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Viviana López Perdomo - vivi.8426@gmail.com //

Techo, el humedal que se quedó seco


Techo es el humedal más pequeño de Bogotá, con solo seis hectáreas, de las cuales solo tres están protegidas. Junto con Burro y Vaca conforman el sistema de humedales de la localidad de Kennedy, pero este es el más amenazado por el barrio Lagos de Castilla, que ha terminado por asfixiarlo, y otras fuentes de contaminación.

Humedal de Techo // Fotografía tomada por Viviana López

— Niños, ¿qué especies de plantas hay en el humedal?

— Lengua de vaca, Sauce llorón.

— ¿Y el que purifica el agua del humedal?

— Yo, profe, ¡la enea! ¡la enea!

— ¿Qué animales podemos ver allá?

Todos los niños alzan la mano, esperando que la profesora les de la palabra.

Libélulas, sapos, caballito del diablo –Se oyen voces por todo lado.

Profe, yoooo… la culebra sabanera, el colibrí…

Cuando todavía había agua estaba la tingua azul y roja.

Sarita, una niña de ocho años, alza su mano y Sirley, la profe, le da la palabra: “A nosotros nos enseñaron que cuando vamos al humedal no podemos hacer mucha bulla, porque los colibríes se van o se pueden estrellar, son muy sensibles”.

¿Cómo se llama nuestro club? –pregunta la profesora.

— Guardianes de Techo –responden todos los niños en coro.

Conflicto social

Byron Calvachi, biólogo de la Javeriana, que escribió un libro sobre la historia de los humedales de Kennedy, cuenta que todo empezó en la hacienda Techo, propiedad de la Compañía de Jesús y de la Arquidiócesis de Bogotá hasta 1976, cuando la parcelaron. A comienzos de los años 90, el humedal de Techo conservaba gran parte el cuerpo de agua, flora y fauna, pero a finales comenzó el proceso de urbanización.

Carmen Ramírez vive hace 17 años en el barrio Lagos de Castilla, donde se encuentra el humedal. Llegó en 1999 y vivió durante cinco años en arriendo, después le compró un lote a Pastor López, uno de los tierreros que vendió gran parte de ellos. Cuando la gente comenzó a construir, pasaban agentes de la Policía y funcionarios para advertirles que eso estaba prohibido porque ahí quedaba un humedal. A Carmen y a sus vecinos les pararon las obras durante unos meses, entonces pusieron latas en las ventanas para que no se entrara el agua. Vivieron así durante un buen tiempo, pero tan pronto pudieron reanudaron las obras en la noche.

En el año 2008, les llegó a ella y a la mayoría de habitantes del barrio una multa por $105 millones impuesta por la alcaldía local. Y las multas siguieron llegando durante la administración de Samuel Moreno cuando se expidieron dos decretos contundentes: el primero fue el 386 de noviembre de 2008, en el cual se adoptaron medidas para conservar los humedales, se prohibieron las construcciones y se ordenó a la Secretaria Distrital de Planeación hacer un inventario de todos los predios que estaban sobre humedales. El segundo decreto fue el 457, donde se declaró en alerta naranja el humedal de Techo.

Después de un tiempo, Carmen asistió a múltiples reuniones con los residentes del barrio y finalmente decidieron ir a la alcaldía para demostrar que tenían los papeles al día. Fueron meses agitados, los mandaban de un lado para otro, pero en ninguna parte les resolvían la situación. A los cinco meses les llegó otra multa por cinco millones más de intereses.

La historia de Estela Castro es similar. En 1999 adquirió su lote en un remate, a través del banco Coopdesarrollo, pero solo llegó a vivir al sector en 2003 e inició la construcción de su casa; solo un año después se enteró de que a dos cuadras existía un humedal llamado Techo en lo que ella confundía con un potrero porque pastaban vacas. En 2005, dos años después de vivir en Lagos de Castilla, le notificaron de la Alcaldía Local que no podía continuar con la obra porque estaba en área protegida. Y en 2009 le llegó la multa por 120 millones.

