Melgar es conocida por ser el lugar de descanso de miles de bogotanos. Y aunque hay muchos que reniegan de ella, Melgar los acoge a todos por igual. Nuestra periodista Kelly McCook fue y se sorprendió con las historias de un lugar que es mucho más que piscinas y cloro.
FOTO: Sendero peatonal en Melgar
Hoy el clima en Bogotá es pésimo: nubes negras acompañan todo mi camino hasta salir de la ciudad, pero una vez estoy cerca de Melgar, a través del parabrisas del carro veo cómo un atardecer precioso se revela ante mis ojos. El color verde empieza a inundar el paisaje y entre la abundante vegetación alcanzo a ver un abismo donde se destacan piedras del río Sumapaz, afluente del Magdalena. Mientras avanzo, la velocidad del carro me hace sentir una brisa deliciosa mezclada con el calor perfecto. Sin embargo, al entrar al municipio, la brisa desaparece junto con la inmensidad que percibí en un principio.
Las calles son estrechas, las casas y establecimientos no son muy altos ni muy grandes. Hay hoteles, restaurantes, música a todo volumen, discotecas, tiendas y carnicerías; ahora el paisaje lo conforman inflables, motos, carros y personas con paso lento y poca ropa.
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La Base Aérea Luis F. Pinto será mi vivienda durante mi estadía. En Melgar viven muchas personas que trabajan por la seguridad del país, pues además de la base de la Fuerza Aérea Colombiana, hay instalaciones de la Policía Nacional y del Ejército. La base se fundó en 1954 y actualmente funciona como escuela para pilotos y también como club, al cual llegan militares de diferentes cargos y zonas de Colombia. Como en la mayoría de las casas de Melgar, acá no faltan las piscinas y, como si no fuera suficiente, hay tres jacuzzis. Las personas que viven allí prácticamente lo tienen todo: servicio de alimentación, vivienda, colegio para los hijos y zona de recreación; además, por supuesto, de zonas de vuelo y de simulación. Este comando cuenta con casi todas las condiciones para que un militar se instale y haga su trabajo sin excusas.
Leonel Tapias, un santandereano de 27 años que lleva 6 meses en la base formándose para ser piloto de helicóptero de la Fuerza Aérea, resalta que el oficio es difícil y que él no tiene paradero estable: “La vida me puede cambiar en segundos. Hoy estoy acá, mañana puedo estar en el Vichada y quedarme dos años, todo es incierto”, cuenta y luego dice que desde que vive en Melgar poco sale al “pueblo”. Solo va para hacer mercado y poco más, porque “el transporte dentro de la ciudad es lo más difícil, por la cantidad de gente que viene. Cada fin de semana, sobre todo los puentes, los rolos ocupan todo el lugar”.
Además de Leonel, también está Rocío Gómez, de 22 años y nacida en Bogotá, quien hace su rural de enfermería. En el área de salud la acompañan un médico y una odontóloga. Todos hacen sus respectivas prácticas. “En la base dan la oportunidad a los estudiantes en el área de salud de hacer sus prácticas. No hay médico u odontólogo de planta, todos estamos de paso”, dice la enfermera.
Así como Leonel, las pocas veces que Rocío va al “pueblo” lo hace para mercar. Resalta que al trabajar en la base es poco lo que puede disfrutar y conocer: “Melgar es muy turístico y rumbero, prácticamente todas las personas que vienen viven la experiencia de la vida nocturna”.
Melgar es conocido por todos como el destino vacacional de Bogotá, por la cercanía y por sus alojamientos y lugares de fiesta con todos los precios, gustos y preferencias. Melgar es ese destino fijo al cual ir. El transporte en bus Bogotá-Melgar-Bogotá cuesta entre $44.000 y $48.000. En el lugar se encuentran alojamientos de todos los precios: desde $50.000 hasta $300.000 la noche.
Este es un municipio del departamento de Tolima, localizado a 91 kilómetros de Ibagué y a 98 de Bogotá, por el suroccidente. Limita al norte con Nilo (Cundinamarca), al oriente con Icononzo, al sur con Cunday y al suroeste con Carmen de Apicalá.
