas.
No todos siguen el mismo procedimiento para establecer la conexión con las ánimas, pero sí saben que, al iniciar el contacto y la petición, deben asegurarse de mencionar el pago. Doña Anita había prometido ir los lunes de los siguientes dos meses si se cumplía la petición, y ese era el último para saldar su relación con las ánimas —aunque hay otro tipo de ofrendas y peticiones más retorcidas, vinculadas a la brujería—. Para muchos creyentes, sus ánimas pueden ser cualquier persona fallecida, pero otros creen que son aquellas en el limbo espiritual y que por eso pueden viajar fácilmente.
Si se sigue la ruta diseñada por la Alcaldía, la primera parada del recinto debe ser la tumba de las hermanitas Bodmer; después de la capilla, a la derecha, está la estatua cercada de dos de las cuatro hermanas. Cuentan que ellas murieron de una rara enfermedad sanguínea y que, siendo solo unas niñas, fueron transformadas por los visitantes en la estampa cuidadora de los infantes. Muchas de las peticiones dirigidas a ellas, usualmente para curar enfermedades, van acompañadas de peluches y dulces que rodean el cercado o están en sus manos o bocas.
Justo detrás está una de las atracciones principales para los curiosos: la tumba de Leo Kopp, el famoso cervecero creador de la compañía Bavaria, cuya fama de patrón benevolente no parece haber mermado ni en la muerte. Esta estatua dorada con rejas abiertas atiende grandes multitudes, que le ofrecen baños de cerveza, flores, limpieza y hasta peticiones en el oído derecho. Dicen que don Leo solo recibe de a un favor, y que en el momento en que se cumple su petición y se paga lo prometido, su oído izquierdo queda atento a escuchar los agradecimientos de a quienes ayudó.
En una esfera más alejada se encuentra Julio Garavito, la figura del billete de 20 000 pesos colombianos. Este lugar no tiene estatua, pero sí una tumba cuadrada con bolardos en cada esquina. Los visitantes favoritos de esta tumba la han pintado de azul para mantener la semejanza con su billete, y le piden prosperidad ofreciendo desde velas hasta dinero oculto. Otro famoso querido sobre todo por los habitantes del barrio es José Raquel Mercado, líder sindicalista asesinado, cuyo busto en el cementerio siempre está adornado con flores moradas. Son las prostitutas quienes más le piden, pues él las protege en las noches.
Para infortunio de los feligreses, el pabellón central está cerrado hace más de tres años debido a una remodelación. Como el cementerio fue declarado monumento nacional en 1984, urgen mayores reformas, lo que impide una de las acciones más importantes del lugar: el tacto y la cercanía con las ánimas. Lo anterior preocupa también desde las creencias locales: ¿podrían tomar represalias las almas que no sienten la cercanía física con quienes solicitaron su ayuda? Lo más cerca que podían estar a ellas era desde sobre el portón que da el acceso directo a dicho pabellón del cementerio.
Y, si eso no es motivo de preocupación, ¿cómo responderles ahora a las almas en medio de una pandemia que aisló al país? Conforme fueron modificándose las restricciones de movilidad, la afluencia de fieles a las diferentes entradas del cementerio ha incrementado. Se han vuelto a sentir las flores, la música, las velas y, sobre todo, las muchas peticiones. Al fin y al cabo, los favores no se hacen solos, y los lunes se hacen desear cada vez más.
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