Por: María Auxiliadora Rodríguez // Periodismo Cultural
Durante la pandemia, Colombia realiza la mayor incautación de bienes culturales traficados ilegalmente en la historia del país. 242 piezas precolombinas han sido recuperadas y repatriadas. Lo anterior no es sorpresa para nadie, pues la emergencia mundial ha agudizado esta problemática del mundo cultural.
En todo el mundo, las prioridades de salud y el confinamiento han dejado en segundo plano la protección del patrimonio cultural. Múltiples museos y sitios arqueológicos son apenas custodiados, y sus tesoros están a la merced de traficantes, redes delictivas e, incluso, grupos terroristas que desean sustraerlos y comercializarlos sin importar las fronteras. Frente al aumento lucrativo de este negocio ilícito, Interpol, Europol y la Organización Mundial de Aduanas (OMA), que actúan en 103 países alrededor del mundo, han aunado sus fuerzas en la operación internacional Athena II, contra el tráfico de bienes culturales en aduanas y sitios de venta online.
Según el reporte anual de Interpol 2020, esta acción internacional ha desembocado en la recuperación de más de 19 000 objetos arqueológicos y de interés artístico; la detención de 101 sospechosos, y la apertura de más de 300 investigaciones. Especialmente las autoridades colombianas, en colaboración con la Policía Nacional de España, incautaron 242 piezas precolombinas adicionales, lo que supone la mayor incautación en la historia del país suramericano. “Las redes delictivas tenían en su poder obras de arte, objetos arqueológicos saqueados en países en guerra: estatuillas de oro, joyas antiguas y piezas excepcionales de la época precolombina, como una de las máscaras de oro de Tumaco, única en su género y que había sido saqueada en territorio colombiano”, afirmó Jürgen Stock, Secretario General de Interpol.
Asimismo, en junio de 2020, en la sede de la Unesco (París), suscitaron múltiples reuniones concernientes al tráfico de antigüedades en época de la covid-19. En estas, el subdirector general de cultura, Ernesto Ottone Ramírez se refirió a la pandemia como “un flagelo. Hay más saqueos, pero menos misiones, menos control y, sobre todo, menos información; las publicaciones de los usuarios en redes se encuentran preponderantemente en Siria y en zonas de conflicto aledañas”. Además, manifestó su preocupación por el intento de robo de las piedras preciosas de la catedral de Notre-Dame de París, cuyas obras de restauración habían sido interrumpidas semanas antes.
En Latinoamérica este tema siempre ha sido latente. Se remonta al año 1500 con los robos de las antiguas colonizaciones, que hoy se encuentran expuestos en grandes museos del mundo, como el British Museum, de Londres, la National Gallery, de Canadá (Otawa), y el Museo de Fine Arts, de Boston. Colombia específicamente no solo ha sido víctima del tráfico de drogas y de armas, sino que cada día sufre la pérdida de su patrimonio, gracias a su riqueza arqueológica materializada en un sinfín de objetos producidos por las culturas indígenas prehispánicas.
En el territorio esta problemática abarca tanto los indígenas y artesanos como los dirigentes políticos. Fue tal el caso de Mateo Goretti, un político argentino al que en años pasados se le incautaron del sótano de su vivienda 58 piezas precolombinas robadas, equivalentes a un millón de dólares. Mediante gestiones diplomáticas con Argentina, Colombia pudo recuperar, repatriar y regresar al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) los objetos precolombinos hurtados.
Sobre el tema destaca la voz de Carlos Mario Jacanamejoy, un artesano de la comunidad Kamentsá, del Valle de Sibundoy, en el Putumayo: “El robo de nuestro arte precolombino es nuestro día a día. Hay tantos maleantes que roban nuestro arte para llevarlo a Europa, y no solo nos dejan sin trabajo, sino también sin con que llevarle el pan a nuestros taitas que nos enseñaron y a nuestros hijos: a nuestra comunidad”. Esta comunidad siempre ha sido reconocida por la fabricación de sus máscaras ancestrales; sin embargo, estas artesanías tomaron vuelo tras su exposición en el Museo de Arte del condado de Los Ángeles, y ahora son asediadas por los traficantes de bienes culturales, los guaqueros, los exportadores ilegales y los vendedores irregulares.
“Mi tierra siempre vivió el robo y de eso hablan nuestras artesanías. Hablan del yajé, de la historia colonial. Los gestos llorones muestran nuestra indignación ante la aniquilación, muestran el malestar de los pueblos indígenas, muestran el dolor. A partir de 1537, por ahí, los conquistadores, misioneros y colonos llegaron al Putumayo en busca de oro, cedro, quina y caucho, despojándonos a nosotros de nuestras tierras e ignorando nuestro legado”, comentó Edilmo Tisoy Jamoioy, líder artesano de la comunidad.
En los últimos meses, con ayuda del Ministerio de Cultura, la Comunidad Kamentsá ha encontrado sus obras cotizando en internet por grandes sumas de dinero. Sin embargo, manifiestan su descontento con las acciones del Estado, advertidos solo cuando la oferta ya está publicada en los catálogos o, incluso, cuando la venta ya se ha realizado. Para vender estas mercancías, los saqueadores privilegiaban las redes sociales, pero su popularidad se ha disparado recientemente en eBay debido a la petición de la Unesco a Facebook/Instagram para que prohibiera el comercio de bienes históricos en sus plataformas.
Según el último reporte del Proyecto Athar (Antiquities Trafficking and Heritage Anthropology Research), el tráfico de bienes culturales se ha vuelto aún más lucrativo con el confinamiento, y el número de grupos se ha duplicado: “Para el 2019 había unos 90 grupos en Facebook dedicados al comercio de bienes culturales, con unos 300 000 usuarios. Ahora en el 2020 hay casi 130 grupos, preponderantemente árabes, y totalizan concretamente 1 947 195 usuarios monitoreados”. Además, “los miembros se distribuyen entre ciudadanos promedio, intermediarios y extremistas violentos que incluyen a personas asociadas con grupos armados insurgentes de Al-Qaeda y del Estado Islámico, como ISIS, el Hay'at Tahrir Al Sham (HTS) y el Hurras ad-Din (Los Guardianes de la Religión) y ofrecen principalmente grandes artefactos prehispánicos, mosaicos, elementos arquitectónicos y ataúdes faraónicos”.
El número de detenciones e incautaciones practicadas refleja la dimensión y el alcance global del comercio ilícito de bienes culturales. Actualmente el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en conjunto con el Comité Interadministrativo de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales y otras entidades diplomáticas, sigue en la búsqueda de otras 402 piezas precolombinas desaparecidas.
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