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Laura Ramírez Durán // l.ramirezd@javeriana.edu.co

Phuru: en el Lettering "hay que untarse las manos"


Christian Lemus, ‘Phuru’, hace parte del porcentaje, no registrado, de diseñadores gráficos en Bogotá. Su pasión por las plumas y las letras lo han llevado a plasmar conceptos diferentes y abstractos. En su ADN lleva el arte manual, ese que como él llama implica untarse las manos. Por tanto, este perfil da cuenta no solo de un arte poco visibilizado como es el lettering, sino también de un artista apasionado por contar historias a través de letras creadas.

FOTO: Trabajo de Phuru. Tomado del instragam @Lemustype

Desde niño, ‘Phuru’ transcribía, en una libreta de cuadrículas muy pequeñas, las fábulas de Rafael Pombo. La sensación de sentir cómo la letra encajaba en el cuadro le producía placer. Tal vez de ahí surgió en Christian Lemus, un joven de 25 años, que estudió diseño gráfico en Taller Cinco, la pasión por el lettering, las letras.

El 19 de mayo de 1993, mismo día en el que el vuelo 501 de la Sociedad Aeronáutica de Medellín se estrelló por malas condiciones meteorológicas, nació Christian en el hospital San Ignacio de la Universidad Javeriana de Bogotá a las 7:16 de la mañana.

Su madre, como él le dice, María Cristina García Martínez recuerda que su embarazo fue normal. En esa época no se hacían ecografías. Yo no sabía si iba a ser niño o niña. Entonces, cuando él nació fue sorpresa. Incluso yo había comprado ropa para niña y para niño. Fue sorpresa porque yo por un tiempo pensé que era niña. Por tal razón, el nombre no había sido contemplado seriamente, aunque ella confesó que había pensado nombres si era niño, pero más que todo si era niña. Había pensado en Carolina.

FOTO: Christian con su mamá. Cortesía de Christian Lemus

El nombre Christian se lo otorgó la madrina y tía materna, Liz García Martínez, porque Christian, más allá de tener significado especial, era un pedacito de Cristina, el nombre de su mamá. Mientras que su segundo nombre, Sneyder, fue idea de su papá. Nombre que no le gusta porque, para él, en el contexto colombiano suena mal.

FOTO: Christian de niño y también con sus abuelos. Cortesía de Christian Lemus

Durante su infancia y gran parte de su adolescencia vivió en casa de sus abuelos, Ezequiel García, ingeniero civil de la universidad Javeriana y María Narcisa Vargas, ama de casa. Allí, en un patio grande que tenían, jugaba fútbol. Los vecinos a veces se quejaban porque él jugaba mucho con el balón. Incluso, él solito se metió en una liga. El papá lo llevaba casi todos los fines de semana o él se iba solo al Tunal y otras veces a Sierra Morena. Esa pasión por el fútbol se refleja en su equipo favorito, Millonarios, herencia de su familia paterna.

Sus abuelos maternos han sido una de las partes más importantes de su infancia. Lo criaron y le transmitieron ejemplo de perseverancia y responsabilidad. Por ello, uno de los momentos más difíciles por el que pasó fue cuando su abuelo sufrió un accidente.

Esa vez estaba devolviéndome, en la noche, de una exposición de Rojas León y Teck 24, quienes son para mí referentes de las letras. Iba en un Uber para mi casa. Estaba pasando por la Boyacá, después del puente de la 68, por el carril rápido y había trancón. El Uber pasó cerca al accidente. Yo miré de reojo. Había un señor en el piso y una moto. El carro siguió, pero me entró una corazonada de que podría ser alguien que conocía. Le dije al conductor que parara porque quería cerciorarme. Cuando vi, era mi abuelo. Estaba en el piso lleno de sangre y con una caja de huevos rotos. Le empecé hablar, pero él no me reconocía. Entré en shock y no podía hacer nada, pero una señora me hizo el favor de llamar a la ambulancia. Luego, llamé a mi mamá y llegó con mi hermana. Llegaron tres ambulancias. Creo que mi abuelo tiene un ángel de la guarda que lo protege porque yo llegue y ese día nadie sabía que se iba a devolver solo de Mesitas a Bogotá.

