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Cristina González -

El buen viaje de Cristian


La siguiente entrevista se hizo a Cristian Castiblanco, actor y director teatral quien además es estudiante de Comunicación Social en la Universidad Javeriana.

FOTO: Cortesía Cristian Castiblanco

Todos los 7 de diciembre, cuando la familia de Cristian se reunía para celebrar el día de las velitas, se elevaban globos de papel mientras pedían deseos. Su deseo siempre fue el mismo: un espacio propio para hacer lo que amaba, el teatro.

A los 19 años, tener su propio teatro era la materialización de lo que tanto había soñado. Sin embargo, antes que Buen Viaje Teatro cumpliera los dos años, ya el había estado varias veces hospitalizado; incluso desarrolló cardiopatías, a causa del estrés que implicaba dirigir un espacio cultural. La decisión de cerrar las puertas fue muy dolorosa y frustrante, pero sus ilusiones no cesaron, esto le sirvió para entregarse y aprender más del arte de las tablas.

Hoy Buen Viaje Teatro no tiene un espacio, pero sí un colectivo que ha cosechado muchos éxitos y ha sido una oportunidad enorme para Cristian y sus demás integrantes. Han tenido temporadas excelentes con obras como Pilar no tiene bicicleta, Ciudad Encantada (una versión libre del flautista de Hamelin), Friducha en la cantina, Ay Chavela y Yo no nací para amar, esta última ha sido su producto más exitoso, del cual se desprende el personaje de Mía.

Directo Bogotá: ¿Cómo entró el teatro a tu vida?

Cristian Castiblanco: En el colegio me inscribí al grupo por mera curiosidad, y ahí empezó a gustarme el tema de la presentación, de recrear un personaje y de interpretar a alguien que no fuera yo. Seguí buscando como enfocarme, así que me inscribí en una escuela de teatro, pero era solo los sábados, hasta que me gradué. Después los mismos de la escuela me llamaron para hacer montajes profesionales con ellos y empecé a nutrirme con grupos de la academia superior de artes de Bogotá, que ahora es la Facultad de artes de la Universidad Distrital. Por eso digo que mi formación es casi empírica, porque nunca asistí a algo muy formal y profundo.

DB: ¿Por qué decidieron que el grupo se llamara Buen Viaje Teatro?

CC: Esta es una frase que nos decimos en el gremio, antes de salir a escena. “Marica buen viaje”, es decir que la función salga espectacular. O a veces también se usa el “mucha mierda” que significa, mucha suerte. Tiene una historia, pero es básicamente que “le meta toda” hay que meterle vísceras al asunto. Por esto decidimos llamarnos así, y somos un grupo de 4 personas que estamos fijas, yo me encargo de la dirección. Pero montando obras llamamos a gente de otros colectivos para que entren a colaborar.

DB: ¿Cómo nace Mía?

CC: Ella nace de la necesidad de aprovechar la distribución espacial, ya que Buen Viaje no tenía un espacio grande a la italiana, sino cuartos. Estábamos a diez días de estrenar temporada y no podía tener solo dos obras, necesitaba una tercera para llenar el teatro, ya que no es económicamente rentable dejar un espacio solo, más cuando una boleta cuesta sólo 10 mil pesos.

Así que me arriesgué en utilizar un nuevo formato español llamado Microteatro, se hacen obras cortas de 15 minutos en un espacio de 15 m2 y se dirige a 15 personas. Siempre había querido llevar a escena a un personaje que aprovechara su feminidad al extremo, entonces exploré y tomé como referente a Paco León un comediante español que le da vida a Raquel Revuelta, una presentadora torpe y bruta.

Monté el personaje desde ahí, empecé a imaginarme como era su voz, su ropa, su forma de caminar y así la sumergí en una obra que se llama Sin Escrúpulos. Tuvo una temporada corta de 6 semanas, sin embargo, gustó un montón.

DB: ¿Cómo ha sido la trayectoria de Mía? Y ¿Cómo se le da vida?

