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Carolina Páez Ucrós //

[Revista impresa] Los errantes de la fe


A los testigos de Jehová los insultan y muchas veces hasta les llaman a la Policía. Pero ellos no se rinden. Por el contrario, se levantan, se ponen un traje y siguen timbrando de casa en casa dispuestos a expandir la fe y el amor a Jehová.

FOTO: Portada de La Atalaya, revista de los testigos de Jehová. Tomada por Carolina Páez.

*Los nombres de este artículo han sido cambiados para proteger la identidad de los personajes.

Es un sábado a las nueve de la mañana. Al frente del centro comercial Bulevar Niza se ve gente pasar de un lado a otro. En multitudes cruzan el semáforo o esperan el bus. Todos corren y nadie se detiene. Todos, menos dos señoras de aproximadamente 60 años que, con sus vestidos de flores azules y negras y una excelente postura, se paran al lado de un exhibidor de revistas.

Son testigos de Jehová y están predicando. Muy pacientemente esperan a que las personas se acerquen para coger alguna de las dos revistas. La Atalaya, que dedica sus páginas a mostrar la relación de las profecías bíblicas con las circunstancias actuales. Y ¡Despertad!, que ofrece soluciones a los problemas de este tiempo infundiendo la confianza en el Creador.

Hay personas que pasan rápidamente, piden una revista y siguen su camino. Otras que les gritan “Cojan oficio” o “¿No tienen nada mejor que hacer?”. A estos insultos ninguna de las dos responde ni mira con ojos de rabia. Por el contrario, mantienen una sonrisa amable y esperan a que el exhibidor hable por sí mismo; es decir, que se acerquen las personas interesadas y dispuestas a tener conversaciones en busca de una vía espiritual.

Así como esas dos testigos, hay muchos más en diferentes puntos de la ciudad, del país y del mundo, a la misma hora, con la misma elegancia y con la misma intención: seguir el ejemplo que dejó Jesús en la Tierra, dar testimonio de su fe y hacerse un nombre ante su dios, Jehová. Todo y todos lo hacen de forma completamente voluntaria.

FOTO: La Biblia con La Atalaya de fondo. Tomada por Carolina Páez.

Pero así no es como se conoce a los testigos de Jehová, al menos no por ser cristianos o por sus obras. Se conocen por ser los “intensos”, “mamones”, “fanáticos” y “sin oficio”, que van timbrando de casa en casa intentando convertir a las personas a su fe.

—En la Biblia se nos dice que íbamos a ser perseguidos y que íbamos a ser odiados por muchas personas. Incluso yo me siento feliz cuando eso pasa, porque entonces sé que estoy haciendo las cosas bien.

Eso afirma Valeria Mendoza, testigo de Jehová, hija de padres testigos y estudiante de comunicación social en la Universidad Javeriana. A sus 23 años, con pantalón negro, chaqueta de jean, bufanda y un gorro de lana gris tiene muy claro quién es y por qué es testigo. De no ser así, no se habría bautizado hace pocos años, porque es ahí cuando cada uno demuestra que realmente quiere dedicar su vida a servir a Jehová.

Valeria es una persona inteligente y conoce mucho sobre la Biblia. Todo lo que habla tiene un sentido y un soporte detrás. Es coherente. Ha pasado por situaciones humillantes, pero nada que la alejé de Jehová. Por el contrario, en cada rechazo busca la manera de ser valiente y fortalecer más su fe.

—Yo estudié en un colegio católico. El director era un viejito 'superhipermega' católico y adoraba a María con todo su ser, mente y cuerpo. Todos los días, tan pronto entrabamos al colegio por las mañanas, se hacían filas con dos sacerdotes para hacer la oración. Un día estaba todo el colegio en disposición y el director me gritó: “Usted, la testículo de Jehová, ¿por qué no ora con nosotros?”.

—¿Cómo enfrentó esa situación? —pregunto.

—Todo el mundo se volteó a mirarme y fue algo muy fuerte. Pero lo único que hice fue rezarle a Jehová y decirle que me diera la fuerza y la paz. En ese momento pensé en Jesucristo, en que a él le escupieron, lo humillaron, lo maltrataron, lo mataron y, a pesar de eso, cuando estuvo a punto de morir dijo: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”. Sabiendo eso, entonces yo me pregunto: “¿Qué tan importante soy yo como para haberle respondido al director que no tiene derecho de tratarme así, cuando eso no es nada comparado con Jesucristo, y más cuando ya sabíamos que íbamos a pasar por eso?”.

FOTO: Tomada por Carolina Páez.

La fortaleza de Valeria es algo que le enseñan a ella y a todos los testigos en las reuniones semanales en el salón del reino en sus distintas congregaciones. La de Valeria es en Cota, los jueves y sábados en las noches. Todos llegan muy puntuales y, sobre todo, muy formales. Las mujeres, con vestidos largos o faldas, y los hombres, todos con traje.