Las dolientes de Techo

Luz Mary García creció en la hacienda Castrillón, en el municipio de Murillo (Tolima). Desde su niñez vio naturaleza a su alrededor, una laguna, montañas y una cascada. Cuando tenía nueve años llegó a Bogotá con su familia y se instalaron en el barrio La Granja. Pasaron por varios sectores, hasta que Luz Mary se casó, tuvo tres hijos y resolvió comprar un apartamento en el barrio La Candelaria, pero como el espacio era reducido decidió adquirir un lote en Lagos de Castilla, donde aún no habían empezado a construir. Se animó cuando vio animales y el espejo de agua, y sin más averiguaciones lo compró.

Un día visitó el terreno y se encontró con una multitud de vecinos, policías, el alcalde de Bogotá y algunos miembros de la administración distrital. Antanas Mockus anunció que quedaba prohibido construir, rellenar, vender y demás acciones que atentaran contra el humedal. Esa fue la primera vez que Luz escuchó la palabra humedal y se enteró de que su lote estaba sobre uno llamado Techo. “Durante el gobierno de Mockus llegaron unas excavadoras y abrieron unos huecos alrededor del humedal para impedir el paso de ciudadanos, volquetas y demás maquinaria”, recuerda el biólogo, Calvachi.

Cinco años después, en 1998, Luz Mary decidió empezar a construir de noche, sin desconocer los riesgos. Al mismo tiempo, ella, que no había terminado el bachillerato, sintió curiosidad por el humedal y empezó a estudiar para qué servía. Poco a poco le fue cogiendo amor a Techo hasta convertirse en una líder y defensora del ecosistema. Validó el bachillerato después de los 50 años y hasta soñó con convertirse en bióloga.

Consciente del problema legal en el que estaban metidos los habitantes del sector, indagó en cómo funcionaban las urbanizadoras ilegales. Sabía que uno de los señores que vendía estos lotes era Pastor López, quien se convirtió en uno de sus enemigos mientras vivió allí. Se dirigió a todas las entidades en busca de una solución, pero hasta el día de hoy el problema legal continúa. Lagos de Castilla primer sector se legalizó en 1998, bajo la alcaldía de Enrique Peñalosa, pero el segundo sector sigue teniendo problemas legales y se compone de 400 predios.

En el año 2000, Luz Mary García fundó la Corporación Lagos de Castilla con apoyo de 72 familias, que buscaba promover la participación de la comunidad a través de proyectos artísticos, culturales, investigativos y ecológicos. Tenían varios objetivos estratégicos como el fomento de actividades ecoturísticas y la creación de grupos artesanales comunitarios, así como la incursión en el campo de la agricultura urbana.

Con su corporación, Luz Mary inició un trabajo de educación ambiental tanto con los vecinos del barrio, como con instituciones educativas cercanas y hacía recorridos para explicar qué eran los humedales, para qué servían y qué especies de fauna y flora se podían apreciar allí.

La historia de Dora Villalobos es similar, solo que ella se ha encargado de proteger el vecino humedal de La Vaca. Llegó desplazada de Boyacá, también compró un lote y construyó su casa en el barrio Amparo Cañizares, sector que está encima del humedal, pero que ya se encuentra legalizado. Ha trabajado por el humedal durante más de 10 años y conoció a Luz Mary, con quien desarrolló algunos proyectos.

Sin embargo, en 2011, y luego de ser activista durante 14 años, Luz Mary vendió la casa, juntó sus ahorros y se fue del barrio debido a las constantes amenazas e intimidaciones que había recibido por su gestión. Y desde entonces, Dora se volvió “la mamá adoptiva de Techo”.

