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Alfonso Narváez //

[Fotoperiodismo] Graffiti, tatuajes de las calles bogotanas


Las metrópolis del mundo tienen algo en común: los graffitis. Bogotá no es ajena a este tipo de expresión artística y en este fotorreportaje buscamos el arte urbano más representativo del centro de la ciudad.

FOTO: Alfonso Narváez.

Cada calle de Bogotá cuenta una historia; una de vida, de amor, de familias, así como del paso del tiempo o la inclemencia de la realidad. Entre muros desgastados se alzan fragmentos de arte urbano, es en ellos donde el grafiti se convierte en forma de expresión, en arte democratizado.

Cuando la alta esfera cultural cierra sus puertas a artistas de diversas procedencias, las calles con su carácter efímero, -pues siempre está el riesgo de que las instituciones gubernamentales decidan eliminarlos- le dan cobijo y otorgan a la obra la cercanía que los museos no proporcionan.

Se convierten en parte de la ciudad, de la cotidianidad y calan en lo profundo del sentido estético del ciudadano.

El grafiti es en cierta medida contracultural pues se desliga del estatus quo y lo subvierte, ya sea por medio de frases, reclamos, retratos de las raíces aborígenes u otros elementos que representen la identidad nacional, regional o local.

En este fotorreportaje sobre el graffiti del centro bogotano pretendo representar la relación entre el ciudadano y el arte urbano, para dar cuenta de cómo la realidad y el arte se encuentran a tal punto de que se naturaliza y se convierte en experiencia estética de la ciudad. Los vendedores, transeúntes y diversos trabajadores que se enfrentan a la realidad urbana día a día se entrelazan con los trazos de las paredes para conformar una sola imagen, la imagen de Bogotá.

¿Arte o vandalismo?

Existe controversia respecto al tema, en primera instancia porque aquello que se considera arte para unos, para otros no lo es. La dimensión subjetiva de lo estético no puede ser clasificada en medio de los conceptos de bueno o malo, bonito o feo; en este caso tampoco sería sencillo clasificarla dentro de la ley pues dependería de la institución, juez o funcionario público el dictaminar cánones artísticos que no tiene relación con sus funciones.

Por otro lado, las instituciones relacionan al arte urbano con vandalismo en la medida que suponen el detrimento del patrimonio público, sin embargo los grafiteros comentan que este tipo de expresión hace parte de la identidad artística y cultural de Bogotá.

Las calles de la capital, multiculturales, antiguas o nuevas llevan un hilo común, el hilo conductor del arte urbano, el tatuaje del grafiti. Algunos más elaborados que otros, pero que otorgan carácter estético a la ciudad, pues entre trazos habitamos, trabajamos, transitamos, nos representan y reconocemos como cohabitantes.

 

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