Este perfil de Juan Carlos Rincón (jkrincon), uno de los creadores de La Pulla y de otras iniciativas que han renovado el periodismo colombiano reciente, nos acerca a su trayectoria profesional y a un poco de su intimidad.
FOTO: Cortesía Juan Carlos Rincón
Juan Carlos Rincón se acomoda el pelo y las gafas redondas, cruza los pies, los apoya en el soporte de la pequeña silla negra que lo sostiene, toma aire y fija la mirada en la cámara:
—Hola, mi Colombia fúnebre, vanidosa, ambiciosa y duquista. Bienvenidos a Me acabo de enterar, su noticiero gratuito y excomulgado que le cuenta todo lo que no se debió perder la semana pasada.
—Otra vez, pero con más emoción —le dice Juan David.
Cuatro veces debe repetir la línea hasta que a los dos les parece que ha logrado la entonación y la emoción que cualquier video de La Pulla merece, y así con cada frase durante media hora, que en la tarde del mismo lunes quedará reducida al noticiero de tres minutos y medio que verán más de diez mil personas en su canal de YouTube. Luego vuelve al cubículo donde está María Paulina y siguen construyendo el guion para La Pulla del jueves; la investigación ya está hecha, pero antes de escribir cada frase vuelven a verificar la información.
Pese a que La Pulla originalmente fue su idea, Juan Carlos nunca consideró ser el presentador. Su rechazo a las cámaras y la apatía por lo que pudiera decir la gente, le hicieron dar un paso al costado y hacer un casting en la redacción de El Espectador, en la que María Paulina fue la elegida. “Y eso salió muy bien, porque de hecho es muy chévere que haya sido una mujer, chévere que haya sido Paulina, no lo querría de una manera distinta, pero hay que decirlo: yo jamás consideré estar frente a la cámara porque me daba asco, me doy asco, pero cada vez menos”, cuenta con una sonrisa sutil.
Son cinco o seis días los que el equipo de La Pulla dedica a elegir un tema, investigar, hacer el guion y grabar, semana tras semana; mientras Juan Carlos debe dividir ese mismo tiempo no solo con la videocolumna, sino también con todas las actividades y proyectos que tiene en marcha, como coordinador de opinión en El Espectador, con su aporte en Las Igualadas, La Red Zoocial, Tedio y ficción y La Puesverdad, y además como profesor.
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Aun sin restarle importancia a esas tareas, todas ellas son, en parte, el resultado de lo que La Pulla ha significado en la vida del Pullo, como le dicen muchos de los seguidores del canal. Con este proyecto que nació apenas hace dos años, Juan Carlos pudo tener un nuevo comienzo, una oportunidad en la que empezó a pensar hace diez años, cuando llegó a Bogotá después de haberse graduado del colegio Calasanz de Cúcuta.
Cuando comenzó a estudiar derecho en la Universidad de los Andes, tenía una suerte de frustración, un desinterés que se fue convirtiendo en baja autoestima y desencadenó en la depresión clínica que lo acompaña en su diario vivir. Sus años de universitario fueron solitarios, y su refugio, al igual que en Cúcuta, eran la lectura, el cine, la vida que construía en el mundo digital con blogs y pequeñas entradas en la época del Messenger de Microsoft y su eterno interés de contar historias: todo el tiempo estaba creando guiones, pensado en nuevas historias y escribiendo sus pensamientos. Siempre escribiendo.
En su sitio de internet, en el que postea sus críticas de cine, da también libre acceso a sus artículos, que ha publicado en Vice Colombia, El Espectador y Humboldt Magazine, y a escritos personales que simplemente descansan ahí: poemas, cuentos, columnas en favor de los derechos de la comunidad LGBTI, que además lo motivarían a hacer su maestría en derecho y a trabajar en Colombia Diversa. Crónicas y cartas que nos muestran al joven introvertido y curioso que es, nos cuentan detalles de su vida, de sus preocupaciones y opiniones. Como la carta de agradecimiento que le escribió a su abuela, Dolores, que fue su roommate desde su llegada a Bogotá y durante seis años, hasta su deceso; no hace falta haberla conocido para percibir, en las palabras de su nieto, cómo era ella: “Porque, te tengo que ser honesto, te odié profundamente con esos odios momentáneos que son intrascendentes pero totalizantes. Contigo aprendí que las personas son muy complejas, llenas de matices y cargadas de mierda y bondad. Eras una persona muy difícil, muy dura, a veces muy cruel, siempre muy rencorosa. Y aun así me amabas con todas las fuerzas de tu corazón. Y me cuidabas. Y te preocupabas por mí cuando me demoraba más de lo normal en la universidad, o cuando era tarde y aún no había regresado a nuestro apartamento […]. Diciembre 27, 2014”.
FOTO: Cortesía Juan Carlos Rincón
Y es curioso hablar de su página en internet o de cualquiera de sus redes sociales, porque todas empiezan con un “jkrincon”; y uno creería que ese jk es alguna forma de decir ‘Juan Carlos’, pero no, es el homenaje que desde adolescente Juan Carlos le rinde a J. K. Rowling, la autora de la saga Harry Potter y la responsable de hacer de él un ávido lector, de al menos tres libros al mes, y un creador de historias: “Harry Potter me enseñó a leer; yo vi la primera película, ahí me compré los libros y esa fue la primera vez que yo conscientemente leí”, dice en tono burlón.
