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Esteban Piñeros Martínez -

"Messi mata Cortázar"


Pabellón del país invitado: Argentina // Fotografía tomada por: Esteban Piñeros Martínez

Como la mitad de los pabellones de la Feria del Libro son vestigios del SOFA del año pasado, con las mismas baratijas con novelas encima y debajo, los mismos afiches de la cultura pop, y hasta las casetas de tatuajes temporales; lo mejor era llegar directamente al hijo consentido. En el centro del mapa, se impone majestuosamente con los colores de la bandera de Argentina, el pabellón del país invitado.

Es bastante grande y promete demasiado, pero algo no cuadra. No es solo que haya asientos de estadio pintados en la pared de la entrada, ni que fuera Lionel Messi y no Julio Cortázar el que saluda a los visitantes mientras les pide donaciones.

Adentro es como un coliseo cubierto de fútbol cinco, con el césped artificial y todo, y el lema “La literatura argentina sale a la cancha” se muestra inspirador, pero aún no acaba de apaciguar la sensación de que algo falta. Los asistentes caminan por un túnel de plástico blanco, como lo hacen los jugadores al salir al campo de juego, y llegan a las entrañas del espectáculo. Hay niños con uniforme corriendo hacia la portería más cercana de toda la parafernalia futbolera, donde encontrarán un videojuego de realidad virtual que les permite anotar goles y evitarlos con el movimiento de sus cuerpos. Muchos de ellos llevan capas que rezan “leer es un súper poder”, atadas en sus espaldas.

Hace 3 conferencias, todos eran superhéroes que habían prometido leer por lo menos un párrafo diario de la obra literaria de su preferencia. Ahora son futbolistas. De su ímpetu por defender la imaginación y luchar contra la ignorancia solo quedan trapos que pueden verse surcar el cielo mientras sus usuarios vuelan hasta la fila para patear la pelota y encajarla en la canchita de otra actividad del pabellón.

Más a la derecha, hay otro espacio que aún no logra resolver esa duda existencial. Un cubículo publicitario de Win Sports que alumbra con sus neones naranjas y sus impulsadoras para exponer las camisas, los balones y los botilitos que están rifando. Para participar, solo hay que llenar una encuesta donde se menciona además de los datos personales, su equipo de fútbol colombiano favorito.

El desasosiego permanece en la mente de los adultos hasta que por fin una anciana de cabello pintado de rojo, a la que se le ven un poco las raíces, menciona lo que ya pasaba por la cabeza del joven con la camisa de Nirvana que charlaba con sus amigos, “Che, cómo no le hacen una exposición a Borges”, exclama con acento argentino, ante las risas de los demás. La mujer pelirroja acaba de decirlo, como si quisiera que todo el mundo escuchara:

-Está muy bonito, pero… ¿dónde están los libros?”-

Seguramente la señora no se refería a los que se estaban vendiendo al fondo rodeados por una exposición fotográfica de Daniel Mordzinski, el fotógrafo de los escritores, ocupando una pared entre la verdadera diversión y la librería.

Seguramente tampoco se refería a 'Rayuela', que se exhibía como la única edición del único clásico en la lista de los clásicos del rinconcito. Para ella, el motivo original del pabellón, que debía mostrar la literatura y la cultura del país en cuestión, había sido aplastado por un parque de diversiones sobre fútbol.

El resto del pabellón estaba conformado por una tienda de Jumbo, una cúpula a lo Champions League donde se proyectaban videos de Tango, una zona con citas famosas donde los estudiantes de once reían y saltaban por tener un día menos de clase y al final, en la pared izquierda, un cubículo de unos 20 metros cuadrados sobre la vida y obra de 'Fontanarrosa', que también hablaba inevitablemente de fútbol en alguna parte.

En definitiva, cuando el Joven y la mujer pelirroja salieron de la edificación para ir a sacarse el sinsabor con palomitas o cerveza, pudieron darse cuenta de una cosa: La literatura argentina se había quedado en el banco de la suplencia.

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