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  • Julio César Galeano /

Rapiditos y furiositos


Autos engallados, motores ruidosos y conductores sin miedo de oprimir el acelerador hasta el fondo llegan al barrio Normandía Occidental cada noche de viernes. El único objetivo de estos niños grandes es ser el mejor de siete vueltas y que su carrito de juguete no colisione en el intento.

Fotografía cortesía de Autodemencia, el grupo de competencia miniatura

“Categoría 4x4 a pista, desvolcadores en posición”. Diego, Nico, Parra, “el Paisa”, Don Carlos y Brayan o ‘Rayan’, como le dicen sus rivales en el mundo del radiocontrol, los mismos que insistentemente, pero sobre todo con temor le recuerdan que él no sirve para eso, toman posición de salida, a pocos centímetros del primer obstáculo: una rampa de 40 centímetros aproximadamente, que tendrán que superar en siete ocasiones para tener el orgullo de ser el corredor más veloz de la noche.

Son las 9:00 pm del viernes, al Parque de Normandía llegan Camaros, Volkswagen clásicos, Mazdas, Mercedes y Vaterras* que colman la atención tanto de los transeúntes despistados, son pocos los que conocen y pueden presenciar estos “piques legales” por horas, antes de llegar a su casa, como las más de 30 personas entre niños, mujeres y niños grandes amantes de la velocidad y del deporte a motor.

Mientras el público va llegando, con ponchos y gorros para el frío, con sillas para no tenerse que sentar en el pasto mojado, doña Claudia llega con su buena jarrada de tinto calientico, agüita aromática a 600 pesos y cigarrillos, porque un buen piloto no debe haber consumido alcohol, pero nadie ha dicho nada del cigarrillo, y se queda hasta las 12 del día, que es cuando los motores se apagan y Diego recoge la rampa y levanta la pista que construyó. Para este viernes a Claudia le encargaron unas arepas con jamón y queso, como dice ella, para el refrigerio de los pilotos y de sus seguidores.

Allí se aprecia un grupo familiar y es normal ver a niños corriendo y compitiendo contra pilotos experimentados, y a mujeres apoyando a sus esposos o papás, algunas con más destreza oprimen el botón hasta el fondo y gozan con cada obstáculo que Diego prepara para la noche. Sin embargo, es un grupo y cerrado, sin mucho eco ante los ajenos al hobbie y si bien muchos se detienen a apreciar estos carritos de vez en cuando, la batalla contra el frío solo la ganan aquellos quienes verdaderamente siente pasión por los vehículos.

En estas carreras clandestinas bien podrían competir tractocamiones a control que redondean los $150 millones, o automóviles con baterías de 30 o 40 millones, pero los carros que le dan la vuelta a la cancha de baloncesto del parque, que no superan el metro de longitud, cuestan entre $600.000, el más básico, y $1.550.000, el más engallado.

Diego es el encargado de ordenar las carreras, dice qué categoría se debe preparar para competir y es quien lleva el número de vueltas para luego determinar al piloto más rápido. Después de seis carreras, con el frío bogotano en su plenitud, todos los carros forman en la pista para el periodista, y mientras tanto se comen las arepas. Diego aprovecha y coloca una alcancía en medio de los carros: “Señores, quien no dé el aporte para el asado del domingo, no puede retirar su carro” y todo el grupo sonríe.

Diego, el autodomente

Diego Rodríguez, el creador de Autodemencia, vio en sus carros a control remoto —casi lo único que le quedó después de quebrarse en otro negocio— la salida a todos sus problemas y en el hobby de la velocidad, la forma de liberar el estrés. Comenzó corriendo en 2005, cuando compraba carros de todas las marcas, intercambiaba sus partes, los mejoraba, los volvía a su estado original. Después de su negocio fallido se dio cuenta de que a los pilotos con un recorrido amplio en las canchas de baloncesto de la ciudad les gustaba su trabajo y le querían comprar los carros que él armaba.

Manejar carros a control remoto es uno de los hobbies más costosos. No solo por los vehículos que oscilan entre $600.000 hasta $150 millones o más, sino porque un motor no baja de $50.000 y las board* cuestan como mínimo $150.000, eso sin contar disipadores, baterías, receptores, puntas de ejes, piñones, cuadrantes, rodamientos, minicrucetas, soportes, fundas, bloques de dirección, llantas y todo el resto de herramientas y partes que permiten sacar lo mejor de un carro.

No quería vender sus carros en otros grupos así que montó el suyo con un trabajo exhaustivo de redes sociales y web marketing. La página en Facebook cuenta con más de 5.000 seguidores. Pronto, Diego logró viralizar sus carros y su grupo en toda la movida del radiocontrol. Aunque para las personas que poco conocen del tema resulta curioso ver a tanto señor jugando en los parques, para ellos correr y cruzar la meta en primer puesto ha sido siempre una obsesión.

Del control remoto a la llave de verdad

La alcancía se destapa, más de uno no dio, y otros que no iban a ir al asado aportaron a la causa. Cuatro personas contaron el dinero. “Ese man cuenta un billete y se echa otro al bolsillo”, “cada vez que cuenta hay menos plata” “venga, quien hecho este billete de juguete” decían alrededor de los tesoreros escogidos. En total alcanzaron a recoger $367.000 que no alcanzaban para las más de 50 personas, pero sí para empezar a negociar con la señora que cocinaría para el cumpleaños del grupo de corredores Autodemencia.

El carro de Diego, un Traxxas Slash 4x2, negro y con llamas verdes en el capó, no funcionaba a la perfección pese a sus cuatro motores body* de 190 y llantas de 200 milímetros —entre más cerrado es el body se supone que debe dar mejor el giro—, en cada vuelta a la derecha el carro daba tres o cuatro giros y terminaba volcado. Diego sacó su vehículo de la pista y como si entrara en zona pits abrió rápidamente su caja de herramientas. Le quitó los dos tornillos que aseguraban el body. Desnudo el carro procedió a desconectar la board y ajustar los cables. Le cambió las llantas delanteras y regresó a la pista.

Mecánico a control remoto // Cortesía de Autodemencia

El frío no cesaba y algunos de los mejores corredores empezaban a agarrar sus carros de juguete para dirigirse a su carro de verdad. Fue el caso de Héctor, quien al llegar a su camioneta, una Chevrolet Orlando lt, vio como le habían roto el vidrio y le habían esculcado todo por dentro, pero no se habían llevado nada. Poco a poco el rumor de un robo se fue recorriendo la pista y los pilotos con auto en mano se dirigían al lugar de los hechos. Los pilotos conmocionados ante la inseguridad, no de ellos, ni de sus carros, sino de sus carritos, se reunieron y tomaron decisiones. “Aquí ya nos tienen pisteados, estamos dando mucha boleta y Dios no lo quiera nos puede pasar algo. Yo vi un carro negro que estuvo estacionado ahí un buen rato", comentó uno de los corredores.

Es posible que sean víctimas de robos, pero rara de vez de accidentes, y aunque haya colisiones, todos salen indemnes en este deporte de bajo riesgo y alta diversión personal, familiar y vecinal.

 

GLOSARIO

Vaterras: Es una marca de carros a control remoto que trabaja principalmente con vehículos 4x4.

Body: La parte exterior del carro.

Board: El cerebro del carro.

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