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Desenmarañando las redes de la mentira

Por: Danna Vargas Gil // Revista impresa


Las noticias falsas, más conocidas como fake news, tergiversan la realidad de los hechos y conducen al engaño y a la manipulación de la opinión. Además, suelen responder a intereses particulares de quienes están en el poder, por lo que representan un peligro para cualquier sociedad democrática.

El detector de mentiras de La Silla Vacía analizó las afirmaciones de Álvaro Uribe Vélez durante su discurso en la campaña por el “no” al plebiscito, en Bucaramanga y Barranquilla

Durante la campaña del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz, en el 2016, se difundieron distintas noticias falsas en las redes sociales y por algunos medios de comunicación en Colombia. Sin lugar a duda, estas fueron decisivas en la derrota del “sí” en las urnas. En agosto de ese año, cuando el Centro Democrático inició la contienda por el “no”, el Detector de Mentiras —un servicio de La Silla Vacía— decidió verificar las principales afirmaciones del primer discurso de Álvaro Uribe durante esa campaña.


En una de ellas él afirmó: “Las FARC tendrán impunidad total para delitos atroces como reclutamiento, secuestro de menores y violación de niños”. Sin embargo, el Acuerdo establecía que no habría amnistía ni indultos para quienes hubieran cometido delitos de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, sino que si decían la verdad y pedían perdón, recibirían una pena diferente; por esto, calificaron dicha afirmación del expresidente como falsa. Entonces circularon también cadenas de WhatsApp en las que se afirmaba que los pensionados perderían parte de sus mesadas o que en los acuerdos se promovía la llamada “ideología de género”, aunque ninguno de estos puntos era verdadero.


Según Daniel Valencia, profesor del departamento de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana, este fenómeno surgió cuando el periodismo se politizó y se “juntó” con el poder para manejar la política, la guerra y los asuntos públicos. Por eso no es nuevo y se podría rastrear en diversos momentos de la historia. Por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial, cuando se comenzó a percibir que “las guerras dejan de ser militares y pasan a ser masivas. […] El actor más importante para involucrar es la población civil, que no va al combate, pero que va a pagar la guerra, por lo que quienes tienen el poder se dan cuenta de que los medios masivos de comunicación son el gran vehículo para mover las pasiones de la gente”, dice él.


En el caso de Colombia, menciona Valencia, el fenómeno se hizo evidente después de los intentos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las diferentes guerrillas colombianas. A pesar de que los procesos no lograron materializarse, se sabía que en algún momento las negociaciones volverían. Fue entonces cuando algunos dirigentes políticos se encargaron de crear una campaña de desprestigio que generara miedo y odio hacia los diferentes grupos al margen de la ley. De hecho, esta llegó a ser tan fuerte que empezó a asociarse a protectores de derechos humanos, defensores de presos políticos y militantes de izquierda con terroristas de las FARC, y los pusieron en grave peligro. Una consecuencia de esto fue, por ejemplo, el asesinato de Jaime Pardo, en 1987, y de Bernardo Jaramillo, en 1990, miembros y candidatos presidenciales de la Unión Patriótica (UP).

Chequeo de cadena de WhatsApp que afirmaba que el agua de piña cura el cáncer | Cortesía: ColombiaCheck

Hacia comienzos del siglo XX, Sigmund Freud expuso en su obra Psicología de las masas y análisis del yo (1921) que el miedo y el odio son las emociones más eficaces para unir a las masas. Sania Salazar, periodista y especialista en creación literaria de la Universidad Central —quien hiciera parte del portal ColombiaCheck durante cuatro años—, explica que los ciudadanos pueden empezar a detectar una desinformación “si al verla, leerla o escucharla, despierta grandes sentimientos de rabia e indignación, y si se tiene la sensación de que eso lo tiene que saber todo el mundo”. Sin embargo, también es clave tener en cuenta si las fuentes de información son confiables o no.


ColombiaCheck, un medio de comunicación en el que participan más de 100 periodistas investigativos dedicados al chequeo de datos (también llamado fact-checking), sigue una serie de pasos para hacer una verificación: primero, seleccionar la frase o publicación que se va a verificar, ya sea de un discurso público o de redes sociales; segundo, consultar con la fuente oficial de dónde sacó la información que dio; tercero, buscar fuentes alternativas —fuentes expertas en el tema (libros, tesis doctorales, investigaciones, académicos, ONG)—; cuarto, contextualizar la importancia del tema, y, quinto, otorgar una calificación (cada medio construye su propia tabla). Las calificaciones usadas por ColombiaCheck ante las distintas informaciones, desde noviembre de 2018, son: verdadera, verdadera pero cuestionable o falsa e inchequeable.