***

A los seis años, Christian ingresó a primero de primaria en el Colegio Liceo Segovia ubicado al lado del Club de los Lagartos, del cual se graduó. Allí hizo los vínculos más fuertes de lealtad y de confianza de su vida traducidos en amistades y hermandades. Por eso, uno de los apodos que tiene es el que su amiga Camila Montenegro, ingeniera industrial, le puso desde hace casi dieciocho años: irmão. Un apodo que ha sobrevivido a todos estos años — significa hermano en portugués, porque él prácticamente es de la familia. Mis papás lo reconocen como mi hermano. Él es una persona leal, sincera, frentera y trata de llevarse bien con todo el mundo. Leal es una persona que no tiene que estar ahí todo el tiempo, pero está en los momentos importantes — dice Camila

Para su amigo Mateo Bayer, quien también lo considera parte de su familia, resulta paradójico que durante los primeros años que compartieron él no era de su devoción. Me parecía un tipo muy inquieto, fastidioso. Al principio lo detestaba. Pero con el tiempo, atravesando por periodos distantes, la amistad se ha mantenido y se ha ido construyendo diariamente. Hace dos años salimos los tres con un amigo por el Park Way. Nos fuimos a los golpes. Me tuvieron que coger puntos en la frente. A la semana nos vimos, hablamos y arreglamos todo.

Las travesuras que Christian hacía desde pequeño y el alboroto adolescente se han transformado, con el tiempo, en ansiedad, en querer hacer las cosas o hacerlas inmediatamente porque, de lo contrario, la inquietud y la inseguridad se apoderan de él.

Es una persona a la que la gusta hacer las cosas ya. En el colegio era una insistencia para hacer las tareas el mismo día, así fuera para dentro de dos semanas — cuenta su mamá.

Su gata Kirara ha sido su catalizadora de energías. Hace seis años la recogimos de la calle con mi hermana, sin pedirle permiso a mi mamá. Ella es mi compañía permanente. Está ahí cuando estoy feliz o triste. Trasnocha conmigo.

FOTO: Christian con Kirara: un amor incondicional

Del pequeño a la holgada pluma artística

Cristina, su madre, recuerda que en el colegio lo ponían a escribir mucho. Allí, le enseñaron la letra cursiva y le gustaba. Yo me di cuenta de que le gustaban las letras cuando hace seis años iba a clases de caligrafía con la hermana. Le gustó y quiso seguir. Además, luego compró muchos libros especializados en el tema.

Teck 24, grafitero bogotano, fue quien influyó en que Christian decidiera, desde noveno, en el bachillerato, estudiar diseño gráfico. En el 2011 inició su carrera en Taller Cinco, una escuela de diseño que lleva más de 40 años buscando formar profesionales con perspectivas críticas, éticas y humanas.

Elegí esa institución porque era el único lugar que ofrecía un método de enseñanza ligado a la estructura de la Bauhus (famosa escuela de arquitectura, diseño y arte fundada en 1919 por Walter Gropius en Alemania, siendo la primera escuela de diseño del siglo XX) y también porque tenía un ciclo básico y allá los talleres también eran muy importantes. A mí la parte manual me gusta mucho y ahí te reforzaban eso de ensuciarte las manos. Además, quedaba afuera de Bogotá y en un sector poco concurrido. — afirma Christian.

En mis clases era una persona un poco silenciosa pero contestatario en el sentido de que cuando quería expresar algo, lo hacía. Sus comentarios no eran gratuitos. Eran comentarios con un peso de valor hacia cada información que le brindaba a sus compañeros y a mi clase. A veces un poco testarudo, pero eso también hace parte de construirse como diseñador — dice Víctor Villamizar, profesor de diseño editorial en Taller Cinco.