Los de la vista gorda

Las construcciones ilegales fueron un fenómeno que tuvo auge en los años noventa. Byron Calvachi, quien trabajó durante muchos años con los humedales en el Acueducto, explica cómo era el modus operandi de los tierreros, que engañaron a la gente en diferentes sectores de la capital. Los concejales ayudaban a que se desarrollara la actividad, conocían las normas y las violaban con el fin de ser elegidos. Ellos sabían que esos terrenos le pertenecían a la nación, pero se apoderaban de estos baldíos a través de un testaferro; algunas de esas personas eran los mismos residentes del barrio. Uno de los testaferros en Techo fue Pastor López, que después de un tiempo se convirtió en el vicepresidente de la junta de acción comunal de Lagos de Castilla. Hace algunos años se fue del sector y nadie sabe de él.

Siguiendo con la forma en que se desarrollaron las construcciones ilegales, los mismos concejales hacían todo el papeleo, sacaban escrituras y demás, pues todo el mundo les abría las puertas. Después iban a estos barrios ilegales, realizaban campañas electorales, prometiendo ayudar a legalizar los barrios. Así compraban votos. Entre los concejales que lo hicieron figuran Orlando Santiesteban y Rafael Forero Fetecua, fallecido en 1994. Además, para poder construir, la gente compraba a los agentes de la Policía que vigilaban el sector, como le sucedió a varios de los entrevistados. Así mismo, entidades como el Acueducto y la Alcaldía Local de Kennedy se hacían de la vista gorda.

Así lo demuestra El Tiempo, el 5 de mayo de 1994, en una noticia sobre los cargos que formuló la Personería Distrital al alcalde de Kennedy, Jorge Hernán Roncancio Martínez y a cinco funcionarios más, debido a la negligencia y omisión para prevenir el relleno del humedal de Techo, lo que se había denunciado desde 1992. De 23 a 6 hectáreas

Actualmente, el humedal tiene un área de 11,6 hectáreas, contando el barrio que está encima, Lagos de Castilla. El barrio equivale a 5,6 hectáreas, con lo que solo quedan seis hectáreas, que se reparten en zona oriente y zona occidente; por su extensión es el humedal más pequeño de la capital. Además, este ecosistema ha ido perdiendo terreno a través del tiempo, pues en los años cincuenta tenía una extensión de 23 hectáreas.

La parte occidental o norte está cercada y es un espacio abierto al público, en donde se hacen recorridos. Hasta abril de 2016, siempre tuvo su espejo de agua, y las diversas especies de fauna y flora. En esta zona dominan las aves, donde hay ejemplares como la tingua de pico azul, la tingua de pico rojo, el colibrí, la monjita bogotana, el cerrojillo, el copetón viajero, el carboneros, la torcaza, la mirla, el copetón, la garza, el búho, el garciopolo y muchas más. En cuanto a fauna, está la enea, el junco, la sombrillita de agua, el falso pimiento, el tuno esmeraldo, la lentejita de agua y el buchón.

Antes, el humedal Techo contaba con un cerramiento en alambre de púas, pero en 2016, la Alcaldía Local destinó recursos para poner malla eslabonada. Esto se hizo con el objetivo de protegerlo, darle mayor seguridad y evitar el ingreso de personas sin previa autorización o de animales. Pero hubo una pequeña parte que se dejó sin malla, con el fin de dar un mensaje a los residentes del barrio Lagos de Castilla, ya que si se cercaba toda la ronda del humedal la gente podría entender que el humedal era ajeno a ellos.

Esta parte del humedal cuenta con un grave problema y es que limita con parqueaderos y fábricas de repuestos industriales que contaminan. Antes de que se pusiera malla eslabonada, este era el lugar en donde se botaban los residuos de las fábricas y la basura de los parqueaderos. Mauricio Acosta, extrabajador de una de las fábricas, cuenta que años atrás lo mandaban a verter los aceites y las sobras en el humedal, que se consideraba un basurero.

