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Historias pandémicas de la informalidad en Suba

Por: Laura Natalia Bohórquez Roncancio // Fotoperiodismo


Cómo llevar el pan a la mesa ha sido una de las principales preocupaciones en el mundo durante la pandemia del COVID-19. A causa de los confinamientos y la crisis económica por el virus, las cifras de desempleo se han disparado. Y la localidad de Suba no es la excepción: sin contrato y expuestos, así se vive hoy la situación de un empleo informal incrementado.

El empleo informal ha resistido a los embates de la pandemia. Foto: Laura Bohórquez

Durante el 2020, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró que se perdieron más de 400 millones de empleos en todo el mundo. Solo en Latinoamérica se perdieron 15 millones, que, sumados a las 23 millones de personas que entonces no tenían un trabajo formal o informal, contribuyen a un total de 41 millones de personas desempleadas el día de hoy. Esto ha obligado a muchos en la región a recurrir a la informalidad en las calles en busca del día a día, con trabajos y servicios variados.

A pesar del riesgo que esto puede representar para su salud, Doña Juana vende mazorcas en la ciclovía para pagar mensualmente un arriendo; Don Carlos persevera lustrando botas en una plaza desierta para poder llevar comida diaria a su casa, y Javier conduce su carrito de masato y tintos, con el que ha logrado mantenerse desde hace cuatro años. Los anteriores ejemplos de la localidad de Suba (Bogotá) solo confirman los datos del Dane: Colombia es el país del mundo con mayor tasa de trabajo informal, con un 63,1 % del total de empleos.

 

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