Por: Angie Natalia Abaúnza Guastar // Fotoperiodismo
A la pandemia sobrevivieron el legado histórico y el paisaje del famoso Chorro de Quevedo. Pero ¿qué pasa con los visitantes, turistas y nativos? ¿Qué se necesita para reanimar este sitio turístico con las debidas medidas de bioseguridad? Directo Bogotá le enseña la nueva realidad del Chorro de Quevedo.
En 1537, los españoles llegaron al centro del país provenientes de los puertos de la Costa Caribe. Entre ellos se encontraba Gonzalo Jiménez de Quesada, quien decidió fundar una ciudad en el lugar de recreo del Zipa, detentor del dominio de las tierras chibchas. Lo único que este no logró dominar fue su propia muerte, y, acto seguido, Jiménez ordenó construir una iglesia con techo de paja y 12 chozas: una en nombre de cada uno de los apóstoles. A la nueva ciudad la llamó Nuestra Señora de la Esperanza, y fue en ella donde el padre fray Domingo de las Casas ofreció su primera santa misa.
Esta ciudad estaba ubicada en lo que hasta hace poco conocíamos como el Chorro de Quevedo. Pero ahora existe una nueva normalidad. Ya no está verdaderamente ese lugar de cultura desbordada y personas extranjeras desorientadas, con los ojos iluminados por los bellos grafitis de la calle del embudo. Hoy ya no se ve nada: las calles están solas; los rostros, preocupados de que nadie se les acerque a menos de dos metros de distancia; los vendedores, gritando y promocionando sus productos en sus tiendas sin clientes. Pues sí, esta es la nueva normalidad.
Son las 3:30 p. m. de un viernes cualquiera, en una ciudad de 8 millones de personas —que, dicho sea de paso, hoy parece de un millón o quizás menos—. No hay ruido, sino solo calma y paz. Solo hace falta caminar por una de las calles más concurridas del centro de Bogotá, la calle del embudo, para darse cuenta de que ya no es frecuentada como antes: la realidad cambió. Ya no hay libertad de sentarse, recostarse, acomodarse y encontrarse un pequeño espacio en el Chorro. Pero de los problemas aparecen las soluciones. No solo se instalaron una cerca adornada con flores y un redondel de mesas para los visitantes, sino que ahora son necesarias una fila, un registro QR y gel antibacterial. Así se recibe hoy a las personas nuevamente.
Pero la nueva normalidad no acabó con las 12 chozas y la iglesia. Una de ellas es la cafetería Santa María, ubicada al costado derecho del Chorro. Este café-bar, en su tiempo vivienda de Jiménez de Quesada, es uno de los lugares más apetecidos por los visitantes que acuden ordenadamente al lugar. Su variedad de bebidas llama la atención de cualquier invitado: desde la famosa chicha hasta un canelazo o un simple café. Y desde el segundo piso se aprecia un panorama completo de lo que fue algún día el hogar de aquellos conquistadores que fundaron Bogotá.
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