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Daniela Cristancho Serrano

Las brujas están de vuelta


En El Telar de las Palabras, una librería pensada y hecha para mujeres en Bogotá, seis estudiantes se reúnen bajo la guía de una escritora y astróloga. Durante las sesiones de taller, aprenden sobre literatura y astrología mientras se reconocen a sí mismas y pierden el miedo a llamarse brujas y feministas.

FOTO: Tomada por Daniela Cristancho.

—¿Cómo dosifico mis emociones? —le pregunta Mónica, una aprendiz de bruja, al fuego.

—Brujas, ¿quién responde? —le pregunta Antonia a las seis mujeres que forman un círculo alrededor de las velas. Una de ellas aventura una respuesta:

—Con autocompasión.

En este taller de escritura astral, el fuego son todas y por eso cada una puede responder a las inquietudes de las demás. Antonia es una mujer con pelo corto y gafas que enmarcan sus ojos, lo que le da aún más aire de maestra. Mientras sus alumnas hablan, ella acerca la corteza de palosanto a la llama de las velas y dibuja con el humo figuras imaginarias alrededor de ellas.

La maestra lleva puesta una camiseta con la ilustración de un útero con puños de boxeo en lugar de ovarios y una leyenda que dice: “Con los ovarios bien puestos”. Así, ella se mueve por el espacio, complementando las respuestas de estas mujeres, en un intento de volverlas cada vez más brujas.

Ellas no son como las brujas que imaginábamos cuando éramos niños, aquellas que volaban en escobas y espantaban con sus verrugas y sombreros puntiagudos; estas se asemejan más a las que cazaba la Iglesia para llevarlas a la hoguera. Así como las brujas de épocas pasadas eran sabias en el manejo de plantas medicinales y en la lectura de los fenómenos naturales, estas nuevas interpretan la influencia de los planetas en la vida de los demás y en la suya propia.

En esencia, las brujas de ayer y hoy son mujeres que dominan un conocimiento diferente. Este es el ritual del fuego, una suerte de ceremonia que cierra el taller de escritura astral en El Telar de las Palabras, una librería de mujeres en Bogotá. Aquí, rodeadas de grandes escritoras, estas mujeres aprenden astrología y la manera para incorporar esos conocimientos en su prosa. Sin embargo, más allá de ser un taller de escritura, es una clase para aprendices de brujas, donde se rescatan los saberes que eran propios de las mujeres de siglos pasados.

Se dice que las brujas fueron las primeras feministas, las que retaron por primera vez el conocimiento hegemónico y masculino, y que precisamente por eso fueron asesinadas. Con el ritual que hacen, el fuego cambia de significado; el elemento que quemó a las brujas de antaño es el que les da vida a las brujas de hoy.

FOTO: Tomada por Daniela Cristancho.

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La librería, que queda en Chapinero, es un espacio de aproximadamente 15 metros cuadrados. En sus estanterías descansan libros escritos por mujeres; solo hay autores hombres si el libro trata de temas feministas.

Desde hace siete meses, Antonia León se apropió del espacio llamado La Maletra para dictar talleres de escritura. El taller de escritura astral, que combina la literatura y la astrología, es el más solicitado. Este taller nace de la necesidad de crear personajes profundos. “Yo hice la maestría en escrituras creativas de la Universidad Nacional, y mi proyecto de grado era una novela, pero descubrí que las herramientas que existen para crear personajes son insuficientes. Entonces ahí empaté el interés por la astrología con esta iniciativa de hacer una historia con personajes poderosos”, cuenta Antonia.

“Aquí está tu carta astral”, me dice Antonia. Me entrega un diagrama en forma de rueda con la posición de los astros el 10 de noviembre de 1995, día de mi nacimiento. Es una hoja llena de figuras, números y colores, que promete contener información sobre todos los aspectos de mi vida. A mi alrededor, las aprendices sostienen sus propias cartas astrales. Estas están hechas con la fecha y la hora exacta en que nacieron, y a través de la posición de los planetas dan pistas sobre la personalidad, el pasado y futuro de cada una de ellas. Estas mujeres llevan seis sesiones aprendiendo los fundamentos de astrología: los signos solares ascendentes y descendentes, el sistema de casas, los planetas del sistema solar, el medio y el fondo del cielo. Oírlas hablar entre ellas es como estar en otro país cuyo idioma se desconoce completamente.

“Antes yo también creía que la astrología era saber qué signo del zodiaco eres y leer tu horóscopo en el periódico, pero es mucho más que eso”, dice Mónica, mientras sus ojos azules examinan su carta. En efecto, este diagrama no es fácil de entender para una persona cuyo único acercamiento con la astrología se da a través de un periódico, como era mi caso. Sin embargo, los que saben leer la carta astral reconocen en ella aspectos de su vida, desde su personalidad hasta sus relaciones interpersonales.

—¿Qué significa tener a Leo en la casa 4? —pregunta Antonia con su voz cálida.