Valeria entra al salón con un vestido largo blanco, de rosas lilas y verdes, un saco blanco delgado y tacones blancos como de princesa. No se visten elegantes por obligación y las mujeres tampoco usan faldas en todo momento, sino que lo hacen así porque quieren ponerse su mejor traje para encontrarse con Jehová.

El salón del reino tiene un altar, es lo primero que se ve junto con un letrero que dice: “Así que vayan y hagan discípulos. Bautícenlos (Mt 28:19)”. Este versículo es para los testigos de Jehová lo que es la cruz para los católicos. Es lo único que hay. No se ven imágenes ni cuadros relacionados con la religión, solamente una frase que es con la que reflexionan durante todo el año y les recuerda su misión.

La reunión empieza y hay más de 70 personas. Todos en silencio miran hacia un televisor. Niños, jóvenes y adultos empiezan a cantar fuerte y con sentido de pertenencia: “Ni la cárcel ni la muerte me van a derrotar, porque por ti seré valiente”. Apenas se acaba la canción, todos inclinan la cabeza y un anciano, que es la autoridad en la congregación, dirige una oración a Jehová.

Luego todos se sientan, sacan sus tabletas y escuchan con atención. La reunión se divide en dos partes: la primera se basa en recibir consejos útiles basados en la Biblia, con el fin de mostrar cómo se relaciona lo que está escrito con la vida diaria y con los tiempos actuales. Cinco, seis, diez personas levantan la mano para participar, para comentar cómo esos pasajes bíblicos se han visto reflejados en algún aspecto de su vida. Comparten sus experiencias, sus conocimientos y sus investigaciones.

La segunda parte de la reunión se llama “Vida, ministerio y cristianos”, un programa que tiene como propósito mejorar sus habilidades para enseñar. De alguna forma, aquí se entrenan para ser mejores maestros. En el programa, primero se familiarizan con un pasaje de la Biblia y luego se presentan algunas demostraciones sobre cómo hablar de la Biblia con otras personas.

Es la primera vez que Valeria hace una demostración en esa congregación. Durante tres minutos contabilizados se presenta junto con Juliana, otra testigo, para mostrar cómo deben decirles a las personas que no tengan miedo y que Dios es el escudo. Acaban y felicitan a las “hermanas” de fe.

Luego, un consejero comenta acerca de estas demostraciones y les da algunas observaciones para mejorar la lectura, la oratoria, la forma en que hablan de la Biblia y cómo se acercarse a las personas. Todos los “hermanos” anotan los consejos en sus tabletas o iPads, porque realmente están interesados y dispuestos a aprender. No quieren ser entrometidos e inoportunos. Quieren enseñar y conversar. Finalmente, la reunión acaba con más consejos de cómo aplicar los textos a la vida diaria. Cantan una vez más con devoción: “Que no separe nadie lo que unió Jehová”. Y luego cierran con una oración.

Los testigos de Jehová salen a predicar de casa en casa cada vez que pueden. Por ejemplo, Valeria va todos los jueves en las tardes después de la universidad y los fines de semana por la mañana. Antes de salir a la predicación se cambia de ropa. Reemplaza su pantalón, sus tenis y su camiseta, por alguna falda o vestido y unos tacones. Sale de su casa y se encuentra por primera vez con Consuelo, también testigo, y juntas salen alrededor a timbrar de casa en casa.

—Jesús nos dijo: “Vayan de aldea en aldea, de casa en casa, predicando de a dos en dos y dando a conocer el testimonio de Dios”. Entonces nosotros salimos y cumplimos lo que Jesús nos enseñó.

Valeria comenta que a ella le va mejor con la predicación de casa en casa más que con los exhibidores, porque en estos últimos pocas veces ha podido tener conversaciones con las personas. En cambio, para ella la casa de una persona dice mucho de sus creencias e intereses y con esto ella se da una idea de qué temas le pueden llegar a interesar a las personas.

 
 

Aunque a veces en la predicación los insultan o los empiezan a debatir, ahí es donde Valeria recuerda lo que le han dicho toda su vida en su congregación: su labor es enseñar, no ganar batallas. Sin embargo, también hay otros momentos que llenan a Valeria de luz y de amor por las personas.

Ella cuenta una experiencia que tuvo recientemente en una de sus predicaciones de casa en casa. Llegó a una que tenía un jardín muy bien cuidado y salió un señor mayor a presentarse y a conversar. En ese momento Valeria le preguntó: “¿Usted cree que algún día se va a acabar el sufrimiento y vamos a vivir en una tierra que sea así de linda como este jardín?”.

Esa pregunta abrió la posibilidad de conversar con el señor. Y ahí duraron unos 45 minutos hablando sobre el jardín, el cielo y la esperanza. Incluso el señor les dio su teléfono para que Valeria y Consuelo lo contacten y puedan programar una visita para empezar a estudiar diferentes folletos que los testigos de Jehová tienen sobre la Biblia.

Valeria se refiere a esta experiencia como algo muy bonito y comenta que le gusta la predicación en casas, porque allí puede encontrar personas más relajadas y dispuestas a escucharlos. Sin embargo, la predicación no se queda en las casas. Valeria me dice:

—Nosotros somos testigos todo el tiempo. No es solo puerta a puerta. Es minuto a minuto. Incluso aquí hablando con nuestros hermanos. No es que cuando estoy en la universidad soy estudiante y cuando salgo soy testigo de Jehová. Siempre lo somos.

