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  • Laura Alejandra Ayala Hernández //

Tiempo de aislamiento… sin tiempo


El aislamiento social preventivo provocado por la Covid-19 ha permitido que muchas personas puedan compartir con sus familias o realizar sus hobbies. Sin embargo, algunos no tienen momentos para nada más que el estudio y el trabajo. Una experiencia entorno a la paradoja del tiempo en cuarentena.

FOTO: Imagen de Pavlofox en Pixabay.

Más de cincuenta días de cuarentena y ya perdí la cuenta de las veces en las que me han preguntado cómo voy con el “encierro”, si ya estoy aburrida sin saber qué más hacer o si me hace falta salir. La respuesta siempre ha sido la misma. Hago cara de que recién caigo en la cuenta de que estamos en aislamiento social, luego paso a un gesto de indiferencia y contesto. No, no me hace falta salir.

Podría hacerme falta si, por lo menos, tuviera tiempo de reparar en las cosas que no he podido hacer desde que se tomaron las medidas de prevención, pero lo último que hay es tiempo. El despertador sigue estando programado para la misma hora, las clases continúan dictándose en el mismo momento y con la misma duración (de hecho, inician antes y terminan después de lo que se acostumbraba en las clases presenciales) y el nivel de trabajos se mantiene o aumenta, al menos en mi caso.

Al escuchar o leer los comentarios de las personas que dicen que ahora comparten más con sus familias, no puedo sentirme menos identificada con ellos. De lunes a sábado en clases y los domingos haciendo los trabajos del lunes. Apenas puedo hacer las cosas para el día inmediatamente siguiente. ¿Cómo me haría falta salir si desde hace meses no levanto la cabeza de mi cuaderno y mi teclado?

No lo malinterpreten. No quiero que me lean con tonito de queja, porque la verdad es que agradezco que este sea mi caso. De lo contrario, mi vicio de sobreanalizarlo todo ya me habría vuelto loca. Las mañanas en las que me despierto y no veo más remedio que volver a dormir porque no hay deber por el cual levantarme ya me habrían deprimido y las noches de insomnio ya me habrían visto llorar.

Amo estar tan ocupada, de la misma manera en que odio no poder realizar todos estos deberes de forma presencial. Amo estar a tope de cosas, de la misma forma en que odio que esa sea la única forma de estar a flote. Amo la forma en que los profesores han logrado ajustar los planes académicos a las plataformas virtuales, de la misma forma que odio que en mi último semestre de materias no vaya a poder pasar mis tiempos libres con los amigos que difícilmente harán parte de mi cotidianidad como lo han hecho desde el 2016.

La mayor parte del día la paso en mi habitación con la puerta ajustada. La única autorizada para entrar y salir cuando se le venga en gana es la más pequeña de la casa, mi perrita. Aunque mi mamá tampoco es que se aguante las ganas de entrar y hacer aseo (a ella el encierro sí la ha desesperado) por más que le mienta diciéndole que la cámara está encendida.

Si no me interrumpe de esta forma, lo hace cuando escucho a alguna de nuestras vecinas cuyo tono voz no me permiten ignorar, por más que yo lo intente, que entraron a nuestro apartamento para “echar chisme”. Hago una nota mental para no olvidar decirle a mi mamá que este aislamiento implica que las visitas disminuyan y que ella todo lo hace al revés. Ya sé cuál será su respuesta. Que ella no tiene con quien hablar y que a pesar de vivir con mi hermano y conmigo, nosotros nos la pasamos encerrados y ella se queda sola.

De no ser porque estoy segura de que ella sufre los mismos tormentos y pesares que yo, le diría que se aguante, que no es momento de hacer visita y hacer que cualquiera pase a nuestra sala. Pero luego recuerdo que yo al menos tengo mi lista de trabajos esperando ser realizados, mientras ella no tiene nada. Ni siquiera a sus hijos.

Pueden obligarnos a estar bajo el mismo techo, pero nadie puede hacer que nos relacionemos y nos unamos realmente; de hecho, nos lo dificultan. Nunca me había sentido tan lejana de alguien que tuviera tan cerca. Y no, no me hace falta salir, me hace falta tiempo. Al menos el necesario para pasar con las personas a las que puedo ver sin cruzar las puertas de la calle.

 

Nuestro especial de cuarentena en Directo en casa

 

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