—Si la casa 4 son las raíces y Leo es el signo del amor sublime, tener a Leo en casa 4 significa venir de un hogar amoroso, donde fuiste una prioridad —responde Liliana, otra aprendiz, con cierta duda. Para su sorpresa, está en lo correcto.

FOTO: Tomada por Daniela Cristancho.

En medio del taller, acompaño a Antonia a comprar chocolate caliente para las aprendices de bruja, “para pasar el trago amargo que puede ser la lectura astral”, dice ella. Así, entre sorbos dulces, las seis mujeres estudian sus cartas y preparan las preguntas del ritual del fuego: ¿cómo es tu fuego?, ¿dónde está tu poder? y ¿qué le quieres preguntar a este? Por más denso que resulte el aprendizaje de la astrología, este les brinda herramientas valiosas para su autoconocimiento. “Es aprender a mirarte desde las estrellas”, dice Mónica, quien ha aprendido que su fuego es hogareño y apasionado, y que su poder reside en las emociones.

La conexión entre astrología y literatura se hace más fuerte en la segunda parte del taller, llamada ‘Venus o la mujer que soy’. Sobre la pequeña mesa ovalada, Antonia dispone caleidoscopios de colores, cada uno lleva el nombre de una escritora célebre y la Venus a la que corresponde. Al mirar en su interior, las brujas y yo vemos la fotografía en blanco y negro de Ana Frank, Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik y otras grandes mujeres de las letras. La idea es ver a qué Venus corresponde cada escritora para identificar dichos rasgos astrales en su prosa.

 

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Leemos las palabras de Ana Frank: “Me he dado cuenta de que siempre hay un poco de belleza: en la naturaleza, en el sol, la libertad, en nosotros mismos; y todo esto puede ayudarme”. Las brujas identifican que su Venus es tauro, lo cual la hace una mujer que se da lo que merece, que es ‘tierra enraizada’. La frase de Frank refleja un tauro en sufrimiento, una mujer que, por su contexto, no puede proveerse la vida que necesita y entonces trata de encontrar la belleza en otros aspectos, en el sol y en sí misma.

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En las marchas del 8 de marzo de este año, en el marco del Día de la Mujer, las calles de España y América Latina se llenaron de pancartas que gritaban “¡Cuidado, las brujas están de vuelta!” y “¡Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar!”. De esta manera, se empieza a enmarcar en los países hispanos un discurso que une el feminismo y la brujería. Catalina Ruiz-Navarro, escritora colombiana feminista, ha seguido esta lógica y se asume como descendiente de las brujas. “El feminismo como movimiento y revolución necesita que las mujeres rescatemos prácticas espirituales que nos sean propias, entre ellas la brujería”, afirmó Ruiz-Navarro en el lanzamiento del libro Las mujeres que luchan se encuentran.

Si se entiende como bruja a una mujer que conoce su poder, lo que hace la brujería es concientizar a las mujeres del poder íntimo e instintivo que poseen. “Son poderes que tenemos desde siempre, pero que hemos ido aplacando porque vivimos en un mundo hipermasculinizado, donde tienen mucho más valor los conocimientos y comportamientos masculinos”, afirma Antonia.

Esto es lo que se ha venido haciendo desde la Inquisición y la quema de brujas: incitar a las mujeres a renunciar a los comportamientos guiados por la intuición y las emociones. Así los explica la escritora Clarissa Pinkola en su famoso libro Mujeres que corren con lobos: “La loba, la vieja, la que sabe, está dentro de nosotras. Florece en la más profunda psique del alma de las mujeres, la antigua y vital Mujer Salvaje. Ella describe su hogar como ese lugar en el tiempo donde el espíritu de las mujeres y el espíritu de los lobos hacen contacto —el lugar donde su mente y sus instintos se mezclan, donde la vida profunda de una mujer consolida su vida mundana”. Entonces, rescatar este tipo de conocimientos se reconoce como un acto feminista, en la medida en que se reivindican saberes propios de las mujeres.

FOTO: Tomada por Daniela Cristancho.

Además de formar en astrología y principios de brujería, el taller de escritura astral es un espacio de reunión donde se empiezan a crear lazos de apoyo feministas. “Es un espacio donde conoces mujeres maravillosas que resuenan o se conectan con lo mismo que tú. La conexión que se genera entre las alumnas, así no nos hayamos visto nunca, y el ambiente de sororidad que se logra, son cosas maravillosas”, dice Mónica en relación con las otras cinco mujeres que ha conocido en el taller.

En espacios como el taller de escritura astral, formar nuevas brujas es también continuar el movimiento feminista, en el que las mujeres luchan contra un sistema y un conocimiento hegemónico y reivindican su voz, su historia y sus derechos. Así lo expresa Antonia “no hay nada más revolucionario que una mujer que se ama a sí misma y una mujer que conoce su poder y lo usa en el día a día para hacer que ella misma, su grupo cercano y, por tanto, el mundo en el que habita se haga cada vez más valioso. No hay una mejor definición de feminismo que esa”.

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