Después del cerramiento, este tipo de contaminación disminuyó, pues es más complicado el ingreso a Techo. Sin embargo, siguen la contaminación auditiva porque vecinos del humedal ponen los equipos a todo volumen y esto afecta a los animales, así como la contaminación ambiental debido a la cercanía de las fábricas.

Otro asunto controversial es que desde hace más de un año los tres humedales de

Kennedy han adoptado perros. En Techo, hace seis meses vive un perro criollo, que acompaña a los vigilantes. Para Edwin Pérez, que trabaja con el Jardín Botánico y fue guía del humedal, los perros representan un problema serio para el ecosistema.

Primero, ni los vigilantes ni nadie va a recoger las excretas, generadoras de contaminación. Segundo, estos animales pueden amenazar otras especies como las aves y pueden interrumpir la tranquilidad del humedal con sus ladridos. “Una vez vimos un video tomado de una de las cámaras de seguridad que hay en Techo, en el que estaba una lechuza en un árbol, al parecer asustada porque el perro estaba abajo ladrándole”, dice Carlos Sanabria, funcionario del Jardín Botánico.

La zona oriental o sur se encerró durante en 2016 con alambre de púas, pues antes tenía una cerca frágil. La obra la hicieron el Acueducto y la Secretaría Distrital de Medio Ambiente, pero después de unos meses la suspendieron y dejaron una parte sin alambre, porque supuestamente se habían perdido los planos.

Refugio de habitantes de calle

Donde no hay cerramiento tampoco hay vigilancia; allí no se hacen recorridos y es el sector más descuidado del humedal, por lo mismo, han desaparecido muchas especies. Incluso, se ha convertido en un refugio para los habitantes de calle, lo que ha aumentado la inseguridad del barrio, sobre todo en horas de la noche, cuando mucha gente tiene que atravesar el humedal porque no hay buses que entren a Lagos de Castilla.

Lady López, de 18 años, vive en el barrio hace cuatro años; al llegar no sabía que esa pequeña extensión de zona verde hacía parte del humedal de Techo, por el contrario, creía que era un potrero debido a los malos olores originados ahí. Además, ha sido testigo de cómo varios habitantes de calle arman cambuches para vivir en esta zona. “En ocasiones la Policía viene y los saca, pero después de unas semanas vuelven, si no son los mismos, otros”, manifiesta.

Hace algunos meses todos los vecinos se unieron, con palos y piedras, entraron a esta zona del humedal y sacaron a los invasores. Estaban cansados de los constantes atracos. Lo irónico es que no se unieron porque eso afectara el humedal.

Lo último que se hizo allí fue una siembra de árboles, el 12 de agosto de 2016, liderada por el Jardín Botánico. “Fue una experiencia muy bonita, yo pensé y dije, ¡por fin algo que se hace por Techo!, ¡algo novedoso!”, dice Dora Villalobos. Lo irónico es que esta actividad estaba pensada para que los residentes de Lagos de Castilla se apropiaran del humedal, pero tuvo más acogida por parte de otros vecinos.

El convenio de Petro

Otro grave problema que ha afectado a Techo, tanto en la sección oriental como en la occidental son las construcciones recientes, algunas pegadas al humedal. Son edificios altos y modernos, de casi 20 pisos, que impiden a las aves migratorias divisar el humedal y llegar a él, cuando no se estrellan con los vidrios.

El Acueducto siempre ha manejado los humedales en Bogotá con la Secretaria Distrital de Ambiente. Durante la administración de Gustavo Petro, en 2013, la Empresa de Acueducto firmó un convenio junto con el Jardín Botánico y la empresa Aguas de Bogotá, entre enero de 2014 y septiembre de 2016 para realizar un proceso de protección del humedal en cuatro aspectos: mantenimiento, manejo adaptativo, gestión social y educación ambiental.

