Últimos días de la exposición Intangibles. Estará abierta al público en la Cinemateca de Bogotá, de 10:00AM a 5:00PM, hasta el 14 de febrero de 2020. Es una muestra de arte y tecnología con exposición internacional en simultáneo.
FOTO: Tomada por Daniel Fernando Cabrera González
¿Es posible experimentar el arte de forma distinta a la convencional? ¿Podemos disfrutar de las obras de Roberto Matta, Joaquín Torres García y Juan Gris sin pasear por las salas 205 y 210 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en España? ¿Acaso será posible deleitarse con La Belle Société de Magritte o con L´Appel de Delvaux sin la generosidad de la Colección Telefónica de España? En este punto se destaca el elemento de la distancia. De Colombia a Portugal, el país europeo más cercano a nuestro país, son 7636 kilómetros; a esa distancia hay que sumarle otros 624.6 kilómetros, la longitud de Lisboa a Madrid, si se quiere ir al Museo Nacional. Cualquiera que no cuente con los recursos y el tiempo se limita a ver las obras de estos artistas por internet, pero ahora, por medio de la revolución digital, la relación entre el espectador y el arte está destinada a cambiar.
La exposición Intangibles, traída a la Cinemateca de Bogotá por la Fundación Telefónica de Madrid, permite una exposición e interacción artística en simultáneo. Lo clásico y académico se fusiona con lo experimental mientras que las obras se asocian a la tecnología. El ser humano es resistente al cambio, más aún si se trata de modificar el formato de una obra ya establecido o de alterar la relación entre el individuo y el arte. Con rapidez fue derrumbado ese imaginario al ingresar a la sala de Roberto Matta. Seis pinceles en botes de pintura ubicados frente a una pared blanca iluminada por un proyector de vídeo. Tomar un pincel y realizar trazos en la imagen proyectada iba descubriendo la “Morfología psicológica” con cada pincelada; el espectador ahora está dentro del arte y es capaz de apreciar una pieza artística utilizando más sentidos que la vista. Se altera en ese espacio el ritmo entre arte y espectador, este último ya no se debe acoplar al ritmo de la obra, sino que ahora puede disfrutar a su propia velocidad.
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La sala Picasso ofrece a los visitantes una experiencia auditiva en 3D y allí se transportan a una casa campestre española. Acompañados de un asistente del malagués, llegan a la esencia de la realización artística del pintor, por medio de la descripción de la facilidad y composición de sus obras. La estimulación del visitante aumenta momentos antes de finalizar la grabación, en donde es retado a recrear un autorretrato en una tableta gigante, que funge de lienzo en blanco, partiendo de lo escuchado. En este momento el artista deja de ser el único receptáculo de emociones, haciendo una transferencia de sensaciones al espectador, un nuevo protagonista dentro de la creación artística.
En la sala Juan Gris, cuatro cuerdas blancas en un fondo negro generado por un proyector recibían al que entraba. Tocar la pared, en torno a las cuerdas, originaba distintos sonidos en alusión al leitmotiv creativo de las rimas plásticas del movimiento cubista. A medida que sonaba la música iba apareciendo La guitare sur la table al fondo de las cuerdas. La propia obra impulsaba al espectador para seguir tocando, creando sus propios ritmos, hasta que en el clímax de su concierto apareciera la totalidad de la obra de Gris.
FOTO: Tomada por Daniel Fernando Cabrera González
Más allá de una propuesta arriesgada la exposición constituye un reto a la imaginación. Se vive el arte como los grandes maestros pretendían, con el espectador sumido de cabeza en la producción. La tecnología, en lugar de desplazar el arte, se convierte en un vehículo para su amplificación, permitiendo una globalización de las obras y una interacción artística con los espectadores de todo el mundo.
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