Gracias a él, ha florecido el amor de Christian por esta rama del diseño. Sin embargo, con el tiempo ha descubierto que este arte no es valorado de la misma manera que en otros lugares del mundo.

En otros lugares es más factible vivir de las letras. Además, aquí no existe una especialización bien estructurada. Por tal razón sueña con vivir en otro país; tal vez España o Alemania. — asegura Christian

—Lo conozco como ‘Plumas’ porque él siempre andaba con su pluma en la oreja y me gustaba verlo con su pelo largo y su locura de joven — expresa con emoción Villamizar.

Las plumas han sido para él algo más que un accesorio. Han sido un estilo de vida que representa, en gran medida, su forma de pensar relacionada con sus pasiones. Las plumas son la esencia del color, el color virgen, puro, que no tiene incidencia en el ser humano para existir. Es uno de los elementos, para mí, con el que pudimos aprender a conocer el color en sus diferentes tonalidades. Y yo en el diseño soy muy colorido, por eso creo que me representan. Energéticamente, es un elemento muy valioso para nuestros antepasados. Tú no puedes matar un pájaro para conseguirla. Las plumas son casualidades de la vida.— Por ello, Phuru, que significa pluma en quechua, es su firma.

Su experiencia, no solo en contenidos editoriales, digitales y 3D, sino también su obsesión con el trabajo, por el que a veces descuida a su madre, hermana y abuelos, le han permitido desarrollar un gran ojo para este arte y escalar hasta donde se encuentra actualmente.

Mira otros perfiles: Tavo y Garavato

Hoy en día es Director de Arte Junior en Weber Shandwick de McCann Erickson. Junto a su compañero Alejandro Salazar, Junior Associate de la misma agencia, son los encargados de manejar una de las tantas cuentas de la empresa: Primax. Como muchas veces han tenido que trasnochar, estas situaciones han hecho que compartan fuera de los horarios laborales y así aprendan juntos.

Cuando nos quedamos hasta tarde y no hay nadie en el edificio o en nuestro piso, ponemos música y hablamos. Nuestras conversaciones son muy amenas entre todo el trabajo que tenemos que hacer. Podemos estar llenos de trabajo, pero siempre nuestro plan es hablar y escuchar música techno.Dice Alejandro

Y esas conversaciones se traducen en comentar proyectos, ideas de talleres o planes de estudio. De hecho, uno los objetivos de Christian estrasladar las letras a los muros. Quiero romper con los esquemas a los que estoy acostumbrado de hacer letras y ser más propositivo, abarcar más espacios. Me gustaría empezar por mi barrio, Normandía.

Muchos rescatan varias cosas de su trabajo, por ejemplo, que a pesar de ser una persona que no siempre entrega a tiempo sus tareas, es limpio y pulido. — A mí me parece que es un trabajo muy interesante porque deja ver detalles de cuidado, de la atención, de su personalidad. Tiene un gran bagaje de herramientas. Tiene también una buena conceptualización y una buena forma de darle sentido. Planifica mucho las ideas; es de tomar muchas notas — comenta Alejandro.

Esas entregas tardías se deben a que, según Victor Villamizar, Christian es una persona demasiado limpia en su diseño y un chico muy prolijo, no le gusta entregar las cosas por entregarlas. Hacer lettering no es fácil, no es algo que salga del bolsillo. Christian va a dejar su nombre muy alto porque tiene conocimiento y lo hace muy bien.

Su faena constante frente a las injusticias, pero sobre todo al egocentrismo ha sido una lucha espiritual que ha cultivado con el paso de los años. Él tiene la virtud de que no se ahoga en su ego, es humilde. Puede ir con él a la fiesta más exclusiva o te puedes tomar una pola en un andén— manifiesta Mateo.

Así como las plumas y el arte representan mundos, Christian hace una analogía elocuente y valiosa: La vida no es perfecta para nadie, pero como en las letras, si podemos diagramar, cortar, pegar; si hacemos eso con nuestra vida podríamos disfrutarla más y realmente amarla. Y así, Phuru asume que la vida es un proceso en el que es necesario untarse las manos.

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