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Oda y diatriba a mis ojos

Por: Valentina Alfonso // Periodismo cultural


En cuarentena, cada espacio de la casa parece tener nuevos matices, aristas y forma de ser vista. Una fotógrafa retrata su hogar, esta vez no en imágenes, sino en palabras.

FOTO: De Valentina Alfonso.

Hoy amanecí viendo mejor que nunca. Bueno, no, mejor que ayer sí, pero estoy segura que peor que mañana. El astigmatismo y la miopía me han acompañado ya desde hace unos años y, desde que tenía once, se juntó con crisis de migraña que me dejaba en negro por unos minutos. Así que no, ver nunca fue de mis cosas favoritas porque o no veía bien o me esforzaba tanto por ver que quedaba en negro gracias la migraña que llegaba.


Es tan irónica como ridícula mi pelea con la vista, porque intento prescindir de ella u obviarla para que ver solo lo necesario, sin embargo, soy fotógrafa.

Tomar fotos resultó ser la manera más cómoda que conseguí para ver: si de lejos no veo, hago zoom; si no estoy segura de lo que veo, capturo y miro con detenimiento; si está borroso, enfoco sin miedo a una migraña; pero, lo mejor de todo, es que con un solo disparo puedo observar los detalles que permanece en la fotografía y repasarlos una, dos o tres veces.


Básicamente mi vida era así, no me molestaba no ver lo suficiente porque tenía un lente que veía por mí cuando yo quisiera ver, pero desde hace unos días comencé a mirar de más, veía cosas donde antes no había nada.

FOTO: De Valentina Alfonso

Comencé por las paredes de mi cuarto, la que está a la izquierda de mi cama tiene pequeños rayones y una mancha de color azul y verde que sigo sin entender cómo llegó ahí. Pasó mi mirada al clóset que está al frente de mi cama y veo que nunca toca el techo, tiene unos 2 o 3 cm centímetros de distancia; el enchufe en la pared sobre mi escritorio está torcido 30 grados a la derecha y eso me molesta; desde la ventana de mi cuarto justo en la mitad de dos edificios veo la iglesia de Monserrate, excepto hoy, hoy veo nubes; las botas en mi organizador de zapatos están mal puestas, la bota izquierda de las blancas está con la punta hacia abajo y la derecha de las vinotinto tiene la punta hacia arriba. Si me acuesto mirando hacia mi biblioteca tres libros me observan: la cara de Benedetti en la colección de cuentos completos, una ilustración caricaturizada del gran cuento de Robert Louis Stevenson, Dr. Jekyll and Mr. Hyde y la portada de Crónicas humorísticas de Elina Berro; también veo mi matera en forma de calavera y las hojas en la mesa de noche ya marchitas, no le he puesto agua en 3 tres días, siempre se me mueren.


Salgo de mi cuarto y noto que el espejo que compré hace unas semanas está desgastado en el marco; me dijeron que era nuevo, mi mamá siempre me dice que revise, ya qué; la sala, por el contrario, parece una fotografía, siempre luce igual, he intentado mirarla a ver si la cojo en flagrancia pero se mantiene estática, va a ser mi misterio para resolver los próximos días. La cocina siempre es una escena cambiante, pero es por mí porque muevo los platos, las ollas y los limpiones cada tres horas; el baño tiene una gotica de shampoo seca en la puerta de la ducha, tal vez nunca terminó su camino y se quedó ahí en la mitad del vidrio atrapada; el lavamanos está hecho con mucho cuidado, si no fuera yo la que miro, nadie lo habría notado, pero con mi visión biónica de estos días nada se me escapa: ahí, justo ahí entre la llave y la esquina del lavamanos hay un espacio sin pintar, el pintor debió pensar que era un sinsentido pintar ese espacio porque nadie lo veía, pero no contaba conmigo.


Llevo dos meses y 18 días viviendo en esta casa, pero desde hace dos semanas parece que se regenerara en las noches y en la mañana le descubro algo nuevo. Me agrada y creo que le agrado porque no me ha dado malas sorpresas. Tal vez solo nos agradamos porque estamos solas las dos en este encierro, tal vez también está mirándome a diario y lleva un listado minucioso de mis defectos, tal vez yo también me regenero en las noches y ella me espera en las mañanas, tal vez ninguna tiene a dónde más mirar.

 

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