El mantenimiento y el manejo adaptativo consistían en la ejecución de labores para preservar el humedal y para que nuevas especies sembradas se adaptaran. Este trabajo lo realizaba un grupo de operarios de Jardín Botánico y un grupo de operarios de Aguas de Bogotá. Desarrollaban actividades como podar árboles, recoger basura, conservar los senderos limpios, sembrar especies, fertilizar la tierra, controlar especies invasoras, recoger residuos en el espejo de agua, entre otras.

Entre el grupo de operarios de Aguas de Bogotá se encontraba la señora Flor Hernández, que ha trabajado varios años con esta empresa. Al principio le tocaba recoger basura en otras zonas de la ciudad, pero desde hace dos años la integraron al grupo encargado de mantener limpios los humedales de la capital. Para ella ha sido una experiencia muy grata, describe cada humedal como un tesoro, le ha encantado su trabajo, pero reconoce que no recibió la adecuada capacitación para hacer mantenimiento en el espejo de agua.

La principal crítica al convenio fue la división de trabajo que había, ya que los operarios de Jardín Botánico hacían el mantenimiento de la franja terrestre y los de Aguas de Bogotá lo hacían en la franja hídrica. “Esa división de actividades fue el peor error que se haya cometido. Por otra parte, que Aguas de Bogotá hubiera entrado a manejar humedales fue un daño muy grave porque ellos no tenían ni idea de humedales, mucho menos de la parte hídrica”, afirma Dora Villalobos.

Para Armando Sarmiento, docente de la facultad de Estudios Ambientales y Rurales en la Universidad Javeriana, no tiene lógica que durante este último tiempo se haya manejado ese esquema, pues era importante que el mantenimiento del humedal estuviera a cargo de una sola organización. Sin embargo, Byron Calvachi, expresa: “Petro metió a la empresa Aguas de Bogotá, pero lo hizo con buenas intenciones, ya que le dijeron que en las entidades había gente ganándose contratos por corrupción; así que decidió desmontar todo y poner al frente una empresa pública”.

Aunque el monitoreo era una actividad que el Acueducto había implementado con el trabajo de humedales desde hace más de diez años, durante la última administración no hubo, lo que ocasionó fuertes críticas. Es cierto que se contaba con personas de Acueducto, Aguas de Bogotá y de Jardín Botánico que estaban al tanto, pero no había un proceso de evaluación de resultados.

Además, los defensores de Techo alegan que a este ecosistema no se le ha tratado con la importancia que merece, ya que durante las últimas administraciones se han manejado los tres humedales de Kennedy como uno solo. “Se desconoce que Burro, Vaca y Techo tienen necesidades diferentes, por lo tanto requieren procesos diferentes. Tal vez si se hubiera destinado un grupo de trabajo para cada uno de estos tres espacios, los resultados hubiesen sido más satisfactorios”, dice Darío Cifuentes, ingeniero ambiental.

¿Un humedal seco?

Hace siete meses el espejo de agua de Techo se secó. La primera causa fue el fenómeno del Niño, ya que a principios de 2016 se registraron elevadas temperaturas en Bogotá y el el espejo de agua desapareció porque se alimentaba de aguas lluvias. Claro que peor sería si tuviera un sistema de alcantarillado subterráneo, ya que le llegarían aguas residuales de las viviendas cercanas. La otra causa que influyó en su desaparición son las construcciones que se han levantado cerca al humedal, entre ellas los conjuntos de apartamentos.

Dora asegura que otra posible causa pudo ser el mal manejo que los operarios de Aguas de Bogotá le dieron a la franja hídrica. Ella considera que el tratamiento que se le daba a la enea no era el adecuado, ya que aunque esta planta acuática, exclusiva de los espejos de agua, debe controlarse para que no afecte otras especies, se erradicó completamente. Sin embargo, un funcionario de Aguas de Bogotá negó esa afirmación y atribuyó al fenómeno del Niño la sequedad de la franja hídrica.

Y aunque desde hace años se viene pronosticando la desaparición de Techo, para Darío Cifuentes es una pena que el proceso de recuperación del humedal vaya en retroceso, debido a los esfuerzos que se han hecho para educar ambientalmente a la comunidad.

