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Sucre: tierra de fuerza y alegría

Por Juan Felipe Hernández González // Fotoperiodismo


En este recorrido fotográfico por Sucre, Directo Bogotá da testimonio visual de una región que, a pesar de su gran belleza, ha sido históricamente abandonada por el Estado. Acaso estas imágenes sirvan de registro, pero también de amonestación, sobre un paraíso perdido, sí, pero recuperable.

Entre música y baile, al son de un porro sabanero, bailan los niños de Sincé honrando el folclor de su tierra.

**Nota del autor: Con esta secuencia de fotos no deseo, como no quise en mi crónica, caer en la romantización de la desigualdad que atormenta nuestro país. Tampoco quiero revictimizar en ningún momento a las personas que salen en las tomas; por el contrario, se trata de hacer un llamado de atención a las entidades del Estado que deberían responder por ellas. Asimismo, quisiera aclarar que los menores que salen en estas fotos fueron fotografiados en ambientes seguros, acompañados por sus familiares y los pares de Sucre Escucha. **


Resiliencia, amor y unión son las palabras que recuerdo de lo que viví hace dos semanas. Gracias a una invitación de la ONG Upeksha, Voices of Resilience, en alianza con la gobernación de Sucre, pude visitar los corregimientos de San Onofre, Sincé, María la Baja y Mampuján. Pese al notorio abandono del Estado, las comunidades se mantienen fuertes y unidas. No pretendo caer en una romantización irónica de lo precario que es nuestro sistema, sino, por el contrario, reconocer el arduo trabajo comunitario e interpelar a las autoridades para la debida intervención en estos territorios.


Sincé: entre cultivos que unen y comida que alienta


Ubicado en la sabana de Sucre, a tan solo 30 kilómetros de Sincelejo, el municipio de San Luis de Sincé nos recibe con un clima bastante húmedo y cálido. La comunidad sinceana, acogedora, nos invita a ver la elaboración de un dulce típico de la región: las “bolitas de leche”. Acostumbrada al calor de la región, y sin mostrar mayor incomodidad ante el humo de la leña, una de las colegas de doña Aleida, la dueña del negocio local, menea de un lado al otro, en forma circular, la leche y el azúcar.

Con paciencia y dedicación, van formando cada una de las “bolitas”. Al final, nos comenta doña Aleida, salen alrededor de 450 para la venta y las empaquetan en recipientes que tienen su propio logo. Aquí se trata no solo de un medio de sustento, sino también de llevar alegría y sabor a los consumidores.


Luego de nuestra visita a doña Aleida, nos dirigimos a visitar uno de los proyectos que surgieron entre los jóvenes: la huerta terapéutica Nutriendo el Alma. Aquí converge el trabajo de mujeres y hombres de todas las edades que, a través del cultivo, buscan canalizar sentimientos que, aunque en el pasado fueron problemáticos, hoy son el cimiento de una parcela que da ñame, batata y yuca, entre otros.


San Onofre: resiliencia que sana el alma


Históricamente, la región de Montes de María ha tenido mala fama. Se trata de un constructo social que las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) se han encargado de ensombrecer mediante actos violentos y pugnas con otros actores armados. Sin embargo, una vez llegué a San Onofre, sus olores y sabores tan particulares impregnaron mi ser: los fritos, el suero y los jugo de corozo y de níspero me hicieron sentir como en casa.

Rostro de esperanza. En sus ojos puedo ver la nobleza, valentía y alegría que caracteriza al pueblo sucreño.

La amabilidad de las personas que nos recibieron en el barrio Porvenir y en Palito no tiene nombre. Dos comunidades que hasta hace poco eran conocidas por ser violentas, hoy en día cambiaron su imagen con su entusiasmo, el deporte y una cara más amable. Entre risas, champeta a todo volumen, cánticos y un sinfín de colores, se disputa uno de los tantos campeonatos en el que juegan jóvenes aficionados al fútbol. A través de esta actividad, se busca resignificar las concepciones negativas, resolver las querellas que tradicionalmente se tenían y pasar un rato agradable entre amigos y familiares.


Mampuján: territorio de sueños, anhelos y esperanza


Mampuján, ubicado en María la Baja (Bolívar), no solo fue el paso estratégico para el tránsito de armas, drogas y fuerzas militares, sino también el epicentro de una pugna entre paramilitares y guerrilleros. El 10 de marzo del 2000, un grupo de paramilitares dirigido por Rodrigo Mercado, alias Cadena, llegó al corregimiento: sus habitantes debían desplazarse o de lo contrario, según afirmaba, se repetiría la masacre del Salado.


Pese a lo ocurrido años atrás, llenos de fuerza y valentía, algunos de los habitantes de Mampuján decidieron regresar para recuperar lo que les pertenecía. Sin embargo, los escombros y edificaciones derrumbadas reflejan el abandono estatal, y la única fuente de agua que tienen los habitantes es un arroyo que atraviesa el corregimiento —no hay servicio de alcantarillado ni servicios públicos—.

Entre risas y miradas curiosas, los niños y jóvenes de la escuela nos reciben. Argelia, una de las profesoras voluntarias nos muestra el que, junto con otros voluntarios, adecuaron como espacio de estudio. Es un espacio abierto, en el que ven clases bajo el sol aguantando el calor incesante de Mampuján. Yo solo me pregunto: “¿Dónde está el Estado?”.


Irónicamente, vienen a mi mente las campañas políticas que se adelantan en este momento en nuestro país: más promesas vagas hechas al viento retumban en mis pensamientos una y otra vez. No se trata de pedir algo así porque así, se trata de exigir lo que por derecho constitucional y universal debería ser garantizado: acceso a la educación, acceso a servicios públicos, acceso a una debida alimentación.

 
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