Y en un océano de información y desinformación, hay todo tipo de noticias y afirmaciones dudosas que llegan a ColombiaCheck. Por ejemplo, en enero de 2020 se verificó una cadena viral de WhatsApp que aseguraba que el agua caliente de piña era el último avance efectivo para curar el cáncer. Al no encontrar la fuente principal de dicha publicación, la entidad acudió a dos expertos, Geison Modesti y Milena Lima de Moraes, que lograron esclarecer que para esta enfermedad aún no existe una cura ciento por ciento garantizada y que ningún medicamento es óptimo para todas las personas. Aunque se están realizando estudios sobre la efectividad de la bromelina —enzima contenida en la piña— contra las células cancerosas, en ningún momento se ha afirmado que su consumo sea la solución para combatir el cáncer. Este tipo de noticias falsas podrían ocasionar un gran daño, ya que los pacientes pueden dejar de utilizar el tratamiento que sí se debería llevar a cabo. Por lo tanto, la publicación se calificó como falsa.


Para decidir si algo es chequeable o no, Ana María Saavedra, editora de ColombiaCheck, cuenta que en el medio hacen un consejo de redacción para debatir la relevancia que tiene la declaración o publicación en cuanto a la democracia y el debate público o, incluso, en cuanto al daño que podría llegar a ocasionar. Además, se analiza su masificación según el número de veces que ha sido compartida; para esto se valen de herramientas como CrowdTangle, que hace un seguimiento de reposteos y determina qué tan viral es. De igual forma, le dan mucha prioridad a los trending topics (tendencias).

Chequeo de la afirmación de Óscar Villamizar, representante a la Cámara del Centro Democrático por Santander, en la que manifestó que cerca del 70 % de jóvenes que cometen delitos son consumidores asiduos de marihuana | Cortesía: ColombiaCheck

Sin embargo, hay otros casos en los que no se puede hacer un chequeo porque no se encuentran fuentes oficiales ni alternativas que permitan contrastar la información. Un ejemplo de ello se presentó con una afirmación hecha por Óscar Villamizar, representante a la Cámara por Santander, en medio de un debate sobre la regularización del uso recreativo de la marihuana. Durante la discusión, el representante mencionó que “cerca del 70 % de los jóvenes que cometen delitos son consumidores asiduos de marihuana”.


A pesar de que ColombiaCheck también encontró este dato en un estudio de consumo de sustancias psicoactivas del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA), en este no se precisa que sean consumidores frecuentes o adictos ni se establecen relaciones entre consumo y delito. De igual forma, Jorge Ronderos, sociólogo y doctor en Antropología, señaló que no es común que el consumo de marihuana tenga efectos agresivos, pero al no encontrar fuentes que lograran afirmar o desmentir con exactitud la información dada por Villamizar, se calificó como inchequeable.


Daniel Valencia considera que la creación y divulgación de noticias falsas beneficia, principalmente, al poder político; no obstante, resalta que no hay que olvidar que detrás de este también se encuentran el poder económico y los medios, que pertenecen a un oligopolio —en el que unos pocos ordenan, quitan y ponen información de acuerdo con sus intereses—. En pocas palabras, la práctica beneficia a quienes tienen y quieren el poder.


En el estudio The Spread of True and False News Online, elaborado en 2018 por el laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT Media Lab), se encontró que las noticias falsas tienen un 70 % más de probabilidad de ser retuiteadas y llegan seis veces más rápido que las noticias verdaderas. Esto se da porque en ellas hay novedad y sorpresa, dos factores que captan la atención de las personas y fomentan el intercambio de información aportando la sensación de poseer un estatus social “informado” o de gozar acceso a información “privilegiada”.


Asimismo, Sania Salazar afirma que la desinformación circula más veces y más rápido que la información verificada, y esto sucede por dos razones: primero, las personas creen en la desinformación en la medida en que esta confirma sus creencias y opiniones personales; segundo, la confianza hacia la información proviene de quien la envía directamente y “como es mi tío, mi hermano o mi vecino, y lo conozco, entonces le creo aunque esa persona no tenga experiencia alguna en el tipo de desinformación que está mandando”.

Chequeo del video de La Habana (Cuba) publicado en Twitter por José Félix Lafaurie, presidente de Fedegan. | Cortesía: ColombiaCheck

A pesar de lo anterior, Salazar sostiene que usar creativamente el mismo lenguaje de las noticias falsas es un arma importante para aumentar el alcance de las verificaciones frente a la difusión de este tipo de información. Por ejemplo, ColombiaCheck construye la verificación en los mismos términos de la desinformación, esto quiere decir que si la noticia falsa circula por una cadena o un audio en WhatsApp, la verificación se presenta en ese mismo formato e incluso se difunde por ese mismo canal.


