“La vida es lo que pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes”
John Lenon
FOTO: Juliana Abdala
Todo comenzó cuando nuestras interacciones cara a cara dejaron de ser suficientes. Hablar, dar la mano, abrazar, mirarnos a los ojos, son acciones que ya no satisfacen las necesidades de este mundo que ahora tiene el apellido de “globalizado”. Que nos van a ayudar a conectarnos, esa es la promesa de las nuevas tecnologías, y para nadie es un secreto que no nos han mentido. Tan solo la idea de comunicarse instantáneamente con alguien que estuviera a unos cuantos kilómetros de distancia parecía mágica hace unas décadas y hoy pareciera que la realidad supera la ficción.
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Nos hemos conectado, es cierto, las grandes distancias se han desaparecido y las fronteras, al menos en términos de comunicación, ya no existen, pero ¿cuál es el precio que estamos pagando? Estamos conectándonos con los que están lejos, pero alejándonos de los que tenemos al lado. Ya no miramos por la ventana, ya no nos fijamos en quien se sienta a nuestro lado. Preferimos estar pendientes de cuantos “likes” tiene la última foto que colgamos en alguna red social o en fijarnos qué están publicando los demás que observar nuestro aquí y nuestro ahora. Muchas de las relaciones hoy en día tienen como intermediario un aparato electrónico, claro, el mundo está en constante cambio y por ende también lo está nuestras formas de relacionarnos; pero no está de más, no obstante, cuestionar si estas nuevas maneras de interacción que aparecen disfrazadas de “conectividad” se están convirtiendo más bien en relaciones solitarias que nos distraen de lo que ocurre por fuera de las pantallas: la vida.
FOTO: Juliana Abdala