Cartel Urbano confronta lo tradicional con rebeldía y le entrega el micrófono a los silenciados. Pero ¿podrá también entregarle contenidos a los alternativos?. Una columna de opinión de Ana Lucía Ñustes.
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Lo alternativo es como un menú en el que las palabras rebeldía y transgresión se repiten una y otra vez, como si se tratara del especial de la casa. Las recetas que aquí se consignan contienen ingredientes variopintos que se anclan entre las empanadas de la W y el risotto de El Tramonti; entre el arte popular y el arte tradicional. Esta es la cultura alternativa que representa Cartel Urbano o al menos, eso pienso.
Es cierto que lo under, lo queer y lo diverso encajan en el marco de las libertades individuales que la cultura alternativa pretende defender. En ese sentido, cuando leemos titulares como “El mariconeo es reivindicar lo que ha sido clasificado como inapropiado”, le damos gracias al equipo de reporteros de Cartel Urbano por contarnos algo que supera la victimización de los homosexuales y el cubrimiento de las marchas por la libertad sexual.
Es cierto que cuando vemos la foto de Melissa con las tijeras y leemos sobre su colectivo de Peluqueras Asesinas, entendemos que el arte va más allá de la pintura y el teatro, abarcando un espectro más amplio de talentos que se desarrollan, para bien o para mal, en la cotidianidad. Y una vez más damos las gracias.
Es cierto que al leer algunas entrevistas de Juan David Arenas, director y fundador del medio, nos sentimos conectados con su discurso del periodismo callejero que le abre las puertas a artistas y colectivos que se desempeñan en las periferias culturales. Más aún, cuando defiende su labor y a su equipo, ante las autoridades que intentan silenciarlo, dándole un lugar privilegiado a la incomodidad que producen sus contenidos para el negocio de la cultura. Gracias. Gracias. Gracias.
Todo eso es cierto. ¿Pero es cierto para quién?
En septiembre de 2015, Cartel Urbano publicó un artículo escrito por nueve periodistas reconocidos, de toda clase de medios. El objetivo: describir nueve tipos de lectores mamones. El furibista, el extremista y el misógino fueron algunos de los perfiles que se obtuvieron. El décimo, no enunciado en el título y enmascarado en el texto de otros, fue el perfil de la tan intrigante audiencia del medio.
Este lector urbano es uno al que le interesa escabullirse en lo under, pero sin hacer parte de ello. Un lector observador que mira con curiosidad la vida de cuerpos diversos, pero siempre recordando que ninguno de esos cuerpos es como el suyo. Un lector que pueda decir “mariconeo”, pero sepa quién es Adolfo Zableh. Un lector que quiera ser jalonado a lo alternativo, pero solo porque sabe que puede regresar a lo cómodo. Un lector tan burgués que nunca pensaríamos que puede ser un rebelde. Un lector como usted o como yo.
Es cierto, todo es cierto. Excepto que Cartel Urbano cuente alternativo para alternativos.
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