Por otro lado, Ana María Saavedra también señala que, de no encontrar la fuente inicial de desinformación compartida en redes sociales, se pueden hacer búsquedas inversas en herramientas de verificación de imágenes (Yandex, TinEye, Google Image, Baidu, Bing) y de video (InVid, YouTube Data Viewer) que ayudan con el trabajo de chequeo.


El 24 de febrero de 2021, el presidente de la Federación de Ganaderos (Fedegan), José Félix Lafaurie, publicó en Twitter un video que mostraba a La Habana (Cuba) en deterioro, con el siguiente mensaje: “A este nivel de progreso y desarrollo nos quieren llevar la izquierda, los progresistas, la guerrilla y el Santismo. ¡La revolución marcha bien!”. A pesar de que las imágenes no eran producto de una mala gestión, la publicación contaba con más de 753 likes, 688 retweets y 505 comentarios, por lo que ColombiaCheck decidió hacer la verificación.

Sania Salazar, periodista y profesora que hizo parte del portal ColombiaCheck | Cortesía: Sania Salazar

Al realizar una búsqueda inversa (en Google Image) de las diez imágenes que aparecían en el video, se encontró que cuatro de ellas hacían parte de una devastación ocasionada por un tornado en La Habana en enero de 2019. Otra de las fotos hacía referencia a la celebración del día de la Virgen de la Caridad del Cobre. Las otras dos eran de alrededor de diez años atrás,y otra más hacía parte de un banco de imágenes de iStock. Finalmente, la publicación realizada por Lafaurie fue calificada como cuestionable, pues mezclaba fotos que, aunque sí eran de Cuba, hacían parte de contextos muy diferentes.


Según Daniel Valencia, uno de los errores que comete el periodismo colombiano frente a este fenómeno es que se queda con declaraciones oficiales y comunicados de prensa. “No hay una búsqueda de fuentes; un trabajo de reportería profundo, serio, analítico, reflexivo. Uno se queda con una versión, y eso ya hace falsa a una noticia, porque falso no significa necesariamente mentira, sino algo que no se sostiene. E incluso eso puede ser aún más peligroso que la mentira misma”, asegura.


Por otro lado, Sania Salazar menciona que la inmediatez que exige el mundo actual provoca una falta de evaluación al momento de difundir información, y en muchas ocasiones el periodista no analiza concienzudamente si la fuente experta que se está consultando es la persona adecuada para hablar del tema que quiere indagar.


A propósito de todo lo anterior, Valencia manifiesta que se deben desarrollar medios independientes que —en lugar de seguir pasiones, militancias o fanatismos hacia algo o alguien— hagan un seguimiento profundo de la información mediante un trabajo juicioso y responsable. De igual manera, recuerda que los medios y los periodistas se deben a sus audiencias y que, aunque a veces cueste, hay que hacer un periodismo de calidad que será recompensado con la confianza y credibilidad del público.


Solo así se podrá contrarrestar la desinformación y se hará un contrapeso a los conglomerados mediáticos que, en ocasiones, buscan manipular la información a su acomodo. “Como dice Kapuściński: «Un periodismo de calidad no es el que persigue las cucarachas, sino el que las alumbra para que la gente vea dónde se esconden». El periodismo no está para tumbar presidentes o ministros, sino para sacar a la luz todo y que la gente tome las decisiones. Un verdadero guardián de la democracia”, señala Daniel Valencia.

Ángela María Saavedra en el taller ¿Cómo narrar la justicia en Colombia?, realizado por la oficina en Colombia de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y Colprensa | Cortesía: Ana María Saavedra

De acuerdo con el informe ¿Quién es más propenso a creer y compartir desinformación?” (2020), realizado por Chequeado (Argentina), Africa Check (Sudáfrica) y Full Fact (Inglaterra), los adultos mayores y quienes tienen bajos niveles de educación no logran diferenciar fácilmente los hechos de las opiniones; además, son menos propensos a reportar la desinformación. Por otra parte, a pesar de que a todos se nos dificulta recordar las fuentes de lo que consumimos en redes sociales, a las personas de mayor edad se les dificulta aún más porque pierden la memoria de los detalles, al igual que les es difícil recordar las correcciones o verificaciones de la información.


Para combatir la bola de nieve de la desinformación que hoy circula, se necesita una alfabetización digital que, primero, permita diferenciar qué fuentes de información son o no de calidad y, segundo, invoque una verificación básica de quién dijo esto, por qué y para qué. Se trata de aprender a consumir información, pensar un poco y no dejarnos llevar por la emocionalidad.

 

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