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  • Martha Sofia Sandoval Monroy -

[FOTOPERIODISMO] Un pasaje por Colombia


Entre electrodomésticos, ropa, sombreros, cosas de segunda, accesorios para el hogar, herramientas textiles, elementos religiosos, cuadros, pinturas e instrumentos musicales, el Pasaje Rivas destaca por su mercancía cultural en el centro de Bogotá. Destaca por su trayectoria histórica y su reconocimiento social, no por su ubicación, ya que tiende a perderse entre los otros locales que sobresalen más por su tamaño.

FOTO: Martha Sandoval

Sí, en él se venden mesas y sillas, pero también chivas, canastas de mimbre, bolsos wayuu, hamacas, chinchorros, juegos de ajedrez, tableros, artesanías, café colombiano y camisetas con frases como Amo Bogotá o con la cara de Pablo Escobar impresa. Es un lugar que se quedó en su tiempo y su estructura un poco maltrecha, contrasta con los colores de los elementos que allí se venden. Puedes pasar de sentirte en el paraíso de los colores a una casa vieja donde hay un montón de sillas apiladas.

Ese contraste encanta y tiende a ser acogedor; los vendedores están atentos a tu llegada y se esmeran por ofrecer su atención. “¡Buenos días! A la orden, que buscan” suelen repetir constantemente. Varios de los vendedores llevan años trabajando allí, se conocen todos y son muy amigables entre sí, al momento de entrar, les comenté que iba a tomar algunas fotos, a lo cual respondieron con tranquilidad y alegría “¡Claro mija! siga y si alguien le dice algo, coméntele que David, le dio permiso” casualmente me invitaron al segundo piso, según ellos para tomar mejor las fotos, pero no conseguí tener buenas tomas desde allí, sólo una virgen que se posaba sobre el barandal, vigilante y atenta para proteger el pasaje.

FOTO: Martha Sandoval

La soledad impregnaba el segundo piso, algunas puertas estaban cerradas con llave y en otras se podía ver mercancía apilada dentro de los cuartos: sillas, mesas, piezas de ajedrez, vasijas en barro, cucharones en madera, entre otras cosas. Parecía que el segundo piso estuviera sin vida, mientras debajo de él la vida regateaba cultura.

Los colores y las cosas que vendían, me recordaban cada parte de Colombia, la cultura del país estaba en ese lugar, incluyendo la narcocultura, nuestras raíces campesinas e indígenas, el fanatismo religioso y la alegría. El Pasaje Rivas es como nuestro país: maltratado, pero firme y llamativo.

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