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Con una población de 31.920 habitantes, Melgar se destaca —junto con Girardot— por ser uno de los centros turísticos más importantes del país. Sin embargo, Melgar se lleva la medalla por ser uno de los lugares con más piscinas, contando con uno de los centros acuáticos más importantes: Piscilago.
Tiene 14.000 camas disponibles distribuidas en sus 62 hoteles, 12 centros vacacionales, más de 600 fincas y quintas de recreo, decenas de restaurantes, discotecas y heladerías. Todo dispuesto tanto para sus habitantes como para los miles de turistas que cada fin de semana visitan el lugar.
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El parque General Gustavo Rojas Pinilla, o plaza principal, es el centro de Melgar. En su marco quedan la restaurada iglesia San Francisco de Asís —construida originalmente con barro y madera—, la Casa Turística, la Biblioteca, la Alcaldía, una estación de policía y varios bancos que facilitan al turista retirar dinero.
FOTO: La plaza principal de Melgar
“Como toda ciudad o municipio, lo primero que se construyó fue su plaza principal, la iglesia y la alcaldía; a partir de ahí, lo que venga”, dice con euforia Alejandro Jurado, un hombre de 85 años que ha vivido la mitad de su vida en Melgar. Asegura que quien ha llegado al municipio sin nada ha logrado tener algo. Cuando estuvo por primera vez, durmió en el parque; sin embargo, el lugar le ha brindado la oportunidad de “medio vivir”. En la actualidad tiene un cultivo de árboles frutales y pasa todas sus tardes en el parque, charlando con amigos.
“Acá es fácil reconocer al rolo, por la ropa y porque si usa pantalones cortos se le ven las piernas blancas”, dice él, que ha tenido la oportunidad ver la evolución de Melgar, desde que era un terreno con casetas y un tanto desolado, a lo que es hoy gracias al turismo.
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A medida que avanzan las horas, empiezo a sentir cómo el calor se hace más denso y la brisa más escasa. Mientras hablo con Alejandro, se acerca un joven de unos 25 años, su nombre es Cristian Perilla. Él es amigo de Alejandro y con ganas de ayudarme me empieza a contar un poco del lugar.
Viste camisa blanca y jean y lleva un morral. Puedo deducir que es estudiante y él me confirma más tarde que está en último semestre de derecho. Cristian es melgarense, y en medio de sus estudios de derecho trabajó como ayudante de asesor jurídico. En el trabajo tuvo la oportunidad de conocer la historia y todos los barrios de Melgar, pues “la mayoría de las personas que viven en Melgar no conocen la historia”, dice.
Me cuenta que Melgar debe su nombre a la encomendera María López de Melgar, a la cual le correspondían las tierras que van desde Purificación hasta el páramo de Sumapaz. Tiempo después, bajo el gobierno del general Rojas Pinilla, las tierras fueron otorgadas a Ministerio de Defensa. Se dice que la historia de este municipio se divide en dos partes: Melgar antes y después del general. Cuando llegó al poder, se preocupó en pavimentar e iluminar las calles y en instalar el servicio de acueducto y alcantarillado; además, fundó al Fuerte Militar de Tolemaida y mandó a construir un hotel para turistas de clase media. Desde ese momento muchos empresarios se animaron a construir e invertir en la floreciente ciudad del Tolima.
En Melgar hay más de 32 barrios, aunque dentro de uno puede haber tres, según Alejandro. Los habitantes han bautizado los barrios con nombres que, en su mayoría, están relacionados con la política. Por ejemplo, Rojas Pinilla, Galán o Diecisiete de Enero (día en el que murió Rojas Pinilla). Muchos de los barrios son invasiones, pero en Melgar poco se puede hablar de ello, pues desde la muerte de Rojas, muchas personas invadieron los terrenos y por ello hoy escasean las escrituras, y si se han otorgado, ha sido por permanencia de más de 10 o 20 años.