***

Cristina Ramírez y su mamá, Marcela Donado, pertenecen a la congregación de testigos de Jehová de Unicentro y se reúnen en su salón del reino a las 6:15 p. m., preparadas para las reuniones habituales. Sin embargo, se sorprenden porque ese día hay una conferencia especial. Una transmisión en vivo desde Estados Unidos dirigida a unas 120.000 congregaciones de todo el mundo. En esta conferencia hacen un resumen sobre cómo han avanzado como Testigos de Jehová en todo el mundo; es decir, cuántas personas se han convertido y qué obras han logrado para que todo el mundo esté en sintonía con su situación actual.

Cristina explica que esta reunión es muy importante, porque demuestra lo que son los testigos como congregación en todo el mundo, que buscan siempre la unificación de sus creencias. Entonces, lo que se estaba enseñando a esa hora en Colombia también se estaba enseñando a los testigos de todo el planeta.

Cristina es una joven de 24 años, recién graduada de lenguas modernas en la Universidad Javeriana. Actualmente, dirige una empresa de educación y es precursora auxiliar en la congregación, lo que significa que debe dedicar 50 horas al mes al servicio y amor a Jehová.

Ella es hija de un padre ateo y una madre que era católica y se convirtió a testigo de Jehová. Cristina creció con esa dualidad, con su padre ofreciéndole todo lo que quisiera por fuera del marco de la religión y, por el lado de la madre, todo lo que la acercaba a la religión. Ha probado de los dos mundos.

FOTO: Tomada por Carolina Páez.

—Cuando me bauticé como testigo de Jehová mi vida se empezó a acomodar y sentí paz por primera vez.

—Has vivido la experiencia de ser y no ser testigo. Sabiendo todos los prejuicios hacia ustedes, ¿qué te motivó a bautizarte y mantenerte firme? —pregunto.

—Porque yo creo que la coherencia da paz, y siendo testigo de Jehová dejé de luchar contra mí misma.

A pesar de los insultos, los testigos de Jehová no son bichos raros. Se describen como seres humanos comunes y corrientes.

—Nosotros también tenemos hijos, esposos, familia, trabajos y estudios, igual que todos. Pero mientras las personas ven televisión y están durmiendo, nosotros, sin que nos paguen, servimos solo por amor a Dios y a las personas.

Cristina y Marcela se levantan todos los sábados a las ocho de la mañana, se ponen un traje y salen por la avenida Pepe Sierra, a tocar de casa en casa. Usan su tiempo libre para poner a Dios en primer lugar. Ellas afirman que cuando salen a predicar no lo hacen para convencer a nadie, porque esa no es la labor, sino que, según ellas, es buscar a gente sensible que los necesita.

FOTO: Tomada por Carolina Páez.

—Un sábado salimos con mi mamá a predicar y tres personas lloraron. Otras dos no querían hablar con nosotros, pero nos dijeron “Gracias a Dios existe gente como ustedes y hace lo que ustedes hacen”. Solo por esto yo sigo saliendo. Cuando ayudas al menos a una o dos personas, es razón suficiente para continuar.

Marcela, su madre, es psicóloga de profesión y lleva 19 años siendo testigo de Jehová. Su búsqueda de una fe fue la que la llevó de ser católica a convertirse en testigo, porque empezó a encontrar todas las respuestas en el cristianismo y hasta el momento, según ella, las sigue encontrando.

Le pregunto a Marcela sobre los prejuicios y el rechazo hacia ellos, pues en Rusia los consideran criminales y en el 2017 la Corte Suprema les prohibió les prohibieron su labor en ese país, mientras que en otros países los obligan a ingresar a las Fuerzas Militares para prestar servicio militar, sin importarles que eso va contra la libertad de conciencia y de su religión. Pero eso y los insultos realmente no les duelen, porque, dicen ellos, ya sabían que iban a ser odiados y perseguidos.

—Ser testigo es una tarea rara y hermosa a la vez, porque con una persona que nunca has visto antes puedes tener unas conversaciones muy profundas. No importa si vas de casa en casa y de cien a las que tocaste solo te atendieron dos. Pero esas dos que te escucharon te muestran un corazón dispuesto y te permiten conversar de una manera que no lo harías ni con las personas más cercanas a ti.

—¿Entonces no le importa el rechazo? —pregunto.

—No, ¿en qué otra actividad se consigue eso? Yo, siendo psicóloga, puedo decir que esa genuinidad no se consigue en ningún otro lado. Cuando ayudas, así sea solo a una persona, esa es razón suficiente para seguir saliendo a predicar.

“Sigan soportándose unos a otros y a perdonarse con generosidad”, es el cierre de la conferencia especial y es un lema que los testigos tienen presente en todas sus acciones. Ellos no pretenden responder mal ante algún insulto. Al contrario, dan ejemplo.

 

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