Educación ambiental

La gestión social y la educación ambiental, los otros dos aspectos que se trabajaron durante el convenio, fueron desarrollados por un grupo de funcionarios del Jardín Botánico. En Kennedy fue liderado por Manuel Pontón, junto con Edwin Pérez y Carlos Sanabria, quienes hacían recorridos de interpretación ambiental, ecotalleres, trabajos y jornadas de enseñanzas.

Para Manuel Pontón, coordinador social de los tres humedales de Kennedy, fue un poco difícil entrar a trabajar con la comunidad de Techo, pues la mayoría de residentes estaban reacios por el mismo conflicto social que ha existido desde hace tiempo. Pero lograron algunos avances con niños y jóvenes. Con las instituciones educativas aledañas, como el colegio Gustavo Rojas Pinilla se hicieron trabajos de educación ambiental, tanto en las aulas educativas como en el humedal.

Pero el Club de Ciencias fue el proyecto más bonito que se desarrolló. Recién comenzó el programa, en 2014, estaban haciendo una actividad dentro del humedal, a la cual asistió Sirley Ruiz, dueña de la guardería, ubicada a tres cuadras del humedal. Unas semanas después, Edwin decidió acercarse a la guardería, habló con Sirley y comenzaron a trabajar juntos en la formación ambiental de los niños, durante casi tres años. El Club de Ciencias de los niños se llamó Guardianes de Techo y al final del proceso, se realizó el acto de graduación en la Biblioteca del Tintal.

Peñalosa de vuelta

En 1998, en su primer mandato, Enrique Peñalosa quiso convertir varios humedales de Bogotá en parques ecológicos de recreación pasiva para que estuvieran abiertos al público, con ciclorrutas, senderos peatonales, observatorios de aves, alamedas, auditorios y aulas. Pero los ambientalistas se opusieron, convocaron cabildos abiertos, movieron acciones populares, realizaron manifestaciones e impidieron que avanzara el proyecto con los ecosistemas.

Sin embargo, Peñalosa alcanzó a intervenir tres de ellos: Santa María del Lago, Jaboque y Juan Amarillo. Para Federico Quintero, biólogo y ambientalista, este hecho fue nefasto para los humedales, pues es abusivo modificar un ecosistema metiéndole cemento. Después de estos hechos, el Alcalde se reunió con el Acueducto y juntos diseñaron un nuevo esquema de administración, que implementaron en estos tres humedales. La alcaldía contrató a Cafam por su experiencia en la administración de parques urbanos, para que se hiciera cargo del mantenimiento, pero faltaba la educación ambiental.

En su segundo mandato, Enrique Peñalosa dio a conocer en octubre de 2016 su plan de ejecución con los humedales. Anunció que se invertirían $30.000 millones, entre los años 2017 y 2020, para mantener y recuperar los 15 humedales reconocidos de Bogotá. Uno de los principales cambios con respecto al modelo anterior es que se atenderán cuatro humedales más. Así mismo, se buscará una mayor articulación entre las entidades competentes y Aguas de Bogotá, que ya no manejará la parte hídrica de estos ecosistemas.

Las instituciones que participarán en el nuevo convenio son Jardín Botánico, Acueducto, Aguas de Bogotá, Idiger y la Secretaria de Educación, que entrará a fortalecer la educación ambiental. Según la Secretaria Distrital de Ambiente también se le quiere otorgar más protagonismo a las alcaldías locales en la atención de los espejos de agua.

Los convenios comenzarán este año, y aunque no está previsto intervenir los humedales para convertirlos en parques ecológicos de recreación, sí hay rumores en la Secretaria de Medio Ambiente de que esto puede pasar más adelante. Si esto llegara a suceder, lo deseable sería que Peñalosa no solo construyera ciclorrutas en Techo, auditorios, observatorios, alamedas y demás, sino que también pudiera devolverle el agua al humedal.

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