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En la plaza principal hay carros de diferentes colores: rojos, verdes, blancos, rosados y también cuatrimotos. Sus conductores son niños. Niños que conducen solos o acompañados de algún adulto. Durante siete minutos los niños pueden disfrutar de los carros por $4.000 y de las cuatrimotos por $5.000. En un extremo de la plaza, está el nombre de Melgar, con letras que alcanzan el tamaño de una persona, allí va la gente y se toma fotos en pareja o en familia. Personas con gafas de sol, pero sin sol, hacen que sea identificable el típico rolo en tierra caliente. La vestimenta común de casi todas las personas que visitan Melgar se compone de tenis, shorts, blusa y, algunas mujeres, vestido, pero siempre muy sencillo.
En otro extremo están los infaltables raspaos y cholaos. Al menos diez puestos del mismo producto. ¿La diferencia? La calidad del producto y la clientela de cada puesto. En los festivos y en temporada alta, Sandra Milena García ayuda en la venta de cholaos a su mamá, quien lleva más de 40 años viviendo en Melgar. Sandra asegura que el toque del sabor, la estrategia de venta y la clientela fija son la clave para vivir de los cholaos. El aparente trabajo informal es regulado por la Alcaldía. Cada año hay sorteos de las plazas en el parque y cada puesto paga luz, agua e impuestos. La Alcaldía se asegura que hay un control de calidad y salubridad, por ello cada propietario o empleado debe hacer un curso de manipulación de alimentos y atención al cliente. Una de sus reglas más importantes es tener los precios estandarizados y solo competir por calidad del producto.
FOTO: Uno de los puestos de raspados y cholados de la plaza.
En la foto Sandra Garcia y su madre
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En Melgar abundan las tiendas que venden chancletas, vestidos de baño e inflables. Luego de mi visita puedo decir que en cada cuadra se encuentran dichos productos. María Consuelo Sánchez es la propietaria de una de las tiendas más antiguas de Melgar: 55 años de funcionamiento, de los cuales 32 años ha estado a cargo de ella. Con tres hijos profesionales, Consuelo encuentra en la tienda su distracción y sustento. Asegura que Melgar es el lugar para todos: “Acá viene gente de todos los estratos, acá hay para todos. Hoteles, condominios, restaurantes, sitios para bailar. Quien viene a Melgar puede encontrar múltiples opciones”.
Ella recuerda con nostalgia lo que era antes su tienda, con productos de marca que vendía sin problema, pero ahora, con la llegada de almacenes de cadena como Koaj y Lili Pink, son ignorados. Sin embargo, ella dice que la clave para mantener su negocio a flote es la atención y por eso se esmera por atender lo mejor posible a sus clientes, sin hacer diferencias por su modo de vestir y sin presuponer que no van comprar, pues, como ella misma cuenta, “una vez una pareja de apariencia muy humilde llegó al local; por su aparente condición, no les di el mejor trato, porque estaba enseñada a que esas personas solo miran y no compran. Para mi sorpresa, ellos compraron lo que les gustó, en efectivo y sin pedir rebaja”.
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Melgar es de todos. Es una de las mejores opciones al momento de vacacionar, tanto por el corto tiempo de desplazamiento desde la capital, como por las múltiples opciones que ofrece. Es bueno recordar que las razones por las cuales las personas lo mencionan como destino, es porque hace calor, hay rumba y hay piscina. Estas opciones para los bogotanos son la más prácticas y cercanas. Por eso Melgar hace parte de la identidad de los bogotanos.
Con emoción me despido de la ciudad y de todo lo que me mostró en tan poco tiempo, donde pobres y ricos disfrutan de sus productos y servicios. Melgar es una de esas joyas que no tiene Bogotá —tan alejada del mar y de la “tierra caliente”— Aunque muchos lo nieguen o les de vergüenza vacacionar allí, otros miles llegan felices cada fin de semana, puente o festividad a disfrutar de un lugar que ofrece diversión y descanso a un precio razonable.
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