Hoy en día, Bogotá es considerada la ciudad más insegura para niñas y mujeres a nivel mundial debido a los altos índices de violencia sexual. Natalia Díaz, psicóloga experta en el tema, se pronuncia sobre la importancia de la atención y el cuidado oportunos de la salud mental de las mujeres víctimas de abuso y acoso sexual en la capital.
FOTO: Marcha en contra del acoso sexual en Bogotá 2018.
En los últimos años, el abuso y el acoso sexual a mujeres y niñas en Bogotá se ha convertido en una problemática tan común como los atracos callejeros. Es por esto que diversos centros psicológicos se han enfocado en el cuidado de la salud mental de las víctimas de esta modalidad de violencia sexual.
El acoso hace referencia al conjunto de conductas inapropiadas, tales como comentarios, chistes o palabras insinuantes, las cuales, sin necesidad de agresión física, incomodan a la persona, especialmente a la población femenina; este puede darse en diversos contextos, desde el universitario hasta el laboral. “Lo que llamamos los piropos, que son de por sí completamente verbales y no duran mucho en la mayoría de los casos, efectivamente hacen que la persona que es objeto de este tipo de conducta, se sienta agredida. Es un tipo de agresión y de violencia”, explica Díaz.
Por otro lado, el abuso se entiende como la acción de tomar ventaja con respecto a alguien; usualmente existe una persona en condición de vulnerabilidad y otro que se aprovecha de ello. “Por ejemplo, un jefe y su subordinada, en donde el jefe está tomando ventaja de su estado de poder sobre la persona. También los líderes religiosos, quienes utilizan esa figura de poder para influenciar sobre sus feligreses. No solo toman ventaja, sino que, en general, ejercen avances sexuales no consentidos e incluso violentos hacia una persona que no lo quiere”, dice Díaz. Dentro del código penal, el abuso sexual se tipifica cuando la persona es menor de 14 años. Antes de esa edad, en Colombia, se argumenta que la persona, con incapacidad cognitiva o en condiciones de alteración de la consciencia, no puede decir que sí o que no.
Cuando una mujer es víctima de abuso o acoso sexual, se genera toda una reacción emocional alrededor al hecho asociada a ciertos parámetros culturales y sociales de su entorno. Son comunes el temor, odio, culpa, asco, tristeza, desconfianza, aislamiento, marginamiento, ansiedad y depresión como consecuencia del evento traumático. “La violencia sexual, como evento traumático, es un atentado en contra de la dignidad de la persona, que está directamente atada a su sentido de valor personal. Es una violación en contra de algo que las mujeres consideramos sagrado o importante: nuestro cuerpo. Además, existe una concepción cultural de que hay cierto valor que se pierde en una mujer cuando algo así pasa. Ya no sirve. Y eso sucede especialmente en ciertas comunidades o regiones de Colombia en donde, si se sabe que eso pasó, el valor social de la mujer cae; la mujer inmediatamente es juzgada, puesta en la picota pública. Nuestra salud mental está en peligro”, dice Díaz.
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En general, este tipo de eventos traumáticos generan un gran número afectaciones a corto y a largo plazo en la salud mental de la mujer. Uno de ellos es el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), una enfermedad de salud mental desencadenada por un evento aterrador, bien sea al haberlo experimentado de forma directa o como espectador del mismo, cuyos síntomas comprenden reviviscencias, pesadillas y angustia grave, así como pensamientos incontrolables sobre el evento. Si los síntomas empeoran, pueden llegar a durar meses, o incluso años, así como interferir en las actividades diarias de la persona.
¿Qué debería hacer una mujer luego de haber sido víctima de abuso o violencia sexual en Bogotá? De acuerdo con Díaz, dependiendo del caso y del contexto de los hechos, hoy en día existe un gran número de centros del distrito enfocados en realizar una primera atención a la víctima, así como diversas instancias a la cuales se puede acudir para realizar una denuncia formal. Sin embargo, se hace necesario un apoyo y acompañamiento constantes a la víctima a lo largo del desarrollo del proceso legal. “El problema con las instituciones es que a veces son muy poco empáticas. Además, existen aspectos como la victimización en segundo grado, entre otros, que pueden llegar a retrasar la denuncia y hacen muy difícil adelantar cualquier proceso penal para una mujer que ha sido víctima de abuso sexual. La ventaja de un menor de edad, es que las autoridades lo toman muchísimo más en serio”, explica Díaz.
No obstante, las mujeres no son las únicas afectadas por la violencia sexual. Se cree que este tipo de hechos son más comunes en la población femenina debido a que esta no está en la capacidad de defenderse por su cuenta. Sin embargo, los hombres son otra población bastante perjudicada por esta modalidad de violencia y por los efectos a corto y a largo plazo que esta trae consigo.
La violencia sexual se ha convertido en un hecho cotidiano en Bogotá que afecta tanto a hombres como mujeres. Por lo cual, diversas Organizaciones de Derechos Humanos y entidades de salud psicológica hacen una invitación a los ciudadanos de contribuir al cuidado de la salud mental de las personas víctimas de abuso y acoso sexual en la ciudad. En la gran mayoría de los casos, cuando un evento de violencia sexual ocurre, la sociedad hace preguntas y suposiciones que agreden emocional y psicológicamente a la víctima, y en cierta medida, culpan o revictimizan a la persona. En ese sentido, se hace necesario modificar el discurso que se maneja a la hora de enfrentar este tipo de eventos traumáticos, sin perjudicar la salud mental de quien fue objeto de los mismos.
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