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El cóndor andino: de rey de los cielos a víctima amenazada

Por Pablo Merino G. // Noticia


Desde hace más de 200 años, el cóndor ha sido reconocido como el ave nacional de Colombia. No obstante su importancia, hoy día está amenazado por la ganadería y la cacería, que lo han llevado al borde de la extinción.

Esta fotografía fue tomada en el Museo de los Llaneros en El Calvario, San Juanito (Meta). Tomada de Pixabay

El cóndor andino siempre ha estado presente en la historia de nuestro país: desde su aparición en mitos y leyendas indígenas hasta su representación en el escudo nacional. Pero parece que, con el tiempo, la imagen de esta ave se ha ido perdiendo y olvidando, algo muy significativo en estos tiempos cercanos a su extinción. A pesar de esto, el cóndor se ha reivindicado también gracias a programas de conservación y reintroducción a la vida silvestre que buscan aumentar las posibilidades de esta especie y su hábitat.


Aunque los programas de conservación y las leyes protectoras del cóndor existen hace años, el daño al que es sometido no ha cambiado. En 2006, por la dificultad de recolección de datos exactos y la falta de información del pasado, se hizo una aproximación de cuántos cóndores habitaban en Colombia: entre 98 y 118 especímenes. Esto introdujo al cóndor a la lista de especies en peligro de extinción en Colombia. Pero no fue sino hasta febrero de 2021 que inició el primer censo nacional del cóndor andino: una iniciativa que espera encontrar la cifra exacta de ejemplares. Entre sus primeros resultados está que su dominio se expande desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el volcán Chiles, en Nariño.


El proceso de conservación del cóndor andino


Fernando Castro, zootecnista y curador encargado de las aves y su conservación en el parque Jaime Duque (Tocancipá), revela que las investigaciones alrededor del cóndor han desembocado en tres proyectos. “El primero es ex situ: trabajan en la parte reproductiva con los cóndores en cautiverio. El segundo es in situ: se trabajó en el seguimiento de las poblaciones libres del páramo del Almorzadero. Y el tercero es el trabajo educativo con comunidades campesinas en el páramo”, indicó.


El primer proyecto busca que parejas de cóndores que se encuentran en el Parque Jaime Duque se reproduzcan y den un polluelo que pueda ser entrenado para la vida silvestre. Esto solo funciona con los polluelos, pues los padres ya se acostumbraron a la vida en cautiverio. Luego de varios años, si el polluelo responde positivamente al entrenamiento y deja de ser dependiente, puede entrar al segundo proyecto, que, además de estudiar y proteger a los cóndores en vida silvestre, también es el que busca un hábitat estable y monitoreado de las poblaciones silvestres de cóndores liberados. Todo lo anterior se ejecuta con la ayuda de los equipos de Parques Nacionales Naturales (PNN).


Lo anterior es complementado por el tercer proyecto: la educación de las comunidades dentro de estos hábitats. Castro explica que ciertas comunidades que habitan el mismo ecosistema que los cóndores deciden dispararles o envenenarlos por diferentes razones. Una de ellas es que ven al cóndor como una amenaza para los ejemplares enfermos y neonatos de su ganado; otra es que sus partes son usadas como remedios contra la parálisis, la epilepsia y el reumatismo. También se quiere concientizar a las comunidades sobre otras amenazas, como los choques de los cóndores con líneas de energía, los espacios de anidación y alimentación y la competencia por comida con animales como los perros.


La historia del cóndor andino contada por los indígenas


Toda esta planificación y trabajo son solo una contribución pequeña que acompaña al Programa Nacional para la Conservación del Cóndor Andino, que se ha llevado a cabo desde la década de los noventa y se sigue trabajando hoy en día. Este plan quiere mantener la población del cóndor andino en constante monitoreo y reproducción para que el ave nacional pueda salir de la categoría de especie en peligro de extinción.

El cóndor andino habita varios países de América del Sur, incluido Colombia. Tomada de Pixabay, por Rafael Mora

Pero este desdén del cóndor no fue siempre. Las primeras menciones del cóndor en nuestra historia son honoríficas y nos remiten a diferentes narraciones indígenas de todo Sudamérica, como lo explica Jorge Bojacá Acosta en El grito del cóndor: la epopeya de la masacre indígena. Por un lado, los incas consideraban que esta ave hacía salir el sol todos los días y que conectaba el mundo de los dioses con el nuestro. Por otro lado, los Mapuche, en Chile, respetaban al cóndor por ser la reencarnación de la gente noble y de gran sabiduría. También hay historias al norte de Argentina sobre la inmortalidad del cóndor y sus renacimientos.


Una historia más cercana a nosotros es la representación del cóndor para los Muiscas, quienes creían que el ave estuvo presente en la creación de la luz, cuando los rayos tocaron su pico. Y por eso decidió tomar vuelo sobre toda América, dirigiéndose al reino dorado del dios del viento, Cundinamarca, y convirtiéndose en una figura que conecta el mundo humano con el divino. Tras semejantes representaciones gloriosas del cóndor, aparece la pregunta: ¿qué fue lo que nos hizo olvidarnos de esta ave majestuosa?


Con la llegada de los españoles y el establecimiento del virreinato, el cóndor se volvió un animal más que no estaba a la misma altura del águila en Europa. “El proceso de extinción del cóndor andino comenzó desde la misma colonización española de los Andes: el exterminio de especies nativas que les servían de alimento y sustitución por el ganado comenzó a mermar sus poblaciones”, escribió Orlando Feliciano para el Programa Nacional para la Conservación del Cóndor Andino. Y como las leyendas y las historias indígenas también eran menospreciadas, la imagen del cóndor fue asimilada negativamente por los nuevos habitantes del continente.


Después de la Independencia, se reivindicó un poco el símbolo del cóndor, que se volvió el ave nacional del escudo de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, en 1815. A través de la historia de Colombia siempre se ha referido al ave más grande y de mayor envergadura del mundo como la representante de la libertad y la detentora de una mirada noble. Pero el intento de representar a esta ave como símbolo de Colombia, Ecuador, Perú y Chile a veces resultaba infructuoso: a veces se pintaba como águila y cambiaban su apariencia con la actualización de los escudos. Esto tampoco cambió las concepciones ya establecidas sobre el ave: ningún escudo pudo detener su declive y cacería.


Sin embargo, aún hay esperanza con iniciativas como los programas del Jaime Duque y los recién comenzados censos. Claramente este proceso de recuperación será lento y demorará varios años, pero aún puede lograrse sacar al cóndor de la lista de animales en peligro de extinción. De no hacer nada, este sería otro símbolo patrio que, como la libertad y la justicia en nuestro país, estaría condenado a la desaparición.

 
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