CC: Ella inició con Sin Escrúpulos, siguió con Yo no nací para amar, donde la pusimos en otro contexto, ya no era la presentadora sino la matrona de un “chochal”, que no se desarrollaba en 15 minutos sino en algo más extendido y en un formato de improvisación que juega con el público y depende mucho de él, esto funcionó muchísimo.

En enero de 2016 yo estaba en Cancún y ese ambiente mexicano me llegó a la cabeza, además porque a la gente le encanta lo ochentero, entonces lanzamos Ay Chavela. Mía salía con cinco actrices más y era un montaje más profesional.

Para ella existe todo un ritual, porque primero van las medias, después el body, además las medias deben quedar por encima de body porque sino se hace un rollo horrible en el abdomen, después va el brassier y el relleno, por último va la loción de seda que deja la piel escarchada, el maquillaje, todo es un ritual, va en orden. Aunque le he ido quitando cosas porque siento que es mucho trabajo y eso me ha afectado a mi físicamente, antes tenía lentes de contacto azules, pero me irritaba mucho los ojos usarlos tanto tiempo, además afeitarme todos los días, el maquillaje tan cargado. Entonces he ido cambiando cosas que no son tan necesarias. Mi pinto las uñas, me pongo perfume, uso tacones. Ser tan minucioso con el personaje lo enriquece, la gente se da cuenta que no es solo un marica vestido de mujer.

DB: ¿Ha sido difícil el proceso de crear una personalidad para este personaje?

CC: Con Mía siempre ha fluido todo, ha sido muy rápido. Como no partimos de un texto para seguir al pie de la letra, sino una escaleta de acciones. Contamos unas 10 a 15 acciones y mandamos propuestas de lo que puede ser una entrada, cómo el personaje cuenta algo. Todo es basado en la improvisación y lo grabamos en video para después si sentarnos todos a hacer un proceso más formal de escritura y dramaturgia, ahí sabemos qué funciona y que no.

DB: ¿Cómo te sientes respecto a ella?

CC: Por un lado he estado muy agradecido con Mía porque me ha dado muchas cosas, en momentos de crisis económica siempre hago temporada con ella, ya me han llamado dos años seguidos en diciembre para hacer cierres de varias empresas, porque a la gente le gusta cagarse de la risa. Por ese lado muy bien porque me apoya económicamente, pero hacerlo siempre minimiza el ejercicio actoral de ser versátil, de lograr otras cosas. Es un reto, es importante transformar lo que he aprendido. De lo que uno ha vivido, es de ahí que me agarro para poder construir.

DB: ¿Cómo ha sido interpretar a un personaje infantil en Cuidad Encantada?

CC: Faltando dos semanas para el estreno, renunció la protagonista, así que por el afán decidí interpretar a Encantador. Como ya había adelantos de vestuario y en vista que no podía gastar más plata, usé los tacones y el atuendo. Fue entonces la excusa para plantear de forma sutil, el tema sobre la diversidad de masculinidades. Claro, los papás ven a Encantador y no lo descifran inmediatamente, porque no es del todo masculino. Hablar en una obra infantil del tema directamente es demasiado pretencioso, pero con esto se genera un ambiente propicio para tener esa conversación entre papás e hijos, que probablemente nunca se daría.

DB: ¿Cuál es el personaje que más te ha costado o que no quisieras repetir?

CC: En general me cuesta mucho lo audiovisual porque mi formación es netamente teatral, lo he hecho pero me cuesta porque en este formato no hay chances de exploración de personaje, no hay tantos ensayos, solo es casting y ya empiezas mañana. No hay oportunidad de creación porque allá mismo te dan el vestuario, te dicen qué hacer y no hay un proceso, todo ya está listo.

Aunque otra cosa que me ha costado es dejar a Mía. Después de interpretarla 3 veces, llegó Frida. Cuando buscaba caer en la comedia hacía sus gestos o su voz, al ser otro público no se daban cuenta, pero el director sí. Frida es un personaje con más status, más recorrido histórico, hay drama, pero muchas veces por salvar la escena apelaba a esos trucos de Mía.

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