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Eduardo Andrade Rivera // Fotoperiodismo

[FOTOPERIODISMO] El aire que estamos respirando


En lo que va corrido del 2019, las autoridades distritales han tenido que declarar estado de alarma por la contaminación del aire en la capital del país. Esto ha representado distintas medidas ambientales y, principalmente, de movilidad, con el objetivo de proteger la salud de los ciudadanos.

FOTO: Ciclista con máscara antipolución, Bogotá.

Bogotá ha estado en una constante alerta amarilla en los primeros meses del año, llegando a alerta naranja en algunas zonas de la ciudad. Estas clasificaciones se hacen mediante la medición de la materia particulada (PM 2.5), la cual tiene un núcleo de carbón negro al que se le pegan distintos gases y residuos microscópicos que se concentran en el ambiente. Cuando los niveles de esta partícula incrementan, se pueden presentar grandes afectaciones de salud.

Una de las principales causas del aumento de éstas, según el secretario distrital de Ambiente, Francisco Cruz, son ciertas condiciones climáticas como la escasez de lluvias, las quemas de cultivos en los llanos orientales sumados a las constantes emisiones de vehículos de carga y buses viejos que circulan por la ciudad. El combustible que utilizan la mayoría de estos vehículos (diesel) arroja altos niveles de dióxido de nitrógeno (NO2), un gas extremadamente nocivo para la salud.

En Bogotá, a pesar de la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) desde hace más de cinco años, el cual cuenta con vehículos híbridos

“ambientalmente” sostenibles, el número de buses y busetas viejas que circula por la ciudad sigue siendo importante. Según cifras manejadas por varios medios de comunicación, más de 5.000 buses “chimeneas” circulan por la capital, y a pesar de que varios de ellos no cuentan con las condiciones adecuadas de emisión de gases, son fundamentales para atender la demanda de transporte de los bogotanos.

Se suponía que hasta marzo de 2018 iban a poder circular los llamados SITP provisionales; sin embargo, la crisis económica del sistema sumado a la incapacidad de atender los problemas de movilidad en Bogotá, ampliaron el permiso de funcionamiento de estos vehículos hasta septiembre de 2019. Lo que significa que importantes corredores viales, como la carrera 7ª, seguirán contando con la decoración de smog por un par de meses más.

FOTO: Volqueta expulsando humo al lado del Parque Nacional, Bogotá.

Igualmente, otros sistemas de transporte como Transmilenio perjudican la salud de los bogotanos por los altos niveles de contaminación que producen sus buses más viejos. Un estudio reciente de la Universidad Nacional informó que los viajes diarios en Transmilenio son lo mismo, para los usuarios, que fumarse diez cigarrillos.

Las máscaras antipolución que suelen usar muchos ciclistas, que diariamente se desplazan a sus trabajos, lugares de estudios y otros espacios de la ciudad, se han vuelto cada vez más frecuentes, pues ninguna zona de Bogotá se salva de la alerta amarilla por contaminación.

FOTO: Ciclista con máscara antipolución junto a un bus híbrido, Bogotá.

Pareciera que el futuro de todos los bogotanos está en el uso de éstas máscaras, porque parece que todo lo que respiramos nos esté matando.

FOTO: Capa de smog producto de la polución en Bogotá, Universidad Javeriana.

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