Por: Stefanny Arango Sánchez // Periodismo Cultural
La evolución del grafiti en Bogotá ha sido valiosa para la transmisión de mensajes sociales, el embellecimiento de la ciudad y su posicionamiento como atractivo turístico. Cada vez hay más espacios que propician la legalidad e incorporación colectiva de esta forma de arte urbano.
Sprays de colores, aerosoles, vinilos y, por supuesto, mucha imaginación combinada con talento son los elementos que acompañan a aquellos encargados de cambiar las paredes y llenarlas de vida y color. El grafiti visibiliza las principales problemáticas de la sociedad, le da voz a los marginados, abre un espacio de conversación para aquellos que piensan diferente y tiene carácter social, político y crítico. A pesar de su relación con la rebeldía y el vandalismo, hoy en día se ha transformado en un arte urbano que ennoblece las ciudades, como es el caso de Bogotá: esta se ha convertido en un atractivo turístico por sus grafitis.
La Real Academia Española define el grafiti como “firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente”. El grafiti es, pues, una expresión incluida en el arte urbano —ese que se realiza en la calle o vía pública—, pero también está asociado a otras expresiones artísticas como los pósters y las pegatinas. La historia del grafiti se remonta a los años sesenta en Nueva York; influidos por el movimiento Hip Hop, varios adolescentes empezaron a escribir su nombre en las paredes de los barrios de la ciudad.
De esta manera apareció uno de los primeros artistas reconocidos de este arte: TAKI 183, un joven griego que trabajaba como mensajero y estampaba su firma en los vagones del metro. Demetrius (su verdadero nombre, del que se deriva su nombre artístico) se convirtió en un pionero de la práctica y motivó a muchos jóvenes a imitarlo, así como también a buscar sitios cada vez más difíciles y llamativos donde dejar su firma. Con el paso del tiempo el grafiti callejero se incorporó a la cultura hip hop, rap y breakdancing, y empezó a extenderse a otros países.
Este arte urbano llegó a Colombia en los años ochenta y se convirtió en una forma de expresar las inconformidades del pueblo. Su auge comenzó en Bogotá con el giro del milenio, y ha pasado por varios momentos de resistencia, puesto que, dependiendo del alcalde de turno, existen diferentes políticas que abren o que, por el contrario, cierran los espacios para realizar grafiti. No obstante, las zonas que ha dispuesto la Alcaldía de Bogotá han permitido al grafiti ser visto como un arte legal que aporta a la construcción cultural y social.
Bogotá es una de las ciudades con mayor movimiento de artistas urbanos y una de las más importantes para el grafiti. De hecho, gracias a la cantidad de arte callejero que se ve en los diferentes sectores, la capital se ha diferenciado y ha atraído visitantes. Fabien Le Vasseur, joven francés radicado en Colombia, piensa que el grafiti tiene mensajes políticos y artísticos muy impactantes: “Tuve la oportunidad de realizar el Tour del Graffiti, y fue una posibilidad de conocer las historias de diferentes personas y, además, de aprender a reconocer artistas. Es muy impresionante para un extranjero ver esta estética, porque aunque he visitado muchas ciudades con arte urbano ninguna me cautivo como Bogotá”. Posteriormente, Le Vasseur realizó un taller de pintura-grafiti.
El recorrido del Graffiti Tour es ideal para que locales y extranjeros disfruten de la variedad de arte urbano que hay en la ciudad. Por ejemplo, las paredes grises, simples y muertas que caracterizaban una de las zonas industriales de Bogotá fueron transformadas, desde 2016, en la atracción turística y cultural Distrito Graffiti. Ubicado en la localidad de Puente Aranda, este es un espacio creado por colectivos como Vértigo Graffiti y Spray Móvil, y tiene como finalidad promover el arte urbano responsable, además de dejar un mensaje social que comunique las ideas de aquellos que no tienen voz.
Asimismo, caminar por el centro de Bogotá es un plan idóneo para ver grafitis, puesto que La Candelaria, además de ser un lugar histórico, es también el epicentro del arte urbano; coloridos murales recorren el Parque de los Periodistas y el Chorro de Quevedo. La avenida El Dorado no se queda atrás, ya que en la calle 26 hay un recorrido artístico imperdible, con murales representativos como El beso de los invisibles. Además de la gran cantidad de lugares donde se pueden observar las manifestaciones artísticas de los aerosoles, también hay un sinfín de artistas que dedican su vida a esto, ya sea de forma ilegal, rayando las paredes que no están permitidas, o legal, realizando murales en los lugares dispuestos por la institucionalidad.
Néstor Arteaga, artista urbano desde hace dos años, expresó cómo ha sido la evolución de este arte en el país y cómo gracias a esto ha podido progresar en su trabajo: “El arte urbano en Colombia ha crecido de manera inmensa en las últimas dos décadas; gracias al apoyo estatal y comercial se ha logrado que mucha gente lo practique de manera legal. Además, se ha ido suprimiendo el estigma de pintar en el espacio público, generando mayor aceptación por parte de la sociedad”. Néstor ha creado murales significativos en diferentes partes de la ciudad. Por ejemplo, en febrero de este año, el colegio Ricaurte lo contrató para realizar un mural en homenaje a Dilan Cruz, joven bogotano asesinado por el ESMAD en medio de las protestas de noviembre de 2019.
La evolución del grafiti ha permitido que escultores y pintores valoren esta práctica como arte. Por ejemplo, para el empírico escultor santandereano Milton Oreajana las proporciones en tamaños y la infinita cantidad de formas que se pueden lograr convierte al grafiti en el arte en el que se puede expresar más. Él asegura que la escultura está siempre más limitada y obligada al material del que esté hecha: “Con una escultura se debe ser mucho más impactante, porque es una única forma condensada y atrapada por siempre. El grafiti puede ser mucho más libre y, por ende, más creativo”.
El Gran Foro Mundial de Artes, Cultura, Creatividad y Tecnología tuvo lugar del 9 al 16 de noviembre desde una plataforma digital. Allí se abordó la temática sobre cómo el grafiti ha pasado de ser considerado como vandalismo y ahora es visto como una expresión artística que fomenta la cultura y el diálogo. Ciudades como Bogotá, enriquecidas por el grafiti, permiten no solo la divulgación de este arte, sino que también le abren espacios de expresión. Por lo tanto, el grafiti como arte urbano seguirá trascendiendo y creando mensajes que, allende la capital colombiana, llegan a cualquier parte del mundo.
Le puede interesar: Grafiti y muralismo protegidos por la ley
Comments