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[Fotoperiodismo] El baño de las preguntas

Por: Rosana García // Fotoperiodismo


Rosana García presenta un ensayo fotográfico sobre un objeto que se vuelve cada vez más común en algunos conjuntos residenciales: la cabina de desinfección.

FOTO: Usuario Ana Ruth utilizando un aspersor o cabina de desinfección ubicado en Prado Veraniego. 21 de mayo de 2020. Rosana García G.

Un simple cubo, un objeto nuevo que podría volverse parte de nuestro día a día. Las últimas semanas he observado tanto este objeto que me ha hecho preguntarme algo que a muchos nos ha pasado así sea una vez durante estos días de encierro: ¿Qué pasará cuando salgamos? ¿Cómo será todo ahora?


Hay una ducha portátil a la entrada de mi conjunto. He preguntado y nadie sabe exactamente los compuestos de ese vapor que emite la ducha y que dicen que limpia el cuerpo de lo que allá afuera se pudo ‘pegar’, ese afuera que antes recurríamos cuando y como quisiéramos, un afuera que por lo menos en mi mente, se ha vuelto puros recuerdos de lo que hacía antes del confinamiento.

FOTO: Residente Ana Ruth del Conjunto Residencial Alcázar de San Luis II utilizando el aspersor o cabina de desinfección, 21 de mayo de 2020. Rosana García G.

Y bueno, como seres humanos siempre nos ha causado intriga el futuro, más ahora por todas las cosas que queríamos realizar y que no tuvimos la oportunidad de hacer, o que simplemente tuvimos que reinventar, porque estamos en una época de reinventarnos, de limpiarnos.


Ha sido un tiempo para que el mundo se limpie, para que nuestras mentes se despejen, se quiten esas vendas que nos obligaban a ver a todos los lugares menos a nuestros mismos interiores, una época donde nuestra mente ha gritado lo que por años cayó y que este simple objeto, una cabina, ducha o como quiera llamársele, me ha hecho cuestionarme.

Ahora nos enfrentaremos a cambios, a una readaptación de lo que ya se conocía, de lavar, limpiar, desinfectar, de cuestionar y cuidarnos con esa cercanía hacia el otro que nos caracterizaba como latinos.


Unos pasos, unas cuantas instrucciones, no alimentos, ciertas restricciones, no abrir los ojos y se siente como dar un paso al vacío, un viaje al pasado y al mismo futuro; es lo que pasa por mi mente antes de entrar en esa ducha. Al cabo de unos segundos, se siente cómo todos los químicos se van pegando a tu piel, se siente el cambio en ella, un cambio que vendrá, un cambio que permitirá que volvamos a imaginarnos historias en medio de la gente, en medio de los objetos.


Si uno se queda demasiado tiempo ahí debajo de ese líquido, ahí parado o girando dentro de esta ducha, comienza a irritarse e incomodar más la piel, porque ahí, en ese lugar, se está un rato con los ojos cerrados para luego volver a abrirlos. Es así como me imagino y siento que será cuando vuelva a salir a la ciudad, cuando volvamos a convivir con el cambio, con la vida, o quizás simplemente no y este objeto se volverá parte de nuestros recuerdos y de nuestra historia, siendo así, como todo volverá a la normalidad, solo quizás.

 

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