Parecía TV & Novelas o los premios India Catalina. No había una alfombra de tela, pero sí una fila de gente que esperaba, paciente, estar de primera en la fila para posar con el bigote de Caparrós o con la sonrisa de Salcedo Ramos. Y ni hablar de Jorge Ramos, ganador del Premio a la Excelencia, que parecía un gomelo hablando en la tarima de sus victorias periodísticas, casi todas desde de la sala de redacción.
Jorge Ramos, ganador del Reconocimiento a la Excelencia, en conversatorio junto a Ma. Elvira Arango (Colombia) y Rosental Alves (Brasil)
Todo daba para eso. Estaban, a un lado, los groupies de periodistas que sonreían y alardeaban de su ejercicio. Al otro, los estudiantes que venimos detrás y que, seguramente, estaremos en 20 años vestidos de Arturo Calle y Bosi (obvio no nos dará para Ferragamo), esperando a que algún humilde colega venga a pedirnos una foto y un autógrafo, como vi que pasó la semana pasada en el Festival Gabriel García Márquez de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en el Jardín Botánico de Medellín.
Y es que algo que me indigna es pensar que aún hay gente que escribe un artículo, reportaje o crónica con el ridículo afán de ganarse un premio, ya sea el Pulitzer, el Simón Bolívar o el modesto premio del Círculo de Periodistas de Bogotá (eso sí, cuando yo me lo gane, tiro la casa por la ventana).
A lo que voy es a lo siguiente, y lo dijo Fernando Ramírez en su discurso de agradecimiento por el premio Clemente Manuel Zabala a editor ejemplar: “Mi editor interno me recordó una y otra vez que los periodistas no son noticia, tal y como lo reza el Manual de Trabajo Periodístico de La Patria, una lección recibida de Orlando Sierra. Para superarlo, me engañé con un cuentazo de cronista: no es protagonismo, es perspectiva de autor. Así llaman ahora al yoísmo, terminacho con el que designo esa necesidad de algunos periodistas por hacernos creer que las cosas son importantes porque ellos se meten a contaminar la historia. A mí no me vengan con ese cuentazo”.
Fernando, quien ha trabajado siempre en Manizales con el diario La Patria, ha sido un luchador incansable por la verdad. Así lo demostró cuando intentó esclarecer el enigma del asesinato de su jefe Orlando Sierra, e investigó hasta llegar al final de un camino pedregoso para destapar ese pozo séptico de la clase política en Caldas .
Y así, siendo Fernando el que es, no me le arrodillo a besarle los pies. Lo admiro, lo sigo como ejemplo y, si algún día me toca trabajar a su lado, aprenderé lo máximo que pueda.
Hay que dejar, pues, de lado la alfombra roja por atractiva que parezca. No puede seguir existiendo ese periodismo de coctel que le sube el ego a cualquiera. Yo he caído en esos círculos de adulación varias veces, pero ahora sé que si alguien merece un reconocimiento, la mejor manera de hacerlo es seguir su ejemplo y no caer en vanidades.