Todos los domingos, los motores rugen en el Parque Metropolitano La Florida. A las 8 de la mañana llega un camión negro con calcomanías pegadas por todo el furgón. Cuando la compuerta de la caja negra se abre, todo el arsenal queda a la vista. Adentro, se organizan varias motos dispuestas una seguida de la otra, hay cajas de herramienta y galones de gasolina en el suelo; varios uniformes, cascos, pecheras, guantes y botas en una repisa. El profe Pulido, motociclista también, se dispone a recibir a sus alumnos. Niños, jóvenes y adultos asisten a la clase. El motocross no tiene distinción de edades, pero sí de género, pues dentro del grupo no hay ninguna mujer.
FOTO: Johanna Verdugo
Todos hacen un círculo y empiezan un pequeño calentamiento que incluye estiramientos, movimientos articulares y activación cardiaca. Unos 10 minutos después, cada estudiante empieza su pequeño ritual. Ponerse el equipamiento para entrar a la pista, requiere de un manual de instrucciones:
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Utilice un pantalón y una camiseta de licra, material que cuida la piel de excesivo sudor.
Póngase el pantalón y la parte superior del uniforme. Le recomendamos la marca Fox, están elaborados con materiales de última tecnología, tienen protección extra en la zona de las rodillas para que el roce de la moto no lo lastime, y además sus diseños son muy ‘cool’.
Utilice unas medias gruesas. De tiro alto preferiblemente si no quiere que sus tobillos terminen con magulladuras.
Las botas son parte fundamental del equipamiento, estas lo protegen de posibles fracturas. Pero camine con cuidado, pues cada una pesa en promedio un kilo.
Póngase una pechera, esta protege su tren superior.
Una cuellera es fundamental. Esta puede salvarlo de una lesión en el cuello y lo ayuda a soportar el peso del casco.
Utilice una pañoleta en la cabeza, preferiblemente de un material que absorba el sudor.
El casco es de los elementos más importantes. Procure que sea de la mejor calidad posible, que tenga sistema de acolchonamiento en la parte interior y que sea justo de su talla.
Utilice unos buenos guantes, de lo contrario sus manos terminarán ampolladas del roce con el manubrio de la moto.
Finalmente, unas gafas son necesarias para que cuando esté en la pista, sus ojos no se llenen de tierra.
FOTO: Johanna Verdugo
Mientras que los estudiantes terminan su protocolo casi litúrgico, el ayudante del profe ultima detalles de las motos: agua, gasolina y aceite.
A eso de las 9:30, por fin es hora de coger la moto. Dos vueltas a velocidad media son perfectas para que cada uno reconozca las condiciones del terreno, para que el motor “despegue”, y para que la adrenalina empiece a circular en la sangre. Se hacen mangas de 20 minutos, pues la exigencia es tal que el físico no da para más. Descansan otros 20 y vuelven a la pista. Así se repite el ciclo hasta el mediodía. Cada clase es un entrenamiento diferente. Se practican saltos, aterrizajes, curvas, rectas, ‘wops’ o gusanos, arranques, maniobras, etc. Los alrededores de la pista se llenan de curiosos y las cámaras de los celulares no dejan de grabar.
Todos los domingos, el motocross se toma La Florida.
FOTO: Johanna Verdugo