Una saga que lo acercó al cine y despertó su gusto por lo audiovisual, que luego sería el germen de los guiones que escribía en su tiempo libre de universidad. De ahí surgió El Gran Electrón, en compañía de Mariángela Urbina, hoy su compañera en Las Igualadas. “El Gran Electrón es una compañía productora independiente. Basados en Colombia, nos interesa crear y desarrollar proyectos de mentes creativas. Nos apasiona contar historias a través de las imágenes”, reza la descripción de la compañía, que ha participado con sus cortos en festivales locales y muestras universitarias.
Con Mariángela ha trabajado desde que estaban en el colegio. “Él tenía unos intereses parecidos a los míos, nos gustaba el teatro, el cine y escribir, así que nos fuimos encontrando y armando un camino en el que nos gustaba trabajar juntos”, dice Urbina. Esta afinidad los llevó a encontrarse en Bogotá para crear El Gran Electrón y, más adelante, Las Igualadas, programa con el que ya llevan año y medio de trabajo, hablando sobre temas feministas y derechos de la comunidad LGBTI, quitándole el tabú a temas de los que es necesario hablar.
“Él estaba trabajando con Colombia Diversa y eso me llamaba la atención, porque los temas de la diversidad sexual son recurrentes en la opinión de El Espectador”. Esta fue una de las razones que llevaron a Fidel Cano, director del periódico, a invitar a Juan Carlos a ser parte de la redacción, recomendado por Andrés Páramo, y lo nombró coordinador de Opinión, en reemplazo de este último. En pocos años ha logrado abrirse un lugar allí, entre otras cosas gracias a La Pulla, con la cual de entrada “la reventó” y le dio la libertad para crear sus proyectos posteriores. “Es una persona que está leyendo todo el tiempo, teniendo ideas, que a veces lleva a la práctica y otras se quedan en una agradable conversación”, dice Cano. Juan Carlos se ha convertido en su mano derecha para el manejo de la línea de opinión de El Espectador, esencial para el periódico.
En 2016, cuando La Pulla todavía no cumplía su primer año, fue galardonada con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Opinión y Análisis-Televisión, con el video Dejen que los homosexuales adopten. “Recuerdo esa emoción con la que me llamó y me contó que La Pulla había ganado. Sé que fue muy importante para él sentir que la misma escuela de periodismo no solo los aceptaba, sino que premiaba su ingenio y su creatividad, la de todo el equipo y la de él”, cuenta Mariángela con emoción, y es que el premio fue importante como símbolo de victoria después de la lucha y el esfuerzo para posicionar una propuesta de periodismo nueva y a la que el gremio, al principio, le daba palo.
La Pulla, detonante de su carrera profesional, también lo ha ayudado a nivel personal porque le ha permitido reconstruir su autoestima, cuidarse y ser capaz de enfrentar una cámara sin odiarse. “No es accidental que un año después de haber creado La Pulla haya empezado a adelgazar”, dice. Perdió veinte kilos, empezó a correr e hizo terapia física y mental que le han permitido “ver que la vida nunca cambia en momentos puntuales, todo son cambios graduales y corticos; uno no se va dando cuenta hasta que, eventualmente, ya no es la misma persona que era antes”.
A pesar de haber tenido cambios físicos drásticos, él en su mente sigue enfrentado a la depresión. “Tienes un mundo rodeado de tragedias, de gente muerta de hambre o violentada y solo hay dos maneras de enfrentarlo: una es no ser consciente y otra opción es siempre estar sintonizado con eso”. Este dilema lo desgasta día a día, pero lo contrarresta haciendo un montón de cosas. Aprovecha cada que tiene una idea y se emociona, porque es de las pocas veces en las que se siente realmente vivo. Experimenta esos momentos con cada detalle, antes de que se terminen y vuelva a aparecer el riesgo de sucumbir en la agonía que le resulta el día a día. El periodismo es para Juan Carlos una terapia que lo mantiene en constante movimiento, y tanto como el periodismo, la academia lo apasiona.
Todos sus avances y procesos personales y profesionales lo impulsaron a volver a las aulas, hoy como profesor de las clases de Empresa Periodística y Periodismo de Opinión en la Universidad Javeriana. En su actividad como profesor no solo enseña, sino que todo el tiempo está aprendiendo algo nuevo; se obliga a entender temas a fondo para luego explicarlos de forma sencilla a sus estudiantes, y como una de sus obsesiones es el conocimiento, la docencia es un reto que le gusta y lo reta. “No tengo ni idea de que voy a estar haciendo el año entrante, pero sí sé que me encantaría ser una persona que sepa al menos un poquito de mucho, que tenga tantos conceptos y que haya leído tanto que puede entender un poquito el mundo, solo un poquito”.
FOTO: Cortesía Juan Carlos Rincón
Por eso lo qué más le gusta a Fidel Cano de Rincón es “ese ambiente de permanente reflexión que siempre plantea, siempre hay algo interesante, incluso fuera del trabajo, para hablar con él, para reflexionar, para discutir y para debatir, para que nos ríamos y suframos también”.
Y aunque todo lo anterior parezcan hechos aislados, lo cierto es la vida de Juan Carlos ha sido una serie de eventos afortunados y desafortunados que inconscientemente confluyeron en La Pulla. Cada obra de teatro, cada corto que hacía, cada historia que lo inspiraba y leía o veía en películas, los blogs que creaba en su tiempo libre, incluso los videos que veía en YouTube por curiosidad o aburrimiento, han aportado no solo a La Pulla, sino también a sus clases de periodismo y a sus otros muchos proyectos. Han servido para sobrellevar uno de los años más difíciles que ha tenido anímicamente a causa de su depresión y la forma en la que hoy se reconoce.
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